
Según cuentan algunos, en el siglo XIX se realizó una intervención quirúrgica que pasaría a los anales de la cirugía por ser la única con una mortalidad del 300%. El protagonista de la misma fue el reputado cirujano Robert Liston, famoso por ser capaz de amputar una extremidad y suturar los puntos en tan solo… ¡dos minutos y medio! Era tan conocido que pagaban por verle «trabajar», admiración que se convertía en terror entre sus pacientes hasta el punto que muchos trataban de huir de su mesa de operaciones. Liston diseñaba sus propios instrumentos, hasta Jack «el Destripador» utilizó uno de sus cuchillos en sus macabros asesinatos, así, Liston era considerado el mejor cirujano del Reino Unido.
El mejor y el más rápido
Su habilidad era tal que en una ocasión extirpó un tumor de escroto que pesó 2 kilos y medio, y en otra, un aneurisma de aorta, pero estos éxitos se mezclaban con otros estrepitosos fracasos, como cuando debido a la extrema rapidez con la que extirpó la pierna de un paciente se llevó también sus testículos, o cuando su velocidad hizo que, junto a la pierna de otro paciente amputara dos dedos del asistente que le ayudaba y, asustado por el incidente, después clavó el escalpelo a un estudiante que los observaba, con la mala fortuna que, tanto el paciente, el asistente y el estudiante murieron por una infección. Así fue como esa intervención pasaría a la historia de la medicina como la única en tener un 300% de mortalidad.
Cierta o no esta historia, las cifras no engañaban. La mortalidad de los pacientes que operaba Robert Liston era de uno de cada diez, mientras que en otros hospitales de Londres ascendía a uno de cada cuatro.

En el siglo I d. C. el médico romano Celsus lo tenía claro:
«… el cirujano debe ser joven (…). Debe tener la mano firme, segura y que nunca tiemble, ser tan diestro con la mano izquierda como con la derecha; tener el ánimo y el valor suficiente para mantenerse firme ante los gritos del paciente (…)».
Ya podemos imaginarnos la escena: sangre por todas parte, delantales rojos, instrumentos sucios, olor a carne putrefacta, manos sucias, gritos, angustia, dolor…
No se conocían las infecciones y el pus se consideraba algo bueno, parte de la curación, hasta que Joseph Lister -un científico que ya mostraba desde chico su interés por la ciencia- descubriera algo que resultó ser determinante: mantener un ambiente limpio, lavarse las manos antes de la cirugía y limpiar las herramientas quirúrgicas disminuía la mortalidad drásticamente.
La medicina del dolor
Muchos enfermos, temerosos del dolor delante de una cirugía, decidían suicidarse antes que someterse a ella. Los gritos que se podían oír hizo que los habitáculos preparados como primitivos quirófanos fueran las estancias más alejadas del hospital.
Algunos dicen que el primer anestesista de la Historia fue Dios: «Jehová hizo caer a Adán en un profundo sueño y le dejó dormido para sacarle la costilla con la que creó a Eva». Así lo explica el Génesis. Pero a través de los siglos, la medicina no se entiende sin el dolor. Muchos de los esfuerzos que se emplearon fueron para mitigarlo, ya sea con mezclas de semillas de pepino, tomillo e hígado de ganso, durante el antiguo Egipto, ya fuera con la adormidera durante el Medievo, o con tantas y tantas otras sustancias a lo largo de los tiempos.
… y aparece la anestesia
Uno de los primeros anestésicos generales que se utilizaron lo encontramos en el antiguo Egipto, la conocida como «Piedra de Menfis». Se desconoce su composición exacta, pero sí se sabe que al calentarse se obtenía una sustancia que producía un estado de adormecimiento a todo aquél que la oliera.
No será hasta el siglo XVIII cuando encontremos las antecesoras de las actuales anestesias. Desde Joseph Priestley, con el óxido nitroso -futuro «gas hilarante» de las fiestas de la alta sociedad-, hasta Horace Wells, que demostró su eficacia como anestésico, en el siglo XIX. Dos meses después de que el Dr. William T. Morton realizara delante de sus colegas médicos la primera intervención con éter, nuestro veloz y afamado cirujano Robert Liston, fue también el primero en utilizarlo en Europa en una cirugía mayor con éxito, sería el 21 de diciembre de 1846, anunciándose en los días posteriores en la portada del People´s Journal el hito: ¡Hemos vencido al dolor!
Un año después, James Young Simpson, asistió el primer parto con cloroformo, ganándose críticas por doquier, pues lo de «parir con dolor» era algo que no podía obviarse en aquella época. Será seis años después, cuando la reina Victoria de Inglaterra -quien no toleraba muy bien eso de tener dolor-, en su octavo parto utilizó con éxito el cloroformo, una nueva forma de parir que no haría otra cosa que ponerse de moda.
Había llegado la hora de los «cirujanos del cloroformo», como se les empezó a conocer. Comenzaba una nueva era en la cirugía y delante de ella, los ojos incrédulos de la «vieja» escuela, que tardaron en aceptarla diciendo que «el uso de la anestesia permitiría a cualquier tonto ser cirujano». No sé, imagino que esto es algo que bien podría aplicarse a los avances que se realizan en nuestros tiempos, ¿no?
Link foto:
Información basada en el artículo de xataca.com de Javier Jiménez.
FJT, en mis tiempos de estudiante aún vi utilizar a un viejo cirujano traumatólogo un horrendo instrumento que era como la bacía del Quijote pero partida en dos, se cerraba fuertemente sobre el miembro a amputar y se empujaban las partes blandas centrípetamente para, entonces, serrar todo de una vez, estirar la piel y partes blandas de nuevo hacia abajo y coser. Tengo entendido que esa cirugía se hacía así incluso durante nuestra guerra civil.
Hola Astolgus,
¡ostras, qué horror! Intenté encontrar ese instrumento (o alguno similar al que describes) en Google pero no lo encontré. Si dispones de alguna imagen te agradería que la compartieras…
Abrazos
Exelente informacion
de aquella especialidad oscura y desconocida para muchos.
Anestesiologia….!!!!!!!!
Hola Samuel,
como curiosidad, cuando el Dr. Simpson y el Dr. J. Snow practicaron el primer parto con cloroformo, todo fue tan bien e indoloro para la parturienta que la niña nacida se bautizó con el nombre de Anestesia.
Saludos
Lo único que siempre me pregunto es xq no dicen que Horace Wells el que descubrió la anestesia fue odontólogo!
Hola Enzo,
sí, así es, de hecho, Horace Wells lo probó en sí mismo extrayéndose uno de sus dientes mientras estaba bajo el efecto del óxido nitroso, con éxito, pero al desmostrarlo en público en el Massachusetts General Hospital, la anestesia fue insuficiente y el paciente gritó como un condenado siendo Wells abucheado.
Saludos
¡Ahí tienes el extraño separador de partes blandas que, apretándolas hacia arriba cortaban con bisturí la piel, dejaban el fémur al aire y lo podían serrar limpiamente, después tiraban de las partes blandas hacia abajo para coser un buen muñón almohadillado para la futura prótesis ¡de madera! como las de los piratas!
Aquí tienes la dirección de la web en donde he encontrado el grafismo.
MedicalExpo
¡Qué bien que lo encontraste! Con tu permiso modifiqué el link para facilitar el verlo…
😉