Paseando por algunos barrios de Ciutat Vella, entre catedrales y murallas, comprobamos que muchas de sus calles -y algún que otro edificio- mantienen el nombre del oficio que en ellas se realizaba durante el Medievo. Agrupados en gremios, era importante pertenecer a alguna de estas asociaciones pues significaba una manera de alcanzar un bienestar social difícil de conseguir de otra manera.
Desde su fundación en época romana la ciudad no dejaría de crecer, hasta que en el siglo XIII, las murallas que la rodeaban quedaron pequeñas surgiendo nuevos barrios como el de la Ribera y el del Raval. La estrechez de sus calles contrastaba con la amplitud de la Rambla, un lugar de encuentro y paseo que se llenaba de agua de las montañas cuando llovía, un lugar donde hoy disfrutan miles de turistas venidos de todo el mundo cuando visitan la ciudad de Barcelona.
Los oficios en el nomenclátor
Las personas que trabajaban en un mismo oficio terminarían por instalarse en la misma zona, dando con el tiempo el nombre de su profesión a la propia calle:
- La calle de la Argentería, donde se comerciaba con los metales preciosos y según se cuenta fue la primera calle de la ciudad en tener aceras.
- La calle del Corretger, donde se fabricaban cinturones y correas de cuero, cuyo gremio data de 1424; la calle dels Cotoners, de 1433; la calle dels Sombrerers, con unas ordenanzas de 1545; la calle dels Mirallers, en la que se fabricaban espejos desde al menos el año 1492.
- En la calle Canvis Vells se dedicaba al cambio de moneda, en la calle de les Caputxes se confeccionaban prendas para cubrir la cabeza y en la de la Petxina se vendían almejas y mejillones.
- Según una leyenda, en la calle dels Corders se instaló el gremio más rico de todos, el de vendedores de cuerdas, hechas con cáñamo o intestinos de animales. Entre sus clientes destacaban los propietarios de barcos mercantes y los representantes de la justicia, quienes daban generosas donaciones a cambio de ser muy diligentes en la calidad de las cuerdas que compraban para ahorcar a los condenados a muerte, ya que, si una cuerda se rompía, el reo obtenía la libertad.
… y así hasta 126 gremios, muchos de origen medieval.

Derechos y obligaciones
Los artesanos se agrupaban en corporaciones de oficios y a partir del siglo XIV darían paso a los gremios para defender sus intereses, una corporación que perduró hasta la Revolución Industrial. En ellos se redactaban unas Ordenanzas –previa aceptación del monarca- en las que se fijaban los derechos y las obligaciones de sus integrantes.
Entre las obligaciones que se imponían encontramos la de asistir a la fiesta patronal y el compromiso de no trabajar ese día, así como el de acudir al entierro de los agremiados, pero claro, siempre podía eximirse de ir si se pagaba cierta cantidad de dinero, dinero que, por otra parte, se repartía entre los más pobres. También era obligado pagar una cuota al ingresar en la cofradía, admitiéndose menores de edad y mujeres.
Con el tiempo se incluyeron en los Capítulos ordenanzas que estipulaban la calidad que tenían que tener los productos elaborados y el examen que debían de pasar los aprendices para poder adquirir la oficialía, requisito imprescindible para abrir un taller en el futuro. El maestro del taller era el encargado de formar a los aprendices y estos podían presentarse a un examen de suficiencia, pero no antes de tres o cuatro años según el gremio.
No todo eran obligaciones, sino que pertenecer a un gremio permitía disponer de un lugar para el entierro, subsidios de viudedad y pobreza y ser asistidos en caso de enfermedad, unos derechos similares a los que actualmente se tienen si hablamos de sindicatos, mutuas…
Los gremios formaban parte de las cofradías que a su vez estaban bajo la protección de un santo, su patrón. Actualmente siguen existiendo algunas de estas asociaciones, si bien ya no disponen de privilegios que los distingan de cualquier otra asociación del mismo oficio.
El gremio dels Sabaters (Zapateros)
Es uno de los más antiguos según la documentación que se conserva y se encuentra en la placita de Sant Felip Neri. A partir del permiso real de Pedro el Católico en 1200 -se cree que mucho antes ya existía-, tres años después solicitaron al Obispo de Barcelona disponer de una capilla en la Catedral dedicada a su patrón, San Marcos. Con el tiempo, la nueva Catedral gótica conservaría su capilla, pudiendo admirarse hoy en día el altar barroco de 1692. Como curiosidad mencionaré que el suelo del claustro de la Catedral está lleno de zapatos pues es allí donde se enterraban los maestros zapateros, repicando las campanas cada vez que moría un miembro del gremio, costumbre que perduró hasta 1936.
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