Existen tesoros desaparecidos que se han perdido para siempre y otros que siguen ocultos esperando a ser encontrados. Algunos de existencia legendaria, otros confirmada como los que se expoliaron durante la Segunda Guerra Mundial: obras de arte, antigüedades, joyas e ingentes cantidad de oro y dinero.
Muchos son los que siguen buscando el oro de Yamashita, el tesoro robado por soldados japoneses en el sudeste asiático; la fortaleza construida en los Alpes para alojar la cúpula nazi tras una eventual derrota en la que se piensa se depositaron numerosos tesoros de guerra; el buque Awa Maru, que transportaba miles de millones de dólares en oro y joyas, interceptado y hundido en el estrecho de Taiwán por un submarino norteamericano, así como el tren del oro nazi, un convoy cargado del metal precioso. Uno de esos tesoros expoliados por los alemanes es la «Cámara de ámbar», sustraída del palacio de Catalina en San Petersburgo (antigua Leningrado), elaborada con seis toneladas de ámbar, más valioso que el oro, y con un valor ajustado por la inflación de unos 142 millones de dólares.
La construcción de la «Cámara de ámbar»
Elaborada por dos equipos de artesanos daneses y alemanes, su diseño es del escultor Andreas Schülter, un encargo para el palacio de Berlín de Federico I de Prusia en el año 1701. Con una superficie de cincuenta y cinco metros cuadrados además de la ingente cantidad de ámbar, la adornan gemas, espejos y oro. Tras su muerte, su hijo, Federico Guillermo I de Prusia la regaló al zar Pedro I el Grande en 1716, para sellar su alianza contra Suecia.
La emperatriz Isabel I ordenó instalarla en la residencia de verano de los zares de Rusia, el palacio de Catalina de Tsárskoye Seló, añadiéndose otros cuarenta metros cuadrados de ámbar, donde pasó largas horas, y años después, la emperatriz Catalina la Grande la utilizó para recibir visitas.
El ámbar es una resina de origen vegetal que se desprende de los troncos de las coníferas desde hace millones de años. Es en la región del mar Báltico donde encontramos una de las zonas con mayor cantidad y con el ámbar más antiguo y apreciado del mundo. Esta resina es muy poco común y su precio puede superar al del mismo oro.
El expolio nazi
La «Cámara de ámbar» permaneció intacta tras la Revolución de 1917 y la posterior guerra civil, no así tras la invasión nazi. Tras el inicio de la Operación Barbarroja en junio de 1941, nombre en clave dado por Adolf Hitler al plan de invasión de la Unión Soviética, Leningrado soportó uno de los asedios más largos y cruentos de la Segunda Guerra Mundial en el que durante casi novecientos días murieron más de 1 200 000 personas. Agonizaron familias enteras de hambre y frío. La población se alimentaba de sus propios animales domésticos, incluso ratas, y no era raro ver compraventa de cadáveres humanos para alimentarse y sobrevivir.
Antes de este horror anunciado el gobierno soviético trató de trasladar la Cámara hacia Sverdlovsk, junto con la mayor parte de otros tesoros y obras de arte de la ciudad y así evitar ser robados. Al no poder desmantelar la habitación sin romper los paneles del ámbar debido a su fragilidad, decidieron dejarla en su emplazamiento y simplemente la escondieron cubriéndola con papel. Esto no fue suficiente y las tropas alemanas, que tenían esta Cámara entre los tesoros a saquear tras la invasión, la descubrieron durante la ocupación de la ciudad el 17 de septiembre de 1941. Entre los nazis se encontraba Alfred Rohde, uno de los mayores expertos de arte de la época y lo que no pudieron hacer los especialistas rusos lo consiguieron los especialistas alemanes en 36 horas. Extrajeron los paneles de las paredes y por orden de Erich Koch, gobernador de varios territorios ocupados por Hitler, fueron trasladados al Castillo de Königsberg, actual Kaliningrado y capital de Prusia Oriental.
La búsqueda de la Cámara
El Castillo de Königsberg fue dañado durante el bombardeo de la ciudad en julio de 1944 por la RAF británica, y en enero de 1945 el avance del Ejército Rojo obligó a evacuar hacia el oeste los tesoros acumulados por los alemanes en dicho castillo, y es a partir de entonces que se pierde la pista a la «Cámara de ámbar» y comienzan las conjeturas.
Unos dicen que fue evacuada en un barco alemán y que este naufragó, otros que nunca fue retirada y acabó destruida por los bombardeos, sin embargo, a pesar de ser buscada por tierra y por mar, nunca se encontró.
Dos cazatesoros, Erich Stenz y Georg Mederer, la localizan en la República checa, a tan solo 250 kilómetros de Berlín, en el castillo de Frýdlandt. Contactaron con una cocinera que trabajó en el castillo durante la ocupación nazi y que en su lecho de muerte en el año 2013 afirmó que una noche llegaron varios camiones de las SS y a escondidas del personal descargaron numerosas cajas ocultando lo que contenían en un falso muro del sótano. En 2014, Stenz informó de ello a la autoridades checas solicitándoles permiso para derribar el muro, negándosele la petición a día de hoy.
Otras hipótesis apunta que se encuentra en unos túneles descubiertos en el año 2015 en la Baja Silesia en Polonia, donde los georadares descubrieron una imagen compatible con un convoy nazi en el que se especula que alguno de sus vagones contenga la Cámara junto a otros tesoros.
Según las últimas investigaciones -probablemente más creíbles-, la Cámara fue fragmentada en miles de piezas que fueron vendidas y distribuidas, probablemente sin conocer su distinguido origen.
En el año 2003 un grupo de empresas alemanas regaló una copia exacta de la «Cámara de ámbar» instalada en su ubicación original en el Palacio de Catalina y en su inauguración estuvieron presentes el presidente Vladímir Putin y el canciller alemán, Gerhard Schröeder, como broche final al 300 aniversario de la ciudad de San Petersburgo. El valor de esta copia es de diez millones de dólares y utilizaron ocho toneladas de ámbar, convirtiéndola en la habitación más cara del mundo.
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