Ya hablamos en el blog de mujeres sobresalientes que destacaron en épocas dominadas por el hombre: Agnócide, Hildegarda de Bingen, Dolors Aleu Riera y Maria Curie, son buen ejemplo de ello. Si ahora os pregunto por la primera mujer en conseguir un doctorado en el mundo, ¿sabrías decirme su nombre?
Se trata de Juliana Morell. Puede que su vida no se conozca como se debiera, pero sorprende aún más el hecho de que consiguió ese doctorado con tan solo… ¡14 años de edad! Nacida en Barcelona, en 1594, cuando tenía cuatro años los monjes dominicos que la educaban dijeron que ya no podían enseñarle nada más. Con siete años hablaba griego, latín y hebreo, a los diez años tradujo la Biblia en esas tres lenguas, a los doce dominaba el árabe, caldeo, italiano y francés, y a los 14 defendió su tesis en Dialéctica y Ética recitada ante Pablo V en el palacio pontifico de Aviñón, obteniendo el grado de doctora summa cum laude. Por entonces dominaba 14 idiomas.
Su madre murió siendo ella muy pequeña y debido a una supuesta implicación en un homicidio por parte de su padre, hombre culto y banquero de profesión, tuvo que huir a Lyon a los siete años de edad. Su progenitor, viendo las capacidades de Juliana, la exhibió en público como niña prodigio, causando admiración y llenando las salas por donde pasaba. Le buscó a los mejores profesores de la universidad para estudiar materias como la física, el derecho civil y canónico, la astronomía, la filosofía, las matemáticas…
Su vida cambió para siempre tras doctorarse al concertar su padre su matrimonio, pero Juliana decidió cambiar el rumbo de ese destino. En el año 1609, bajo la protección de la Condesa de Comté, ingresó en el monasterio de Santa Práxedes de Aviñón, un año después hizo los votos. La dote aportada (unos 300 escudos) fue aportada por la caridad del papa Pablo V y el decano de los cardenales de Aviñón, Francisco Joyeuse. Su padre, tras aceptar la decisión de su hija le fue enviando dinero, muebles y maderas para la reconstrucción del monasterio, así como unos 400 escudos tras su muerte.
Pasó el resto de su vida formando a otras monjas. En 1613 se convirtió en priora, cargo que ostentaría en dos ocasiones más. Durante ese tiempo ampliaría el coro, reestructuraría las dependencias del convento, hizo separar las monjas de las novicias y a su vez de las jóvenes internas, hijas de nobles o de familias católicas que eran enviadas al monasterio para educarse. En su tercer priorato, a partir de 1648, estableció un silencio perpetuo tal como observaban las Constituciones de Santo Domingo y la Regla de San Agustín.
Siempre fue una dominica singular con criterios no siempre coincidentes con su Orden. Entre sus lecturas favoritas tenía el libro del jesuita Alfonso Rodríguez, Ejercicio de perfección y virtudes cristianas, viendo en él un modelo a transmitir a sus novicias, entre ellas la educación. Como era habitual en los centros educativos de niñas en Aviñón, seguía la Regla de San Agustín, y tenía en el silencio y la obediencia los principios fundamentales de su pensamiento. Defendía que hablar mucho no era bueno y que antes de dar el mensaje que se quería transmitir era muy importante premeditar lo que se iba a decir. Llevó a tal extremo la regla del silencio que entre 1609 y 1610 enmudeció y no emitió palabra alguna, mostrando sus emociones tan solo con gemidos y sollozos.

Nunca dejó de escribir, no tanto para manifestar sus propios pensamientos, sino para traducir textos, como gran parte de la obra de san Vicente Ferrer y la regla de San Agustín.
Fue considerada como “un milagro de su tiempo” y alabada por escritores como Lope de Vega. En mi opinión, publicó menos de lo que podría esperarse de su saber e inteligencia, pero optó libremente hacer lo que sentía. Murió en 1656 y está enterrada en el mismo convento donde pasó toda su vida. Además, es una de las tres únicas mujeres que aparecen citadas en el paraninfo de la Universitat de Barcelona.
Información basada en el artículo de Rosa Mª Alabrús Iglesias Silencio y obediencia en el proyecto educativo de la catalana Juliana Morell (1594-1653). Universitat Abat Oliba CEU (Barcelona)
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Era superdotada, está claro. Pena que el tiempo que vivió marcara tanto su vida. Un saludo.
Hola Marta,
desgraciadamente, su capacidad intelectual se aprovechó solo para traducir libros en el convento y no para publicar obras originales con sus conocimientos. Una verdadera pena.
Saludos
De hecho, quien sabe si se hubiera hecho monja si su padre no la hubiera forzado a casarse… Triste.
Muy bueno tu artículo! No la conocía.
Hola Poupée,
encontré de lo más interesante presentarla en el blog por ese motivo. Se conoce mejor a Agnócide y Hildegarda de Bingen, entre otras, de hecho, ya les dediqué algún artículo, pero de Juliana Morell hay muy pocas referencias en la red.
Un saludo