
Al sur del lago Urmia, en el este de Kurdistán (Irán), existió una ciudad -dicen que una de las más bellas de aquellos tiempos- denominada Hasanlu. Sus gentes vivían felizmente en casas con grandes patios, sus tierras fértiles regadas por las aguas del lago proporcionaban todo lo que necesitaban y sus buenas relaciones con los poderosos y temidos vecinos, los asirios, les permitían vivir en paz. Sin embargo, los trabajos arqueológicos en la zona durante el siglo XX la rescataron del olvido y mostraron su trágico final.
Situada en la principal ruta comercial hacia el Creciente Fértil, puede que su privilegiada situación geográfica fuera el principal motivo de su destrucción, alrededor del año 800 a. C. No se sabe con certeza quienes la masacraron, aunque son más los que apuntan que no fueran los asirios, sino sus otros vecinos, los Urartianos.
El reino urarteo nació bajo la influencia de la todopoderosa asiria, ubicado en una zona montañosa entre el sureste del mar Negro y el suroeste del mar Caspio. Entre el 830 y el 740 a. c., aprovechando la relativa debilidad de Asiria, decidió expandirse. Durante más de un siglo aumentó sus fronteras, hasta que, en el 590 a. c., los escitas aniquilaran el reino de Urartu facilitando que el Imperio de los aqueménidas lo convirtiera poco después en una satrapía más, conocida desde entonces como Armenia. Poco antes, Asiria cayó por el empuje de los caldeos y los medos.
El descubrimiento de un exterminio
Para estudiar estas primeras sociedades sedentarias, el arqueólogo Robert Dyson, se trasladó a Irán en 1956, comenzando sus excavaciones dos años después. Pronto salieron restos de lo que en su día fue la próspera Hasanlu, una ciudad amurallada de 30.000 metros cuadrados, aflorando sus casas y multitud de objetos. Pero lo que más impresionó a los investigadores fue que todas las personas habían sido brutalmente asesinadas. Golpes en la cabeza, extremidades cortadas, decapitaciones… ni los niños, ni los animales se salvaron. Los que no murieron por el hierro, dagas y mazas, lo harían por el incendio que se sucedió después y que acabaría con la vida de muchos.

Entre 1956 y 1974 se realizarían diez excavaciones dirigidas por la Universidad de Pensilvania y el Museo Metropolitano de Nueva York, debiendo interrumpirse en la década de 1970 por los disturbios de la Revolución Islámica. Será en 1972 que se hizo el descubrimiento más sorprendente de todos.
Los “amantes” de Hasanlu
Entre los restos encontrados llamaron poderosamente la atención dos de ellos. En el interior de un recipiente de yeso, probablemente huyendo y escondidos de sus agresores, dos esqueletos colocados uno al lado del otro. El de la izquierda, aparentemente una mujer, con su mano derecha en el mentón del otro, quien parece ser un hombre, como si le diera un último beso, un beso que parece querer sobrevivir al paso de los siglos.
La causa final de su muerte parece ser la asfixia, y aunque el esqueleto de la derecha presenta un agujero en el cráneo, en realidad fue causado accidentalmente por la maquinaria que ayudó en la labor de desenterramiento.
Durante años los dos esqueletos son conocidos como “los amantes de Hasanlu”, pero las últimas investigaciones realizadas por los expertos del Museo de Penn dudan que el individuo de la izquierda sea realmente una mujer. Amantes o no, no cabe duda que la posición de los dos esqueletos dan mucho que pensar.
En la antigüedad, como hoy en día por desgracia, el poder y la avaricia del ser humano llevan a perpetrar actos crueles. Puede que el ocurrido en Hasanlu hace más de 2000 años sea uno más de tantos otros, pero gracias a los supuestos amantes se recuperó del olvido. En la actualidad, los objetos, fotografías y mapas de las excavaciones de ese lugar pueden conservarse y verse en el Penn Museum de la Universidad de Pensilvania, en los Estados Unidos.
Para saber más:
Un video:
Como todos los que escribe hasta el momento que los leo, muy interesante y enriquecedor. Gracias por compartirlo.
Hola Mariza,
pues estás invitada a seguir leyendo los artículos. Espero que sigas encontrándolos igual o más interesantes.
Saludos y bienvenida.
Una imagen de afecto sobrevive a miles de años de horror entre humanos. ¿Cuándo nos dejaremos vivir en paz? Gracias por el artículo con historia, metahistoria e intrahistoria. Ésta, la del vivir cotidiano, sin pretensiones de dominio o de poder, está siendo sofocada por los que se empeñan en dirigir la historia. Polvo serán, mas polvo enamorado encarna en esa imagen. Metahistoria (reflexión sobre la historia): ¿De qué sirven todos esos grandes movimientos si no a posibilitar la vida medianamente feliz en este planeta?
Hola Jose Luis,
cierta o no (me inclino a pensar que no lo es), es de esas imágenes que te invitan a la reflexión. Tanto horror y barbarie, ¿para qué? Todos pierden, nadie gana.
Un saludo
Pero, probablemente, habré idealizado demasiado la supuesta intrahistoria de la vida cotidiana, a juzgar por lo que vemos en la intrahistoria de hoy. La violencia en las relaciones de todo tipo, de esto que he llamado la vida cotidiana. Quedaba bonito el comentario anterior, pero seguramente inexacto. La violencia acompaña todos los niveles y todos los tipos de relación a través de la historia; a la vez y mezclada con las más increíbles muestras de afecto.
El agradecimiento por este artículo y por todo tu blog no quedó quizá demasiado de relieve. Pero, creo que el simple comentario ya supone un feedback implícito, por lo menos, que ha suscitado interés y reflexión.
Mucha salud y gracias.
Un abrazo también para ti, un placer.
Qué hermosa historia, me recuerda una bella canción: y se hicieron leyenda los dos amantes,
enroscados eterna y húmedamente… Gracias, Francisco, por tanta maravilla.
Hola Karla,
te invito a leer otro artículo que puede te guste también… Los amantes de Teruel
Saludos