Gaudí y su vitrina: el inicio de todo

En la imagen se puede ver en el centro a Gaudí; a su lado, con sombrero, a Puntí y en el margen derecho, con sombrero, a Esteban Comella en el taller de Eudald Puntí.

Entre todos los objetos que podían verse en la Exposición Universal de París de 1878 uno llamó poderosamente la atención del industrial catalán Eusebi Güell. No se trataba de la cabeza de la estatua de la Libertad expuesta en el Campo de Marte, ni tampoco ninguna de las estatuas de los seis continentes que ahora pueden verse frente al museo de Orsay, sino una pequeña vitrina cuyo diseño modernista y su funcionalidad le impresionaron. Quiso conocer a su autor, por entonces un joven desconocido y recién licenciado, Antoni Gaudí, y tras el encuentro nació una de las relaciones más fructíferas que ha dado la historia.

La vitrina, que obtendría la medalla de plata en la Exposición, fue un encargo de Esteban Comella para exponer los guantes que vendía en la tienda situada en la calle de Avinyó 5, en el distrito de Ciutat Vella, de Barcelona.

Realizada en el taller de Eudald Puntí, uno de los principales colaboradores de Gaudí en sus primeros años, presentaba un basamento de madera, una cresta metálica en su parte superior decorada con bellos motivos vegetales y seis vidrios permitían ver los guantes expuestos con una visión de 360º.

Güell, al regresar a Barcelona, se dirigió a la guantería -de la que era cliente habitual- y preguntó por Gaudí. Comella le acompañó al taller Puntí y allí se conocieron iniciando una relación tanto profesional como personal que duraría toda la vida, brindándole no solo el apoyo económico que necesitaba el arquitecto, sino una relación familiar y de amistad que perduraría para siempre.

Güell le encargó una serie de proyectos arquitectónicos mundialmente reconocidos como las Bodegas, los Pabellones, el Palacio y el parque Güell, así como la Capilla de la Colonia Güell. No será hasta el año 1883 que Gaudí aceptaría hacerse cargo de las obras del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, proyecto al que se entregaría en cuerpo y alma hasta su muerte.

¿Qué hubiera sucedido si Güell no se hubiera fijado en esa vitrina? Probablemente, a Gaudí le bastara su talento para encontrar, antes o después, un mecenas que le permitiera desarrollar su genio, pero también es probable que en la actualidad no pudiéramos disfrutar ni del Palacio, ni del parque, ni del resto de edificaciones encargadas por ese visionario industrial catalán que fue Güell, consideradas hoy Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

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