Roma siempre fue extranjera. Ya desde sus orígenes, tanto la leyenda de Rómulo y Remo como la de Eneas de Troya, apuntan a ello. Con el paso del tiempo, desde la República al Imperio, cimentaron sus conquistas y posterior romanización al otorgar la ciudadanía a sus aliados y conquistados.
Ya en los orígenes…
Según cuenta la historia, tras la fundación del asentamiento en la colina Palatina y erigirse Rómulo como único gobernante, el primer problema que se encontrarían fue el hecho de encontrar ciudadanos para su nueva ciudad. Así, declaró un refugio para esclavos, desposeídos, maleantes… algo inaudito e incomprensible a nuestros ojos
Comprobamos que en el origen mítico de Roma se da la bienvenida a forasteros, convirtiéndose en una característica distintiva que persistiría durante toda su existencia. Rómulo, tras disponer de hombres se encontraría con otro problema ¿dónde conseguir mujeres?
Para solucionarlo ardió un plan e invitó a sus vecinos, los sabinos, a un festival religioso donde raptaría a sus hijas y esposas a la fuerza, con violencia, otro de los distintivos de Roma: si querían algo, iban y lo cogían.
Los sabinos no se quedarían cruzados de brazos y contraatacaron a Rómulo en la que sería la primera guerra de los romanos y también su primera victoria. Para conmemorar este suceso encontramos en el mismo centro de la ciudad, en el Foro, un extraño monumento de piedra en el lugar donde cayó uno de los primeros enemigos de Roma y del que la mayor parte de la gente pasa de largo, ignorándolo mientras busca templos y arcos de triunfo.
La ciudadanía como herramienta de romanización
Los orígenes de la ciudad-estado de Roma no difiere a grandes rasgos de las poleis griegas, y ya entonces podemos comprobar que no todos los ciudadanos eran iguales. Al principio, se reservaba el derecho de ciudadanía a los patricios, agrupados en gens, descendientes directos de los míticos fundadores de Roma. En el siglo V a. C. los plebeyos se embarcarían en una lucha por sus derechos obteniendo la igualdad legal y la extensión de los derechos como ciudadanos a todos los nacidos de un matrimonio legal en Roma.
A medida que aumentaba el dominio de Roma en el mundo se haría necesario censar a la población, y aunque al principio la ciudadanía se reservaba a los que vivían en la Ciudad Eterna, se extendería por todos su territorios, otorgando derechos a los habitantes de colonias y ciudades aliadas, aunque de manera limitada.
Tras el año 28 a. C. se otorgaría este derecho a individuos o familias de las capas altas de los pueblos conquistados, después a comunidades enteras y tras el año 212 d. C., un edicto de Caracalla (Constitutio Antoniniana), reconocería a todos los habitantes libres del Imperio como ciudadanos.
Esto no fue más que una maniobra política que resultó ser vital para Roma. No dejaba de ser una manera de romanizar y atraer a su área de influencia no solo a los pueblos conquistados sino también a los adyacentes. Sin lugar a dudas, estas innovaciones representaron uno de las principales motivos del éxito de su expansión porque no se trataba solo de aumentar el territorio, sino de integrarlo y mantenerlo.
Tipos de ciudadanía romana
A través de la historia de Roma fueron cambiando y entre los más comunes podíamos encontrar a los Cives Romani, ciudadanos romanos de pleno derecho que podían acceder a los beneficios y protección de la ley. Podían usar una toga y a su vez se dividían entre los «optimo jure» y los «non optimo jure», estos últimos sin derecho a voto ni a ser elegidos a puestos en la administración pública. El otro tipo de ciudadanía romana eran los Cives Latini, habitantes de la Liga Latina regidos por el derecho latino, tenían el derecho a la propiedad y comercio, así como poder asentarse en Roma, aunque no podían casarse con ciudadanos romanos. Podrían considerarse como ciudadanos de segunda clase.
Estos privilegios no eran imperecederos ya que podían perderse tras ser admitido como miembro de una ciudad extranjera, al perder la libertad o al ser condenado al exilio o la deportación por una acusación tan grave como la traición.
En la sociedad romana la población podía pertenecer a otros estratos sociales:
Socii: ciudadanos de estados con ciertas obligaciones legales con Roma como la de pagar un tributo. Muchos no aceptaron esta situación y tras la Guerra Social (91-88 a. C.) se promulgó la Lex Julia que otorgaba los derechos de los Cives Romani a todos los latini y los socii cuyos estados aceptaran una paz inmediata.
Provinciales: estaban bajo control romano pero no disponían de los derechos de los socii.
Peregrini: refiriéndose a cualquier persona que se encontraba en Roma temporalmente y sin ser ciudadano romano.
¿Cómo se adquiría la ciudadanía romana?
La podías adquirir directamente si tenías la fortuna de ser uno de los hijos cuyos padres tenían la ciudadanía romana, pero habían otros caminos más dificultosos para conseguirlo, como era el caso de los esclavos liberados por su amo (libertos); los peregrinos a quienes se le confería por disposición de un delegado del pueblo, una resolución de los comicios o por un rescripto del emperador; y tras el edicto de Caracalla, cualquier habitante del Imperio que acabará generalizándose bajo Justiniano.
“Civis Romanus sum”
¿Cómo demostrar que uno era realmente un ciudadano romano? No solo bastaba con decirlo y aparentarlo con la manera de vestir y el conocimiento del latín, sino que a partir del siglo I a. C. se acreditaría en tablas de bronce en el caso de los soldados extranjeros que tras finalizar su carrera militar conseguían ser ciudadanos de pleno derecho, o en una tabla de madera con su nombre registrado, en el caso de los civiles.
¿Y para qué querer ser ciudadano romano?
Puede que la pregunta sea obvia pero permitidme contestarla. En un tiempo en que las injusticias estaban a la vuelta de la esquina los esclavos eran vistos como simples mercancías y las mujeres no podían aspirar a poder votar o ser elegidas en cargos de elección, conseguir ser ciudadano de pleno derecho te permitía una relación con las leyes, la propiedad y la posibilidad de acceder a posiciones de gobierno que muchos ni tan siquiera podía soñar. Así pues, tenías derecho de voto, servir en las legiones, fundar una familia romana, hacer testamento, por otro lado, un ciudadano romano no podía ser torturado, azotado ni condenado a muerte, excepto en el caso de ser acusado de traición, y en ningún caso podía ser crucificado.
Los romanos fueron grandes, geniales, pero sobre todo tenían las cosas claras y una gran visión de futuro. Pensaban -y en cierta forma lo consiguieron- que su civilización perduraría por siempre, y como decía al principio, entre sus mitos originarios ya se consideraban ellos mismos extranjeros, un pensamiento que perduraría durante siglos a lo largo de su existencia y que les ayudaría a mantener y ampliar sus conquistas.
Para saber más:
Romanización y ciudadanía. El camino de la expansión de Roma en la República, por Francesca Lamberti.
Links fotos:
Este es un tema que me gusta mucho así que gracias por compartir.
Un abrazo.
Hola Sergio,
la antigua Roma apasiona como pocos temas lo hacen. Conseguir la ciudadanía en aquellos tiempos era algo vital en muchos casos. De una forma u otra, una cuestión tan actual como en la actualidad.
Abrazos y gracias siempre a ti.
Gracias Francisco. Te recomiendo ver la serie italiana Quo Vadis? de 1985, en ella el director se separó de toda la estética hollywoodense e hizo una investigación bien interesante, mostrando una Roma ya saturada y presa del terror, además de utilizar elementos teatrales. Y aunque la gente le consideró una serie excéntrica creo que aporta mucho.
Me la apunto…
Muchas de las novelas que he leído, y alguna que he escrito, están basadas en la antigua Roma, así que esta entrada es una buema referencia 🙂
¿Conoces, por casualidad, a Robert Harris?
Hola Miguel,
creo recordar que hizo una trilogía titulada Imperium centrada en la vida de Cicerón, aunque no la leí.
Saludos
¡Así es! La trilogía Imperium, una de mis sagas de novela histórica favoritas 🙂 en mi blog le escribí una reseña, te invito a que le eches un vistazo.
Muchas gracias por la invitación, ahora mismo lo haré. Con tu permiso dejo un enlace al artículo que haces referencia de tu blog Islas de papel y tinta Imperium .
¡Muchas gracias, Francisco! 🙂 espero que os guste.
Me lo voy apuntando…
Te recomiendo su trilogía Imperium muy encarecidamente 🙂
Muy interesante su visión del mundo. Para hacer una comparación, los puertorriqueños tenemos ciudadanía americana de nacimiento. Para los desconocedores de este detalle se les hace difícil entender como entramos y salimos de los EU sin problema y no somos objeto de deportación. Aunque recién escuché a un legislador que quiere cambiar esta ventaja, como bien dices, la tenian los ciudadanos de Roma, como los de PR.
Hola melbag,
desconocía lo que comentas y conociendo el pensamiento cerrado de Trump no me extrañaría nada que quiera cambiarlo. En fin…
Abrazos
Veremos qué pasará con ese individuo… Un abrazote a ti también.