Anécdotas en la historia hay cientos, miles, algunas divertidas, otras no tanto. En los próximos tres artículos os mostraré algunas muy curiosas, y si me lo permitís hablaré solo de las primeras, porque para qué pasar malos ratos. Mozart, Lumière y Schopenhauer son los tres protagonistas de hoy, y no, no son los de la foto.
Wolfgang Amadeus Mozart

Genio como pocos y prodigio desde pequeño, cuando tenía cuatro años tocaba el clavicordio y componía pequeñas obras que para alguno ya podría considerarse dificultosa; a los seis, tocaba con destreza el violín y el clavecín. Leía música a primera vista y tenía una memoria prodigiosa. Con diecisiete años fue contratado como músico en la corte de Salzburgo.
Joseph Haydn dijo de él que «la posteridad no verá tal talento otra vez en cien años».
Un joven aspirante a músico pidió en una ocasión a Mozart que le dijera cómo había de componer una sinfonía.
-Tú eres muy joven —le contestó Mozart—. ¿Por qué no comienzas con baladas?
-Vos compusisteis sinfonías a los diez años —replicó el jovencito.
-Sí —respondió Mozart—, pero yo no pregunté cómo se componían.
Auguste Lumière

Tras regresar de París, su padre trajo un kinetoscopio, un invento de Thomas Alva Edison, mostrándoselo a Auguste y su hermano, Louis Jean. A partir de 1892, empezaron a trabajar en la posibilidad de fotografiar imágenes en movimiento y tres años después inventaron el cinematógrafo.
Rodaron su primera película La sortie des ouvriers des usines Lumière à Lyon Monplaisir y la presentaron tres días después del rodaje, en una sesión de la Société d´Encouragement à l´Industried Nacional en París.
Patentaron posteriormente un proceso para realizar fotografías en color y la fotografía en relieve. Puede que su más que holgada posición económica, junto con el interés que tenían hacia la ciencia les hiciera menospreciar las posibilidades comerciales del cinematógrafo, aunque ofrecieron su invento siempre que era requerido en algún importante evento, convirtiéndose en un negocio rentable, pero poco más.
En cierta ocasión, Auguste Lumière, comentó:
-Mi invención será explotado durante un cierto tiempo como una curiosidad científica, pero, aparte de esto, no tiene ningún valor comercial.
Vaya, que genio inventor era un rato, pero visión comercial… ninguna.
Arthur Schopenhauer

Considerado uno de los más brillantes filósofos del siglo XIX, este filósofo alemán fue uno de los mayores exponentes del pesimismo profundo y el idealismo occidental. Impartió clases en la Universidad de Berlín y al empezar uno de sus cursos, hizo esta pregunta a los alumnos:
-¿Quisiera saber si alguno de ustedes conoce mi ensayo sobre la influencia de la mentira en las relaciones humanas?
Se levantaron muchas manos, y Schopenhauer exclamó:
-Muy bien. Ahora sé que voy a poder hablar de este tema con conocimiento de causa, pues la gran verdad es que yo jamás he escrito ese ensayo.
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