La OMS y otras organizaciones internacionales vigilan la evolución del coronavirus ante el temor de que pueda convertirse en una pandemia mundial. Mientras el presidente chino, Xi Jinping, insiste que China puede derrotarlo, se dan a conocer los primeros casos de contagio en otros países. Los coronavirus son una extensa familia de virus, algunos de los cuales pueden ser causa desde un simple resfriado hasta el SRAS (síndrome respiratorio agudo severo). Pero no, hoy no hablaré del coronavirus -de eso ya nos bombardean en prensa y televisión-, sino de otra infección mucho más mortífera: la malaria.
En contadas ocasiones hablo de personajes contemporáneos a nosotros, hoy haré una excepción, el Dr. Pedro Luis Alonso Fernández bien lo merece. Nació en Madrid y trabajó como investigador muchos años en el Hospital Clínic de la Universidad de Barcelona. Pocas personas en el mundo han dedicado toda su vida profesional en descubrir una cura definitiva para una de las enfermedades más letales y que más sufrimiento ha ocasionado en la historia de la humanidad, además, a pesar de los esfuerzos dedicados en los últimos años resurge con más fuerza que nunca. Me refiero a la malaria y a la búsqueda de una vacuna, algo que se remonta 100 años atrás.

Como bien dice el Dr. Pedro Alonso «no hay un solo inventor, hoy las cosas no funcionan así, son distintas personas en distintos momentos». Desde los años 2000 la OMS le encargó evaluar su eficacia en los niños africanos y el 25 de abril de este año, coincidiendo con el Día Mundial de la Malaria, comenzó en Malawi la primera campaña de vacunación infantil universal contra la malaria en el mundo y a lo largo de estos meses se realizará también en Ghana y Kenia.
La vacuna RTS,S/AS01 está registrada bajo la denominación comercial Mosquirix y se trata de la primera vacuna contra un parásito humano (de aquí, en parte, la dificultad de su obtención). A día de hoy es la única capaz de reducir la enfermedad entre la población infantil y aunque su protección es «solo» del 40% esto puede tener un gran impacto a nivel mundial. Un dato, se podrán prevenir cada año cerca de 400.000 muertes, la mayoría -que no todos- niños del África subsahariana.
La malaria en la historia
Pocas enfermedades (o ninguna) han dejado una huella tan profunda en la historia de la humanidad. Se piensa que pudo haber causado la muerte de la mitad de la población que ha habitado el planeta y encontramos signos de su presencia en restos homínidos. En su forma primitiva tiene más de cien millones de años de antigüedad, según el entomólogo George Poinar Jr. de la Universidad Estatal de Oregón, que obtuvo la prueba más antigua de su presencia en el ADN del parásito aislado de mosquitos atrapados en ámbar de 30 millones de años, idea que inspiró al escritor Michael Crichton en su novela Parque Jurásico.
Encontramos sus síntomas escritos en el Papiro Ebers de Egipto, en tablillas de arcilla de la biblioteca Asurbanipal en Mesopotamia y en el texto de medicina china Neijing. Personajes históricos tan importantes como Tutankamón, Alejandro Magno, Gengis Kan, Dante, Vasco de Gama y Carlos V bien pudieron morir a consecuencia de malaria. En la Antigüedad clásica, Hipócrates clasificó las fiebres periódicas y hacia el año 168 a. C. en China se utilizaba para tratar múltiples enfermedades (entre ellas las hemorroides) una planta medicina conocida como Artemisia annua. Hoy, un derivado de ella es utilizado para tratar la malaria. Por cierto, el nombre de malaria se lo puso Francesco Torti, al pensar que se transmitía por el «mal aire» (mal aira) que emanaba de los pantanos.
En la década de 1870, Patrick Manson, un científico clínico que trabaja en Asia, relacionó por primera vez la malaria con un mosquito vector, aunque erró a la hora de explicar que los mosquitos infectados se descomponían en el entorno y las personas se infectaban al ingerirlo en el agua u otros elementos.
El descubrimiento del agente causal es del cirujano militar francés Charles Louis Alphonse Laveran, en 1880 durante su estancia en Argelia. A diferencia de otros médicos, Laveran solía mirar muestras de sangre fresca. Un día, dejó su microscopio por un tiempo y cuando regresó, la muestra de un paciente afecto de malaria estaba llena de plasmodios retorcidos. Cuatro años después, Ronald Ross viajó a la India para encontrarse con Patrick Manson y demostrar cómo se transmitía. Es entonces que se inicia una rivalidad entre británicos e italianos para hacerse con el mérito de ser los descubridores del agente transmisor de la malaria. Será en 1896 que Giovanni Battista Grassi y Amico Bignami publicaron la hipótesis de que la picadura del mosquito transmitía la malaria a los humanos. Ross, que nunca destacó por hacerse amigos, desacreditó dicha publicación alegando que sus observaciones fueron escasas y el resto lo obtuvieron de los informes de propio Ross. Sin embargo, dos años después de la publicación de su hipótesis, Bignami y Grassi fueron pioneros al infectar experimentalmente a un voluntario humano con malaria mediante la picadura del mosquito parasitado, concretamente el Anopheles. Inesperadamente, el Premio Nobel de Fisiología o Medicina del año 1902 terminaría por concederse a Ross.
Con la Primera Guerra Mundial las naciones comenzarían en invertir en su investigación y tratamiento. Paul Ehrlich desarrolló el primer antipalúdico sintético, el azul de metileno, pero a los soldados nunca les gustó por teñir de azul la orina y la esclerótica de los ojos. Durante la Segunda Guerra Mundial se desarrolló la potente cloroquina, pero pronto aparecieron resistencias que la convirtieron en ineficaz.
Comprobando que era difícil eliminar el parásito, los esfuerzos que resultaron ser más eficaces fueron los dirigidos contra el parásito que lo transmitía. En 1939, el químico suizo Paul Hermann Müller descubrió el insecticida conocido como DDT que fue utilizado hasta la década de los años sesenta.
Según palabras del Dr. Pedro Alonso, la invención de la vacuna no es cosa de una persona, sino de muchas. Sin lugar a dudas, una de ellas es la china Tu Youyou, conocida también como la profesora de los tres noes al no poseer un título de posgrado, no haber trabajado fuera de su país y no pertenecer a ninguna academia china, sin embargo, fue la primera mujer china en ganar un Nobel, en 2015, parte del Premio Nobel de Fisiología o Medicina «por sus descubrimientos relativos a una nueva terapia contra la malaria». El mérito de Tu Youyou fue el buscar en la medicina tradicional china la receta sobre la forma de preparar un remedio para las fiebres periódicas, encontrando la artemisinina, que es con la que se trata actualmente. No sé si fue premonitorio del éxito de su hija, pero los padres de la Tu Youyou le pusieron al nacer su nombre de un antiguo proverbio chino «You, you, bala el ciervo, pastando la artemisa de los campos».
Una enfermedad muy presente
La malaria (paludismo) se transmite al ser humano por la picadura del mosquito Anopheles hembra infectados con parásitos del género Plamodium, de las que la especie falciparum es la más mortal. Entre los 10 y 15 días tras la picadura aparece un síndrome febril agudo que si no se trata precozmente puede agravarse, llevando frecuentemente a la muerte. En las zonas donde la enfermedad es endémica, las personas pueden adquirir un cierta inmunidad que posibilita la aparición de infecciones asintómaticas.
Como decía antes, más del 90% de los casos y fallecimientos por la enfermedad se produjeron en la Región de África y aunque la fumigación con insecticidas ha sido y sigue siendo una de las acciones más eficaces para reducir su transmisión, la aparición de resistencias a la artemisinina, el compuesto básico utilizado entre los tratamientos combinados recomendados por la OMS, hizo más urgente la aparición de una vacuna eficaz.
La malaria es una enfermedad del pasado, presente y en nuestras manos está que no lo sea del futuro. Se acaba de dar un paso histórico en la erradicación de esta enfermedad, pero no es el definitivo. Hay que mejorar la vacuna y los niveles de su eficacia, pero no cabe duda de que salvar cada año a medio millón de personas, en su mayoría niños, es un hito a celebrar. Por cierto, muestra del interés e importancia de la malaria es el hecho de que se han otorgado cinco premios Nobel a trabajos relacionados con ella. ¿Puede que a corto plazo se conceda un sexto premio Nobel?
Para saber más:
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Información basada en distintas fuentes, mención especial el artículo de Xavier Fernández en isglobal.org
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