El síndrome de Peter Pan, de Rapunzel, de Dorian Gray, de Madame Bovary, de Otelo, de Münchhausen… todas ellas son patologías más o menos conocidas, pero seguro que a la mayoría de vosotros os suena el nombre del personaje literario que reciben en cada caso. Hoy hablaré de dos de ellos cuyos protagonistas son archiconocidos: el primero, Alicia, la del país de las maravillas, y el segundo, Huckleberry Finn, el de las aventuras.
El síndrome de «Alicia en el país de las maravillas»
Cuando Lewis Carroll (en realidad es el seudónimo del escritor británico Charles Lutwidge Dodgson) la publicó en 1865, no se imaginaría que cien años después, un ejemplar de esa primera edición se convertiría en el libro para niños más caro jamás vendido, concretamente 1,5 millones de dólares, y tampoco sospecharía que entre los idiomas que se traduciría se incluyera el esperanto.
En su capítulo IV, Alicia ve pasar al Conejo Blanco que está buscando su abanico, y tras confundirla con su criada, le exige que lo busque en su casa junto a un par de guantes blancos. Al entrar, Alicia sube a un cuarto donde encuentra el abanico y una botella. Su curiosidad le puedo más que su sensatez y bebe de ella, aumentando y aumentado de tamaño hasta ser tan grande como la misma casa. Por suerte, los vecinos le arrojan unos panecillos mágicos por la ventana que tras comerlos consigue disminuir su tamaño.
Esta fantasía vivida por Alicia en su país de las maravillas tiene su traducción en la realidad. La distorsión en la percepción de la imagen y del tamaño del cuerpo, así como de la distancia, la forma y el tiempo, es un raro cuadro clínico que se da más frecuentemente en jóvenes dentro de un contexto de migrañas, fiebre, epilepsia, infecciones víricas como la varicela, la gripe o el virus de Epstein-Barr, entre otros, y en ocasiones por el consumo de drogas como la marihuana, la mescalina, el LSD y fármacos como el clomifeno y antidepresivos… Puede que estas distorsiones se repitan en varias ocasiones al día, pero antes o después, desaparecen.
Descrito por primera vez en 1952 por el psiquiatra C. W. Lippman, el paciente se ve las manos más grandes, las llaves de casas más pequeñas, por poner solo un par de ejemplos, y la causa exacta que lo origina continúa sin estar clara. Casi siempre, las pruebas diagnósticas por imagen como la resonancia magnética, la tomografía axial computerizada y el electroencefalograma son normales. Puede que otros estudios durante la fase aguda puedan evidenciar leves alteraciones, sin que tampoco puedan asociarse a la misma.
Hay que insistir en que es una alteración de la percepción, no de la visión, es decir, se interpreta erróneamente lo que se ve, y es un síndrome que no reviste ninguna gravedad a pesar de que el paciente se sienta alarmado e incluso entre en pánico. El descanso y los grupos de apoyo son los principales tratamientos.
El síndrome de «Huckleberry Finn»
El personaje imaginado por Mark Twain era un muchacho que hacía novillos para irse con su amigo Tom Sawyer a correr mil y una aventuras, entre ellas la vivida a lo largo del río Mississippi, junto a Jim, el esclavo. Pero analicemos los personajes…
Tom Sawyer, educado en un ambiente familiar tranquilo, su monótona vida le hace buscar la diversión fuera de su casa, en cambio, la vida de Huckleberry Finn, más complicada tras ser abandonado, se ve obligado a crecer más rápido, y su malvado padrastro no le ayudó mucho que digamos y empeoró su situación, debiendo escapar.
Puede que muchos, a diferencia del anterior síndrome, puedan verse reflejados en este. Es un trastorno psicológico en el que la persona tiende a eludir sus responsabilidades tanto de niño como después en la vida adulta. Suelen ser personas que cambian repetidamente de trabajos, con baja autoestima que acabará con síntomas de depresión, además, su rechazo parenteral les provocará un mecanismo de defensa. Pero esta compleja personalidad esconde una persona inteligente. Suelen adaptarse a las situaciones que le presenta la vida, no son felices con lo que hacen, evitan tener responsabilidades y buscan experimentar cosas que les haga sentirse bien.
Es curioso comprobar la influencia que tiene la literatura y otras artes a la hora de poner nombre a síndromes o enfermedades. Pero los tiempos cambian y palabras como nomofobia, cibercondría o el denominado síndrome de Google, acaben por ser aceptados por las sociedades médicas, unas patologías aparecidas por las nuevas tecnologías. Si es que el ser humano, cuando no tiene problemas, termina por buscarlos y encontrarlos. En fin…
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Información basada en el artículo de 20minutos
Tal como lo describes, tengo la impresión de que el síndrome de «Huckleberry Finn» se presenta con mucha freuencia. Conozco a varios que lo padecen.
Hola Amira,
pues sí, creo que todos conocemos a alguien con ese perfil. También hay otros mucho menos frecuentes como el que nombraba al principio del artículo, el síndrome de Rapunzel, la protagonista de largo pelo de uno de los cuentos de los Hermanos Grimm. Solo hay poco más de 25 personas en el mundo (mujeres jóvenes y niñas) que lo padecen y consiste en la aparición de una cola de pelo alargada del estómago hacia el intestino, asociada a un trastorno de la personalidad que suele causar tricofagia (ingesta compulsiva de cabello).
Saludos
Tenía este guardado para leerlo cuando regresara de Puerto Rico. La verdad es que la literatura y las artes en general, nos muestra tal y como somos. Muchos tenemos síndromes, creados o no creados todavía. He leído que también las personas que sufren algunos desórdenes alimenticios, tienen problemas de percepción. En cuanto a lo moderno, recuerdo hace años que se me fue la internet y me desesperé de tal manera, que me di cuenta de que algo andaba mal conmigo. Así es que decidí que no me iba a dominar. Paso tiempo aquí, claro, pero si no está, me pongo a leer o a hacer otras cosas.Como siempre, aprendo mucho contigo y jamás me hubiera imaginado que esas joyas de la literatura tenían encerrados estos secretos. Un abrazo.
Hola melbag,
nunca se me olvidará que mientras estudiaba la asignatura de psiquiatría en la facultad tenía la sensación de sufrir muchos síndromes…¡Que locura! ¡Ja, ja, ja! Si es que en el mundo en que vivimos lo raro es permanecer cuerdo (como no vayamos a vivir a la montaña)
Entre los desórdenes alimenticios que presentan alteración de la percepción, un dato: entre 1 y 2 % de las mujeres padecen de anorexia nerviosa, y entre 1 y 3 % padecen bulimia nerviosa. Digo mujeres porque estos trastornos se presentan en una proporción de 10 a 1 en las mujeres con respecto a los varones, aunque en los últimos años se ha incrementado el número de varones que los padecen.
Abrazos
Si nos vamos al monte, también nos dicen que tenemos algún síndrome, la cosa es que nadie es «normal»… Jejeje… Sí, las mujeres somos más susceptibles a muchas condiciones mentales y enfermedades físicas también. Creo que es porque sentimos demasiado. Abrazos a ti.
No sé si será una cita verídica, porque dudo mucho que lo sea, pero un vez leí una cita, atribuida a Sigmund Freud, que se supone que dijo: «Tú estás bien, porque no hemos puesto nombre a lo tuyo».
Hola jlua,
sí, sí, tengo entendido de que es una cita suya y por mi parte la comparto del todo pues como le decía a Melgab en el comentario anterior, lo raro es no tener algo en los tiempos que corren…
Un saludo