Momias hay muchas y todas impresionan por un motivo u otro, pero si hay una que no deja indiferente es la que se descubrió hace 100 años, una que la diferenciaba de todas las demás por la expresión que reflejaba su rostro, un grito eterno que pone los pelos de punta a los afortunados que la han tenido delante. Era conocida como «hombre desconocido E», es decir, nadie sabía de quien se trataba ni el porqué de su gesto. Pero la ciencia, una vez más, da respuesta a los interrogantes que plantea la Historia…
El descubrimiento
Frente a Luxor, en la necrópolis de Tebas, una familia de la zona descubrió en 1860 una tumba que mantuvieron en secreto durante varios años y así vender en el mercado negro de antigüedades parte de los objetos que allí había. En realidad, se trataba de uno de los mayores descubrimientos arqueológicos egipcios hasta la fecha, y en su interior se encontraron restos de momias y del equipo fúnebre de más de cincuenta faraones, reinas y familiares de la nobleza, reunidos allí para evitar que fueran saqueados en sus respectivas tumbas. Tras dar con el hallazgo (y el expolio) las autoridades egipcias encargaron en 1881 al «frustrado», por el duro y estéril trabajo que en ese momento estaba realizando en el Valle de los Reyes, el arqueólogo alemán, Émile Brugsch, que investigara el interior de la tumba.
Conocida después como Tumba DB320, cuando Brugsch accedió a ella quedó asombrado de los ilustres personajes que allí se encontraban: Tutmosis II, Seti I, Ramsés II… todos ellos juntos, cada uno embalsamado con los mejores materiales como correspondía a su rango. Entre ellos, una momia mostraba su boca abierta con evidente rictus de dolor, sujeta con fuertes tiras de cuero clavadas en su piel y envuelta en pieles de oveja, un animal impuro.
Se trataba de un joven de no más de 20 años, pero, ¿de quien se trataba? La respuesta tardaría en llegar al ser ignorada entre tanto faraón y reina célebre que se encontraba junto a él. Olvidada en una sala del Museo Egipcio de El Cairo, unas plantas más arriba se encontraba la respuesta al misterio, concretamente en el cuerpo momificado expuesto de Ramsés III.
La «conspiración del harén»
La momia de Ramsés III presenta marcas de puñaladas en varias partes de su cuerpo así como signos de haber sido brutalmente degollado. Sabemos por el Papiro de Turín que el faraón fue asesinado por una conspiración de palacio, instigada por Tiye, una de sus esposas, para que su hijo Pentaur no perdiera los derechos a la sucesión del trono. En el complot participaron sacerdotes, el visir, varios funcionarios y su propio hijo.
Tras ejecutar cruelmente su plan, los asesinos del faraón terminarían por ser detenidos. Algunos fueron ejecutados quemando después sus cuerpos y arrojando las cenizas a los cuatro vientos, privándoles de la posibilidad de alcanzar la vida eterna, y por el Papiro de Turín se sabe que Pentaur fue condenado a morir de una forma bien distinta.
Para unos, serían amigos o familiares del propio hijo del faraón los que se encargasen de salvar el cuerpo, pensando que al menos sería momificado. Para otros, no se trató más que de una venganza por parte de algunos sacerdotes y embalsamadores. Probablemente nunca se sabrá la verdad, pero lo que sí se sabe es que uno de los hermanos de Pentaur terminaría siendo el nuevo faraón, Ramsés IV.
¿Qué relación tiene esta conspiración con nuestro «hombre desconocido E»?
La ciencia daría la certeza a la sospecha: nuestro hombre desconocido no era otro que Pentaur. Sabíamos de su participación en el complot pero no que la momia se tratara de él. Tras los permisos pertinentes y la voluntad de las autoridades -esta vez sí- de descubrir el misterio, se compararon las muestras de ADN de ambas momias confirmando que era hijo de Ramsés III. Su momificación sería muy distinta a la que correspondería a alguien de su realeza y le introdujeron natrón por la garganta, aumentando su agonía. Solo hay que ver su expresión de angustia eterna. De hecho, su verdadero nombre no era Pentaur, sino que sus ejecutores quisieron borrar todo recuerdo del asesino.
Si nos paramos a pensar, no deja de ser irónico el hecho de que coincidiera su cuerpo momificado oculto durante milenios en la misma tumba que su padre Ramsés, padre e hijo, víctima y verdugo, no solo eso, en la actualidad se encuentran «reposando» en el mismo museo. Cosas de la vida (o de la muerte).
Para saber más:
Links imágenes:
¡escalofriante pero fascinante a la vez!
Hola Mariona,
… y lo que quedará por descubrir bajo la arena de Egipto.
Abrazos 😉
Sí que da miedo. Pobre hombre.
Hola melbag,
un ejemplo más de tantos y tantos otros horrores de la Historia.
Un abrazo
Así es.
Que interesante información, gracias y saludos.
Hola Luis,
me alegra saber que te gustó.
Saludos y gracias a ti por seguir el blog.
Apasionante historia!! fascinante..como todo lo relacionando con la historia de Egipto!
Hola Mirian,
historias del pasado que siguen fascinando dos mil años después. Creo que esto no ocurrirá en el futuro con nuestro presente.
Saludos