Las probabilidades de encontrar dos huellas digitales iguales son de 1 en 64 mil millones.
Esta aseveración la hizo en 1892, el antropólogo y primo de Charles Darwin, sir Francis Galton, en su libro «huellas digitales», donde incluiría el primer sistema de clasificación para las huellas dactilares con cuarenta rasgos, algunos aún utilizados. La dactilografía o identificación de las personas a través de la huella dactilar ha sido (y sigue siendo) una práctica muy habitual, pero tiene una larga historia detrás.
¡A fichar!
Buscando, buscando, encontramos la huella dactilar más antigua en el pegamento de la corteza de un abedul, su dueño, un neandertal de hace más de 80.000 años de antigüedad.
El primer uso documentado es de la Babilonia antigua, en unas tablas de arcilla utilizadas en las transacciones comerciales y en sellos de arcilla en la China del siglo XI a. C. Menos «sutiles» resultaron los romanos que tatuaban con una aguja a los soldados mercenarios sospechosos de desertar, eso sin contar las marcas con hierros candentes utilizada por bárbaros -y pueblos no tan «bárbaros»-, y con la dinastía de Tamerlán, en el siglo XIV, se extendería a Persia.
Muchos siglos después, en 1686, el profesor de anatomía de la universidad de Bolonia, Marcello Malpighi, las clasificaría según el tipo de dibujo, sin insinuar su posible utilización identificatoria.
Ya por entonces, el antropólogo francés Alphonse Bertillon, ideó un sistema para medir y registrar las dimensiones de ciertas partes óseas del cuerpo, elaborando una fórmula que en teoría se aplicaría a una persona permaneciendo inalterable. Se aceptó durante tres décadas, hasta que en 1903 se condenó en los EE. UU. a un hombre que acabaría por demostrarse su inocencia.
Otro método usado para identificar a los delincuentes sería la cooperación de personas con «memoria fotográfica», que los reconocían por la vista, y después, con la aparición de la fotografía parecía solucionarse el problema, pero no fue así al ser fácilmente modificable el aspecto físico.
En julio de 1858, el magistrado del distrito de Jungipoor, en la India, sir Guillermo Herschel, usaría las huellas digitales en los contratos nativos para darles mayor valor al mismo, utilizando la palma de la mano entera, y después, el índice derecho y los dedos medios. Herschel puso en conocimiento de sus superiores la utilidad práctica de su descubrimiento, pero sin fortuna, y unos años después, el escocés Henry Faulds, describiría la posibilidad de utilizar las huellas dactilares en las investigaciones criminales, pasando inadvertidas sus propuestas hasta que sir Francis Galton publicara su libro con la fortuna de que el inspector general de la Policía de Bengala, el irlandés Edward Henry, la llevara a la práctica.
Hay que decir que Galton, como antropólogo que era, buscaba en las huellas dactilares un forma para determinar la herencia y el origen de las razas (nada extraño si pensamos que era familiar de Darwin), pero no le sirvieron para confirmar su teoría y sí para afirmar que las huellas permanecían inalterables a lo largo de toda la vida de un individuo, siendo prácticamente imposible encontrar dos iguales.

A finales del siglo XIX encontramos la primera identificación criminal con este método. El funcionario de la Policía de Argentina, Juan Vucetich, identificaría a una mujer, Francisca Rojas, como asesina de sus dos hijos en la ciudad de Necochea, en la provincia de Buenos Aires. Para no ser acusada del crimen, se autolesionó en la garganta y acusó a su vecino, pero una mancha de sangre encontrada en el lugar de asesinato reveló la marca de la huella digital de su pulgar derecho. Vucetich describiría cuatro rasgos en las impresiones digitales que siguen siendo la base de la actual identificación.

Acabará por implantarse de manera definitiva a raíz de un caso muy curioso. En 1903, condenarían a la cárcel a Will West, confundiéndolo con un antiguo preso fichado con anterioridad, William West. Lo cierto es que eran idénticos físicamente. Will juraba y perjuraba que era inocente y que él no era William, resultando ser gemelos, aunque ninguno de ellos lo sabía.
A partir de entonces, comenzaría a utilizarse este método en Inglaterra (1901) y en los EE.UU. (1902), donde a partir de 1924 se aprobaría la división de identificación del F.B.I. a través de la huella digital, con decenas de millones de registros hoy en día.
En la actualidad
Las huellas presentan unas marcas características y según el país se exige un número mínimo de puntos coincidentes para acreditar la identidad de la persona. Así, en Gran Bretaña se requiere 16, en Alemania 12, en Colombia 10 y en España, 8 o 10, según las distintas sentencias judiciales.
En la década de los 90 empiezan a utilizarse los sistemas informáticos para comparar las las huellas dactilares permitiendo identificar a un sujeto en minutos, cuando antes podía tardarse hasta un año. En un futuro no muy lejano puede que se utilicen otros métodos cuanto menos curiosos…
La identificación con bacterias, ¿clave en el futuro?
Todos hemos visto en infinitud de películas como se resolvía un asesinato gracias a un pelo localizado en el lugar del crimen, en realidad, los cabellos que se caen se encuentran en la última fase de su vida y su pobre carga genética resulta difícil identificarla en una prueba de ADN, algo que no pasa con los folículos capilares de la base del cabello, rico en ADN. Esto hace que se busquen otras maneras de determinar la identidad, y así lo propuso en el año 2010, un estudio dirigido por el profesor Noah Fierer de la Universidad de Colorado, que propugnó el estudio de las comunidades de bacterias de la piel como medio de identificación forense. Basada en la secuenciación genética, y aún en fase preliminar, su precisión es superior al 90%, y la novedad radica en demostrar que la diversidad de microbios presentes en las manos de los seres humanos podían utilizarse para identificar los objetos que tocan, gracias a los microbios que dejaban en ellos, resultando más fácil determinar el ADN bacteriano de las superficies tocadas.
Según algunos expertos, esta novedosa técnica podría ser muy útil en medicina legal cuando no existen rastros de tejidos, sangre o cualquier otro elemento orgánico del que pudiera obtenerse ADN humano.
Si es que al final, todos, de una forma u otra, dejamos huella en este mundo.
Un video:
Para saber más:
El libro de referencia de las huellas dactilares
Argentina, pionera de la dactiloscopia
Link foto:
Hola FJT, algunos delincuentes, con sus huellas registradas, recurrieron a quemárselas con ácido para hacerlas desaparecer y no tener que preocuparse de llevar guantes en sus robos o asesinatos
Hola Astolgus,
sí, lo sabía, lo que no sé es cómo narices lo hacen para realizar cualquier trámite administrativo en el que se necesita el DNI donde teóricamente tiene que estar la huella impresa (digital o no). No sé, imagino que también se las ingeniarán de alguna forma, pero cómo.
Saludos
Me encantó la última parte….vaya si algunos con las manos tan llenas de microbios, como toda su vida, puedan ser localizados, sancionados, y sobre todo apartados..
Abrazos, sin huella alguna.
Hola Stella,
en una mano humana viven, de media, 150 especies de bacterias diferentes. Aunque lo más sorprendente es que cada persona posee bacterias y microorganismos que son específicos a nivel individual.en las propias manos de un mismo individuo sólo eran comunes el 17% del total de bacterias. El hecho de lavarse las manos es, por tanto, muy importante, ya que son foco de transmisión de enfermedades comunes como la gripe, diarreas, resfriados, e incluso, hepatitis A (se transmite vía fecal-oral), comunes, pero que cada año causan miles de muertes. Para concienciar a la población sobre la importancia de esto, Unicef declaró el 15 de octubre como el Día Internacional de «Lavarse las Manos».
Saludos bien limpios 😉