¡Qué me dices! (XIV)

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Será por sillas..

«Quien se fue de Sevilla, perdió su silla»

Una expresión muy popular utilizada para dar a entender la pérdida de privilegios o posesiones que tenían por el simple hecho de haberlos abandonados momentáneamente.  Existen adiciones como “Quien fue a Sevilla, perdió su silla, y quien fue a Aragón se la encontró” o “Quien fue a Sevilla, perdió su silla, y quien fue a Jerez, la perdió otra vez”, entre otras. Este dicho alude a un hecho histórico sucedido en el siglo XV, que tiene como protagonistas a un tío y su sobrino, ambos enfrentados, ambos arzobispos.

Alonso I de Fonseca, arzobispo de Sevilla desde 1454, quien casó al rey castellano Enrique IV «el Impotente» con Juana de Portugal ese mismo año, en 1460 influyó para que su sobrino y deán de la Catedral de Sevilla, Alonso II de Fonseca, fuera nombrado arzobispo de Santiago de Compostela.

El conflicto

Durante la segunda mitad del siglo XV el problema de la sucesión de Enrique IV llevó a una serie de enfrentamientos, a consecuencia de la ausencia de un heredero claro al reino de Castilla. La nobleza castellana, dividida, hizo que se viviera en un conflicto permanente.

Cuando Alonso II llegó a Santiago de Compostela en 1460 para ocupar el arzobispado, en sustitución del arzobispo Rodrigo de Luna, le acompañaba su madre Catalina de Fonseca y su hermano Luis de Acevedo. Entonces, el mandato de su predecesor fue muy complicado y le enfrentó al noble caballero gallego Bernal Yáñez de Moscoso, pertiguero mayor de la tierra de Santiago, uno de los líderes del alzamiento contra el arzobispo en su castillo. Alonso II apoyó a Rodrigo Maldonado en 1462, pero fue hecho prisionero, condenándole dos años a la cárcel en Noya (La Coruña) en la fortaleza de Vimianzo. Su familia en connivencia con él intentó pagar un rescate con dinero y joyas de la catedral santiaguesa lo que provocó un escándalo mayúsculo y su destierro durante diez años.

Alonso II solicitó ayuda a su tío para apaciguar los ánimos entre la población de Galicia y para cumplir la condena, tío y sobrino decidieron intercambiarse las sedes en 1465, así, Alonso I se trasladó a Santiago de Compostela y Alonso II regresó a Sevilla.

En  menos de cinco años volvió la calma a Santiago de Compostela, volviendo Alonso I a la capital hispalense. Al llegar se encontró que su sobrino no quería devolverle la silla arzobispal, debiendo intervenir el duque de Medina Sidonia y Beltrán de la Cueva apoyado por el propio rey Enrique IV que se personó en Sevilla. Finalmente, la bula papal de Pío II obligó a Alonso II a regresar a Compostela cediendo a su tío el arzobispado de Sevilla.

Alonso II ocupó nuevamente el arzobispado de Santiago de Compostela, siendo el último arzobispo con poder militar. Durante este tiempo se construyeron la Torre del estribo de la catedral, actual Torre del Reloj, y algún pazo en la ciudad. Cedió el arzobispado de Santiago a su hijo, Alonso III, en 1507, y falleció cinco años después. Hoy podemos ver el sepulcro del arzobispo Alonso II de Fonseca en el Convento de «Las Úrsulas» de Salamanca, elaborado magistralmente en mármol blanco por Diego de Siloé.

Imagino que alguno de vosotros os percatasteis que el dicho debe decir que la ausencia perjudica, no al que se fue a Sevilla, sino al que se fue de ella. Sin duda, el tiempo hizo caer en el olvido estos hechos y el habitual empleo de la frase hizo que con el tiempo sufriera esta pequeña, pero importante modificación. De todos modos, se trata de otra expresión que oculta mucha historia.

Links fotos:

Belén Martínez; José Luis Filpo Cabana

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