Ese era el precio de una hamburguesa en EEUU en la primera mitad del siglo XIX tras la aparición de la primera máquina de picar carne. En la década de 1880, el aumento de vaqueros y de producción de carne vacuna, junto al transporte ferroviario de mercancías refrigeradas, ayudó a acercarla en cantidades masivas a las ciudades y a la clase obrera. Para algunos la hamburguesa es el alimento perfecto si tenemos en cuenta la pirámide nutricional, pero en lo que no hay lugar a dudas es de que nació en los Estados Unidos a finales del siglo XIX y principios del XX, convirtiéndose en icono de la gastronomía estadounidense. Desde allí se propagaría al resto del mundo como después hizo la pizza italiana, el döner turco y el sushi japonés.
¿Quién lo inventó?
No podemos asociar su invención a un solo nombre, Charlie Nagreen, los hermanos Franck y Charlie Menches y Oscar Weber Bilby, entre otros, son serios candidatos al título, aunque ya se consumía mucho antes…
Encontramos la primera hamburguesa –rudimentaria, esos sí- en una tumba del antiguo Egipto, un pastel con carne molida en su interior, y la primera documentación escrita en el libro de recetas del gastrónomo romano Marcus Gavius Apicius, en tiempos del emperador Tiberio, en el primer siglo de nuestra era. Este patricio y heredero de una herencia de cien millones de sestercios que le permitió dedicar su vida a lo que más le gustaba, la cocina, se ganaría el apodo de primer gourmet de la historia. En su libro De re coquinaria (sobre materia de cocina) describe cómo elaborar la Isicia Omentata mezclando la carne picada con un chorrito de vino blanco, pan, pimienta y piñones.
Mezcle la carne picada con el pan francés mojado en vino. Mezcle las especias con el preparado. Forme pequeñas hamburguesas e introdúzcales algunos piñones y granos de pimienta. Póngalas en la plancha y cocínelas con un poco de caroenum.
La hamburguesa era un plato fácil de cocinar y de transportar, así que se cree que era un plato muy utilizado por los ejércitos romanos y bien pudieron introducirla durante la ocupación de Germania.

Un plato que evolucionó
Mongoles, tártaros y turcos la consumieron en tiras de carne cruda molida, aderazada con especies. El ejército de Gengis Kan, formado básicamente por rápidos jinetes que cubrían largas distancias sin bajarse del caballo, comían sin detener su marcha los trozos de carne que desmenuzaban con el trotar del caballo. El mismo Marco Polo describe que con la carne de un caballo se alimentaba a cien guerreros al día. Tras la invasión de Rusia pasaría a llamarse filete tártaro, siendo Julio Verne quien lo nombre por primera vez en su novela Miguel Strogoff. De Rusia, la receta del filete tártaro llegará al puerto de Hamburgo en el siglo XVII.
A través de Hamburgo, en 1847, la empresa HAPAG la llevaría a los EEUU, conservándose una carta del restaurante Delmonico´s, uno de los primeros restaurantes “lujosos” de Nueva York, en el que se ofrece como plato en 1834 por 10 centavos, un precio elevado al ser el doble de lo que se pagaba por un simple filete de vacuno.
Se popularizaría por los restaurantes de Nueva York preparándose con carne de vacuno picada a mano -a veces ahumado-, con cebollas y migas de pan, conocida como Hamburg steak, precursora de la actual hamburguesa.
A finales del siglo XIX, gracias a la invención de la máquina de picar carne por el ingeniero alemán Karl Krais, se abasteció de carne en grandes cantidades el mercado, y gracias sobre todo al contexto socioeconómico del final de la Primera Guerra Mundial, con la Gran Depresión de 1929, hizo que durante décadas el precio de una hamburguesa en los Estados Unidos se mantuviera en un nickel (cinco centavos de dólar), un precio asequible para la clase obrera.
Sus otros ingredientes
No quiero olvidarme de los otros ingredientes que la acompañan: el kétchup comenzó a comercializarse en 1869 por el empresario Herny John Heinz, en Pensilvania; la mostaza, cuyos orígenes están en la Antigua Roma, elaborada con mosto y pepitas de uva sin fermentar (mustum ardens), y la mahonesa, que según se cuenta, en la isla de Mahón, en Menorca, durante la invasión francesa en 1756, el Mariscal Richelieu, sobrino-nieto del Cardenal Richelieu, ordenó preparar un banquete en honor de su victorioso general y el cocinero incluyó una nueva salsa con huevos y aceite de oliva, aunque algunos se atreven a insinuar que fue el propio Mariscal quien la inventó.
La hamburguesa moderna
En 1937 los hermanos McDonald´s inauguran un stand de perritos calientes en California y tres años después, tras el éxito del negocio, abren un restaurante en la Ruta 66 que denominan con su famoso apellido. Comprobaron que el 80% de sus ingresos provenían de la venta de hamburguesas y a mediados del siglo XX introdujeron el concepto de comida rápida (Fast Food) al ser baratas y poder llevártelas empaquetadas, incluso sin salir del coche. Las franquicias que surgieron por todo el mundo ayudaron a propagar este concepto de comida.
Ciertamente, si nos paramos a pensar que en la actualidad se consumen 75 hamburguesas por segundo, es decir, casi seis millones y medio cada día, no podemos hacer otra cosa que sorprendernos, y es que no hay que ser un astronauta e ir al espacio para disfrutarlas. 😉

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Yo tengo para mi que la hamburguesa de tu relato (siempre interesante) tiene un precedente en algo que mi mujer y yo, así como mis amigos cocinábamos en UK que era Strogonoff de Carne con arroz un plato único que te llenaba y nos costaba poco. Las hamburguesas son la popularización que a chicos y chacos encantan y las piden en todo tipo de combinaciones: con queso, tomate, pepinillos, cebolla pochada o no, huevo frito o duro, salsas mayonesa, ketchup… Creo firmemente que si alguien con poder suprimiese pasta (macarrones, tellarines, pizzas, etc) y hamburguesas se armarían unas manifestaciones dispuestas a conquistar la Moncloa, el Elíseo, el Kremlin…
Hola Astolgus,
¡ja, ja, ja! Pues sí, vete tú a saber, aunque no me extrañaría nada.
Un abrazo y te dejo, voy a merender… ¡una hamburguesa!