
Encontramos el origen de la palabra museo en el griego «mouseion», que alude a los templos donde se veneraba a las nueve diosas que personificaban las artes, las Musas Griegas. Hasta hace poco tiempo se pensaba que la voluntad de salvaguardar la identidad cultural de las civilizaciones comenzó en la antigua Grecia y en la ciudad de Alejandría con sus museos y bibliotecas, sin embargo, hay que retroceder un poco más en el tiempo, concretamente al siglo VI a. C., para encontrar el hasta ahora considerado el museo más antiguo de la historia, el museo de una princesa, la princesa Ennigaldi.
Durante la Edad Media y después con el Renacimiento, iglesias y palacios acumulaban el arte del continente europeo. Entonces los museos los disfrutaban unos pocos, así, en tiempos de los Médici, su palacio Galería Uffizi albergó una magnífica colección de arte. El Museo Ashmolean de la Universidad de Oxford, en Inglaterra, fue el primer museo del mundo abierto al público, en 1683, gracias a la donación de la colección privada de «curiosidades» reunidas por Elias Ashmole de su colección privada, y desde entonces, el Louvre, el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, el Museo Británico, la National Gallery, el Hermitage… y el Prado, que este año cumple 200 años de su inauguración, han cumplido y seguirán cumpliendo con creces el objetivo de conservar millones de objetos de todo tipo mostrándolos a apasionados de la Historia y del Arte con mayúsculas, un legado imperecedero para futuras generaciones.
El descubrimiento
En la imagen podemos ver a T.E. Lawrence, más conocido por todos como Lawrence de Arabia, y al arqueólogo británico Sir Charles Leonard Woolley en 1913 durante la prospección arqueológica en la actual frontera turco-siria, de la ciudad de Karkemish, famosa por la batalla del mismo nombre entre egipcios y babilonios. A Leonard Woolley se le considera el primer arqueólogo moderno y tras trabajar tres años en el Museo Ashmolean dirigió diversas excavaciones por Siria y Egipto, aunque si por algo se le recuerda fue por haber encontrado evidencias geológicas del diluvio de Gilgamesh y sus excavaciones en la antigua ciudad sumeria de Ur entre 1922 y 1934.
Mientras excavaba el complejo palacial y el templo de Ur junto a su esposa Katharine y su ayudante, Max Mallowan, segundo marido de Agatha Christie, comenzaron a desenterrar a tan solo 150 metros del Zigurat de Ur múltiples objetos de épocas diferentes cuidadosamente dispuestos con tambores cilíndricos de arcilla con etiquetas en tres idiomas diferentes -a modo de identificación- el más reciente era siete siglos más antiguo que el pavimento del edificio que estudiaban y el más viejo databa de dos mil años atrás. Acababan de encontrar un museo de antigüedades de aquellos tiempos, un museo dentro de un museo concebido por la princesa Bel-Shalti-Nannar, conocida como Ennigaldi-Nanna.

Nabonido, último rey del Imperio Babilónico entre 556 a. C. y 539 a. C. dirigió de igual forma que los arqueólogos de hoy en día las excavaciones en Sippar que buscaban los templos de Šamaš, el dios sol, la diosa guerrera Anunitu, y el santuario que Naram-Sin construyó al dios de la luna, en Harran, restaurándolos. Los objetos hallados por Nabonido procedían de yacimientos del sur de Mesopotamia, datados entre el 2050 y el 1400 a. C. Su hija, Ennigaldi-Nanna, reuniría toda la colección en una habitación de su palacio creando sin saberlo, o tal vez sí, el primer museo de la historia. En realidad, este museo formaba parte de la escuela de sacerdotisas que la princesa dirigía y utilizaba las piezas para enseñar historia a sus alumnas, recordemos que una de las principales obligaciones de las hijas de los reyes mesopotámicos era la de ser alta sacerdotista del dios de la luna Nanna y administrar la escuela para jóvenes sacerdotisas.
Hoy las piezas encontradas por Woolley pueden verse entre el Museo de la Universidad de Pensilvania, el Museo Británico y el Museo Nacional de Irak, saqueado este último tras la invasión de este país liderada por los EE. UU. en el año 2003, durante la Segunda Guerra del Golfo, en el que desaparecieron más de 15.000 objetos de incalculable valor histórico.
Para saber más:
Ur de los caldeos: un registro de siete años de excavación, Sir Leonard Woolley
Links fotos:
Aziz1005; M Lubinski de Iraq, EE. UU.
Información basadaen el artículo de gizmodo.com
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