Pelucas Reales, entre enfermedades y modas vanidosas

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Académie de coiffure en la rue de la Chaussée-d’Antin (1788)

El 15 de febrero se estrenará en España la película Cambio de Reinas, dirigida por Marc Dugain y basada en la obra de la escritora e historiadora Chantal. La distribuidora de la película en España, sabiendo de mi interés en la historia, me dio la oportunidad de visualizarla antes de su preestreno y tras disfrutarla me gustaría desde aquí recomendarla a todo aquél buen amante del cine histórico.

El film nos sitúa en el siglo XVIII con el intercambio de infantas entre los reinos de Francia y España con el objetivo de perpetuar la paz recientemente conseguida. Felipe V casaría al futuro Luis I con Luisa Isabel de Orleans, hija del regente francés, a cambio de casar a su hija Mariana Victoria con el heredero Luis XV al trono francés. La fotografía y el vestuario me cautivaron desde un principio, pero si hay algo que me llamó especialmente la atención fueron  las llamativas y célebres pelucas de sus protagonistas. Descubramos porqué se pusieron de moda y sorprendámonos con algunas curiosidades.

Muchos siglos de pelucas

Si hay alguien que las puso de moda ese fue Luis XIV, el Rey Sol, pero su uso se remonta en el tiempo…

Cleopatra utilizaba mechones de pelo natural fijados con cera y resina a unas mallas tejidas a su vez con cabello y que aplicaba aceites y diversos ungüentos. Las prostitutas de la antigua Roma se teñían el pelo rubio o se colocaban una peluca. Dicen que la tercera esposa del emperador Claudio, la insaciable Valeria Mesalina, alias «Licisca» (en griego, Lobezna), disponía unas 400 para ejercer en el burdel.

Pero también había quien se negaba a utilizarla, como Galeno, que tenía tan poco pelo en la cabeza que sus peluqueros le cobraban la mitad, y Beethoven, bien, este no se negaba, pero llevó una completamente desmelenada como muestra de su rebeldía, en Viena, el 7 de mayo de 1824, en el estreno de su obra cumbre, la «Novena sinfonía», encargo de la Sociedad Filarmónica de Londres, seis años atrás.

El siglo de oro para las pelucas

En el siglo XVIII no era raro pasear por las calles de Francia y de otras grandes capitales europeas, y presenciar el robo de pelucas de transeúntes despistados. Se pusieron tan de moda que algunas de ellas resultaban carísimas de comprar y así, los amigos de lo ajeno, se organizaban para hacerse con esos lucrativos objetos. Una peluca normal costaba el equivalente al suelo de una semana, unos 25 chelines en Londres.

Signo de elegancia como pocos, el uso de pelucas en los hombres comenzó a ser muy popular a finales del siglo XVII y desde 1770 también entre las mujeres que, al acudir a la Ópera de París, impedían ver el escenario a los que se encontraban detrás de ellas. El problema no resultó ser banal y hubo que redactarse un reglamento -con poco éxito, todo hay que decir- que les obligaba a sentarse en las filas de atrás.

Marie-Antoinette dit « à la Rose ». Château de Versailles.

¿Y quién no recuerda a los magistrados ingleses con esas imponentes y respetadas pelucas blancas? Ese modelo concreto de peluca lo puso de moda el teniente general de la policía de París y perseguidor del marqués de Sade, Antoine de Sartine, que las usó para intimidar en sus interrogatorios. Fueron tan efectivas en su poder intimidatorio que incluso hoy en día los jueces británicos las siguen utilizando en algunos juicios.

La demanda de pelucas creció tanto que solo en Francia durante la Revolución Francesa el gremio de maestros peluqueros lo componían 20 000 miembros. Uno de ellos, Jean-François Autier, peluquero personal de Maria Antonieta, destacó por sus creaciones, verdaderas esculturas de imaginación, y entre los 40 peluqueros que disponía Luis XIV en Versalles, Quentin, su peluquero principal, le peinaba ante toda la corte cada mañana en la ceremonia ritual del despertar del rey. Entre las condesas francesas, Matignon, pagaba una fortuna a su peluquero para que le diseñara una peluca todos los días, y así podríamos seguir…

Se hacían con pelo humano, con pelo de caballo o de cabras, generalmente blancas entre los hombres y de colores variados para las mujeres. Y esta moda hizo que apareciera otra lucrativa profesión, la de los sombreros. Será a finales del siglo XVIII que se impuso un impuesto sobre las pelucas en 1795 y poco después los peluqueros se vieron obligados a reconvertirse en barberos.

Estilos de pelucas

El peluquero francés Léonard Autié.

Luis XIV, el «Rey Sol», puso de moda las pelucas al «estilo Luis XIV», acorde con el estilo «rococó» de la época. Estas se caracterizaban por tener grandes bucles y el pelo sobre los  hombros, y con los años serán las mujeres quienes luzcan estas grandes pelucas, que en ocasiones, podían alcanzar los 80 cm. de alto, todo un problema para poder pasar a través de las puertas, incluso por su peso provocaban fuertes dolores de cabeza. Hay otra anécdota que cuenta que María Antonieta, al salir del calabozo para su ejecución, inclinó la cabeza por la altura de la peluca que llevaba, algo que se interpretó como una reverencia a la guardia republicana que la custodiaba.

Las mujeres seguían el «estilo Fontange» hasta 1720 aproximadamente, nombre que se origina a raíz de una cacería en la que la Duquesa de Fontange, tras enredar su cabellera en la rama de un árbol y para reacomodar el cabello, lo apiló sobre su cabeza, algo que fascinó al rey Luis XIV, rogándole que lo conservara siempre.

Su sucesor, el rey Luis XV, impondría otras pelucas más pequeñas para los hombres y el riguroso empolvado blanco o grisáceo, así como la cola de caballo en la nuca atada en una cinta, como podemos apreciar en la película Cambio de Reinas. Entre las mujeres se puso de moda el estilo «tête de mouton» con cortos bucles  y algunos mechones de pelo sobre la nuca.

La Revolución Francesa y la llegada de La Ilustración criticaron esta ostentación entre la nobleza y se adopta un estilo más sencillo y sobrio, neo-clásico, imponiéndose hasta casi finales del siglo XIX, dejando de empolvarse y peinándose con su cabello natural.

El uso de pelucas por el «Rey Sol»

Decía antes que el rey Luis XIV las puso de moda y es que el uso de pelucas se convirtió en necesidad para él. Como no era muy alto, solía llevar zapatos de tacón, algo que también se pondría de moda en la Corte, pero las pelucas ocultaban algo…

Luis XIV. Dulwich Picture Gallery

Con nueve años sufrió varicela y su cuerpo y cabeza se llenaron de costras. Los médicos decidieron raparle el cabello y ponerle una peluca durante un tiempo, pero el monarca acabó acostumbrándose a ella. Unos años después, sufrió unas fiebres que le dejaron sin cabello y en esta ocasión los galenos le trataron con antimonio a pesar de la reticencia de muchos dada su elevada toxicidad. El rey curó, pero ya nunca más recuperaría el cabello. Esto era algo serio e iba más allá de lo estético, un verdadero problema de Estado al quedar su imagen dañada. En ese tiempo ya estaba de moda lucir largas cabelleras como muestra de salud y virilidad, así pues, solo quedaba ocultar su calvicie con pelucas, aunque en su caso también ayudaba a ocultar su baja estatura. Ordenó instalar cortinas en sus aposentos para que nadie pudiera ver su calvicie y en el palacio de Versalles se dispuso de un «gabinete de las pelucas» donde poder espolvorearse con almidón de arroz o de papas, ajenos a la indiscreción de las miradas.

Francia dictaba la moda europea y el uso de peluca se extendería desde la Corte de Versalles a Inglaterra y España, donde Felipe V -biznieto de Luis XIV- introdujo muchas de las costumbres francesas.

Las pelucas para ocultar enfermedades

Tiñas, piojos, calvicies de todo tipo, caspa, mugre… todas ellas provocaban una falta de pelo en el cuero cabelludo que estigmatizaba a todo aquél que la sufría. Pensemos por ejemplo que en el caso de la alopecia sifilítica, hoy algo infrecuente que solo afecta al 4% de los afectados, antes era algo mucho más habitual.

¿Y por qué se empolvaban? Al principio, el color de las pelucas eran preferiblemente rubias y castañas, pasando a ser grises o blancas porque, al no lavarse, eran foco de piojos e infecciones. Así, se desinfectaban y empolvaban con polvos a base de huesos de ternera y oveja triturados, serrín, talco, almidón de arroz y  antimonio, aplicando perfumes que ocultaran su mal olor.

Los barberos eran los encargados de este cuidado y pasaron a conocerse como peluqueros precisamente por hacerse cargo del cuidado de esas pelucas. Apasionante, ¿no creéis?

Link imagen:

medsaludin.es

Información basada en thehistoryofthehairsworld.com

18 comentarios

  1. Muy interesante el artículo, ameno y con valiosa información. La película parece atrapante. Gracias por comunicarnos. Un abrazo. Saludos.

    1. Hola Griselda,
      me encanta que te encante. ¡ja, ja, ja! Uno de los aspectos que me parecen más interesantes de la película Cambio de Reinas es que trata de unos acontecimientos importantes de la historia que pasan inadvertidos en el cine, revistas de historia, etc. a diferencia de otros hechos históricos o personajes sobretratados o sobredimensionados.
      Un saludo

  2. ¡Que suerte Francisco has visto ya la película!. Gracias por dejarnos este artículo tan interesante y simpático sobre el mundo de las pelucas, con robo y todo de ellas, jajajja. En fin pero en el fondo nos recuerda que el hombre es un poco tontito a veces con lo de las modas. Y Gracias por hablarnos de la peli. Hablando de pelucas…un abrazo.

    1. Hola Teresa,
      un privilegio que tuve y que agradezco de veras a la distribuidora de la película. Mientras preparaba el artículo me vino a la cabeza esta película y complementa a la perfección el tema. Gracias por el aporte.
      Abrazos

  3. Se ve muy interesante la película. Ojalá la pasen acá, por lo menos Netflix o en Amazon Prime. Me gustan mucho las películas históricas. Saludos.

  4. Hola Melbag,
    imagino que llegará. Antes de que se estrene en España el próximo mes de Febrero ya se estrenó en otros países y con buena aceptación de la crítica. Se agradecen las películas históricas hechas con rigor.
    Saludos

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