Las estatuas-cubo de Egipto

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Estatua-cubo de Senenmut (Dinastía XVIII). Museo Egipcio de Múnich

Nadie puede negar que mil años dan para mucho y el antiguo Egipto es buena muestra de esto. En lo que al arte se refiere, ya antes del período Dinástico, encontramos pinturas decorativas o simbólicas, tanto en cerámicas como en tumbas, incluso en pequeños objetos como las “paletas” de Narmer. La delicadeza y monumentalidad de su arte aparece ya en las primeras dinastías, perdurando durante cuatro milenios para honra de sus dioses y faraones.

Muestra del dominio de su técnica artística son las finas representaciones en materiales tan duros como la diorita o el granito, en tiempos tan precoces como en la cuarta dinastía.

Las esculturas eran esculpidas para ser vistas de frente, simétricas, expresando gran realismo, especialmente en los retratos. Una de estas representaciones, puede que no tan conocidas como otras, son las estatuas-cubo, que aparecen ya a comienzos del Imperio Medio.

Casi siempre se representaba a un varón, generalmente un alto funcionario o un sacerdote, sentado, con las piernas dobladas hacia la barbilla y los brazos sobre las rodillas. Cubierto por un manto, a modo de cubo, por debajo se entrevén los miembros.

Algunos lo asocian al dios Osiris, cuyo culto empezó a cobrar mucha importancia a partir del Reino Medio, simbolizando la resurrección, ya que, al igual que Osiris renació de la muerte, el bloque-cubo representa la colina de la cual empiezan a salir la cabeza y los miembros.

Museo Egipcio de Berlín.

Como decía antes, mil años dan para mucho, y con el tiempo, concretamente a partir de la Dinastía XVIII,  encontramos al hombre representado en la estatua-cubo, arrodillado con una estela delante, que se colocaba en la entrada de la tumba, o, con las piernas dobladas, entre las que tiene una capilla con una divinidad, algunos caracterizados toscamente, otros bellamente decorados.

Las estatuas-cubo dejarán de utilizarse con la frecuencia de antes hasta que a partir del período saíta resurgieran con fuerza, después, durante el período Ptolemaico, resultarán ser casi inexistentes.

Se han encontrado multitud de ellas –sobre todo en depósitos rituales de los templos durante el Imperio Nuevo- gracias a que su peculiar apariencia resultaba difícil que se rompieran. Su forma de hexaedro permitía que en cinco de sus superficies pudiera escribirse, grabándose jeroglíficos con información del personaje representado, convirtiéndose en una importante fuente histórica.

Si nos paramos a pensar en su singular forma poliédrica y en su simbolismo, no es difícil asemejarlas a cualquiera de las actuales representaciones escultóricas del siglo XXI. Hasta en eso el antiguo Egipto fue excepcional.

Para saber más:

Imágenes de estatuas-cubo

Link foto:

Marcus Cyron

6 comentarios

  1. FJ: como siempre traes temas absolutamente subyugantes porque viendo todo lo que nos has traído de la inmensísima cultura egipcia nos damos cuenta el tremendo contenido físico de aquella civilización. La gente llana como yo nos habíamos quedado en Tutankhamon, Nefertiti, la nariz egipcia, los pechos al aire, los jeroglíficos, pero vemos todo esto y tratamos de comparar con nuestros iberos, celtas, visigodos, romanos, árabes… y, sí tenemos maravillas pero creo que comparados con ellos no es nada, especialmente si añadimos los terribles expolios que hicieron los «piratas» británicos en siglos pasados cuando eran un Imperio de ladrones organizados.

    1. Hola Astolgus,
      impresiona pensar el solo hecho que una civilización perdurara durante miles de años, es incomparable a cualquier otra. Doy fe que siempre que propongo un post sobre la civilización egipcia, da igual de qué se trate, siempre, siempre, se «mueve» por las redes sociales, muestra de la pasión e interés que genera. ¡Fascinantes por los siglos de los siglos!
      Abrazos

      1. Me recuerda también a un adolescente, que llevaba bridas dentales y salía en la tele hacia finales de los 90; era un experto en egiptología ¿te suena?

    1. Hola melbag,
      gracias y permíteme felicitarte por tu libro «El árbol de los panties blancos». Aprovecho a recomendarlo desde aquí y con tu permiso dejo un link a tu página donde los lectores encontrarán los enlaces al mismo.
      Un abrazo y repito, mis felicitaciones más sinceras.

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