
Sin duda, una palabra temida en la actualidad y en el pasado. El origen de este término lo encontramos en la Italia del siglo XV con el floreciente y lucrativo negocio de cambistas y prestamistas, y como os explicaré más adelante, el significado de la palabra “bancarrota” es totalmente literal.
Ya en la Antigüedad, sabemos que los fenicios, grandes comerciantes como eran, se “prestaban” granos para sembrar. Con los griegos y romanos aparecen prestamistas que cambiaban monedas y aceptaban depósitos, en el caso de los segundos en muchas ocasiones con intereses tan elevados como el 48 % que aplicaba Bruto, quien participó en la conspiración que condujo al asesinato de Julio César.
Al final de la Edad Media los monarcas comenzaron a recuperar el poder en sus reinos preparando ejércitos mejor entrenados y equipados, algo que resultaba muy caro para sus arcas. ¿Dónde sacar ese dinero? El pueblo, saturado de impuestos, no podía dar más de sí. Será entonces cuando los reyes de Francia e Inglaterra se financiarían gracias a los banqueros italianos, ricos mercaderes que a cambio de elevados préstamos conseguirían beneficios comerciales por parte de los monarcas. Es el caso del rey de Inglaterra, Eduardo III, que en el siglo XIV solicitó ayuda económica para afrontar sus guerras con Francia otorgando el control de todo el comercio de lana en su reino a los Peruzzi, banqueros de Florencia, y una de las principales familias de la ciudad durante el siglo XIV junto a sus socios en capital de riesgo, los Bardi, antes del surgimiento de los Médicis.
Asumiendo gran riesgo por parte de estos banqueros -los análisis de mercado quedaban supeditados al poder político- los préstamos otorgados a los gobiernos provocarían, junto al inicio de la Guerra de los Cien Años en 1337, que los monarcas no pudieran hacer frente a sus deudas, además, se vieron obligados a retirar las licencias concedidas a los banqueros. Diez años después se colapsarían las casas financieras, resultando prácticamente imposible que los inversores pudieran recuperar apenas el 50 % de sus ahorros. Y como se debe aprender de los errores cometidos en el pasado, en el siglo XV, los Medici se centrarían en negocios comerciales y evitarían prestar dinero a los monarcas europeos. Posteriormente, durante los siglos XVII y XVIII, la Banca se extendería a Ámsterdam, Londres y otras ciudades europeas.
La Iglesia no veía bien que se prestara dinero con intereses, pasando a ser un negocio casi exclusivo de los judíos. La historia, llena de paradojas y contracciones, encontramos una de ellas con los jesuitas en la Nueva España, donde la Compañía de Jesús se labró una gran fortuna gracias los préstamos y créditos que ellos mismos concedían.
Como decía antes la Banca tal como la conocemos hoy en día surgió a principios del Renacimiento. El trabajo de banquero (banchieri) surgiría a principios del siglo XII, y el nombre derivó del banco en que se sentaban para negociar.
Durante el siglo XV los prestamistas no disponían de oficinas como hoy en día, sino que se situaban estratégicamente en lugares públicos como mercados y plazas concurridas donde colocaban una mesa y se sentaban en un banco para iniciar sus transacciones. Poco regulado en aquél momento, muchos de estos banqueros se aprovechaban o arriesgaban para ganar más y más, perdiendo liquidez para seguir trabajando. Cuando quebraba su negocio o realizaban algún fraude, las autoridades competentes le rompían, literalmente, el banco donde se sentaban para que todos conocieran la situación de ese prestamista, es decir, lo dejaban con la “banca rota”.
Puede que siglos atrás un simple banco en la calle sirviera para negociar préstamos al igual que en los grandes Bancos de hoy en día, pero lo de estar en bancarrota… no es algo exclusivo de nuestro tiempo.
¡Qué error, qué tremendo error amigo FJT! La Banca NUNCA está rota, se rompen los dineros de los tontos que meten su dinero en sus cajas y Cajas, porque el banco hace negocio hasta cuando mandas una transferencia de tu ingreso de paga o salario y lo pasas a otra cuenta tuya, que es sin cargo. Pues bien esos segundos o nanosegundos que está TU dinero yendo de un sitio a otro generan un interés PARA EL BANCO. Y dirás: son céntimos, sí pero multiplícalo por todos los asalariados y jubilados de todo España y suman cientos de miles y ya no digamos si la transacción la haces en fin de semana. Anda, métete un poquito en este submundo e ilústranos que te vas a quedar como el hombre de hielo de los Alpes
Hola astolgus,
¿qué puedo decir ante tu afirmación tan certera? Solo poner cara de sorpresa resignada…
¡Ja, ja, ja!
Abrazos
Tengo que decir que el texto del sr. F.J.T….es impoluto. El sr. Astolgus solo hace referencia a la Banca actual, no a la etimología del nombre «bancarrota».
Gracias nuevamente sr. Tostado. Como siempre sus artículos están llenos de grano. Un saludo.
😉
Interesante,como siempre, tu nota sobre el tema de hoy. Totalmente nuevo para mi. Saludos!¡!
Hola Nilo,
esperemos no tener que «sentarnos» nunca en una «bancarrota» la caída sería muy dura, aunque en los tiempos que corren… ¡Ja, ja, ja!
Saludos
La palabra es lúgubre, representa sobre todo fallar en todo. Pero a veces, la bancarrota judicial es necesaria y hasta saludable. ¿No crees?
Hola Melbag,
lúgubre o no lúgubre, pero temida lo es…
Abrazos
Abrazos a ti.