Esto no lo digo yo, sino la reconocida flautista española Magdalena Martínez. Y es que la música influye en nuestro cuerpo más de lo que podamos pensar, incluso antes de nacer. Los fetos reaccionan dentro del vientre materno al estimularlos con música y el niño prematuro se relaja cuando su madre se lo pone en el pecho y oye sus latidos.
La arqueología halló flautas construidas con huesos de aves datadas en más de 7.000 años y hay evidencia de instrumentos musicales mucho más antiguos, del paleolítico.Ya fuera por motivos rituales, religiosos o de otra índole, se cree que la música se desarrolló para ayudarnos a movernos juntos, de hecho, en cualquier cultura encontramos personas que bailan y cantan juntas, generando en ellas sentimientos similares. La música nos acompaña desde siempre y sigue haciéndolo en la actualidad, en todo los que nos rodea, incluso en actos cotidianos ¿Sabíais que al descargar la cisterna del lavabo, la mayoría de los inodoros dan un Mi bemol?
Sus efectos beneficiosos
Cuando escuchamos música nuestro hipotálamo libera un neurotransmisor conocido como dopamina que estimula el circuito subcortical del sistema límbico, especialmente los núcleos accumbens y caudado, así como sus conexiones con el área pre-frontal. La dopamina se relaciona no solo con el placer, sino con el sueño, la atención, el comportamiento y el aprendizaje. Al activar casi todas las regiones del cerebro, resulta de gran utilidad emplear la música con fines psicoterapéuticos, convirtiéndose en una poderosa heramienta en el tratamiento de trastornos cerebrales al ayudar a recuperar habilidades lingüísticas y motoras. Si cerramos los ojos mientras escuchamos música aumenta su efecto emocional, así como si lo hacemos con el oído izquierdo (el derecho recoge mejor los sonidos del habla).
La música ayuda a recuperar esos recuerdos ya olvidados, fortalecer la memoria y el aprendizaje, además de regular el nivel de las hormonas relacionadas con el estrés. Pacientes con Parkinson mejoran su actividad motora; los autistas incrementan su razonamiento espacial; los niños con una educación musical de tres o más años, presentan mejor vocabulario y mayor habilidad en su lenguaje no verbal.
Al escuchar música se afecta el pulso, la presión arterial y los latidos del corazón. Así, las personas que cantan en un coro o tocan juntas en un grupo musical, llegan a sincronizar sus latidos cardíacos acelerándolos o desacelerándolos. El sistema inmunológico se fortalece al disminuir el nivel de ansiedad, y seguro que más de uno ha experimentado el hecho de fatigarse menos cuando practica algún ejercicio físico escuchando música, esto es así porque anula las señales de fatiga al confundir a nuestro cerebro, ya que, la música es una de las pocas actividades humanas que requieren el uso del 100% del mismo.
Si es que es buena hasta para el sistema cardiovascular. En un estudio realizado por Michael Miller, director del Centro de Cardiología Preventiva de la Universidad de Maryland, demostró que escuchando nuestra música favorita se dilataban un 26% el diámetro de los vasos en la parte alta del brazo, por contra, escuchando músicas que nos desagradan se contraen un 6%. Si la canción nos invita a reír la dilatación era del 19% y si era música relajante un 11%.
Otros efectos no tan beneficiosos y alguna que otra curiosidad
Si en lugar de escuchar una melodía agradable esta nos desagrada, generaremos más estrés, si además la música está a un volumen alto, el cuerpo reaccionará bebiendo más agua de lo habitual. Esto es algo que las discotecas lo tienen muy claro, ¿verdad?
La música no solo influye en las personas, también en las plantas, que crecen más deprisa en un ambiente con música, y en los animales, incluso algunos tan insignificantes como las termitas, que incrementan su velocidad a la hora de comer la madera si escuchan heavy metal. Si las tenéis por casa ponerles Beethoven 😉
Otro efecto es el del gusano musical (earworm) que seguro todos hemos experimentado en más de una ocasión. Consiste en tener en la cabeza de manera repetitiva alguna canción con un ritmo o melodía simple. Al darnos cuenta queremos olvidarnos de ella, sin embargo, nuestras neuronas se atascan en un bucle que repite y repite, volviendo a hacer que pensemos en ella.
Sin música, la vida ya no sería la misma. La música fluye por doquier, nos rodea, nos invita, es un lenguaje universal, es hablar sin palabras. Dicen que la música nace del silencio, cierto. Y para los amantes de la buena música terminaré diciendo que no hay que saber mucho de solfeo para crear grandes canciones, y si no, que se lo digan a Jimi Hendrix o a cualquiera de los componentes de los Beatles, ninguno sabía leer una simple partitura.
Para saber más:
Sincronización entre sujetos de las respuestas cerebrales durante la escucha de música natural, Daniel A. Abrams y cols. Wiley online Library
Laboratorio internacional para la investigación del cerebro, la música y el sonido (BRAMS)
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Hacía tiempo que no te leía con la regularidad de antaño. Contigo hay que cambiar el refrán, quedaría ‘nunca te acostarás sin saber cien cosas más’
Hola Roque,
¡ja, ja, ja! Pues ya ves, aquí seguimos después de tantos años y sigues invitado a leer mis artículos siempre que quieras. Un placer compartirlos contigo también.
Saludos
Un placer haber leido este artículo
.Saludos
Hola Jose Amadeo,
encantado de que lo leyeras y comentaras.
Saludos