El creador de Mafalda, el humorista gráfico Joaquín Salvador Lavado Tejón, más conocido como Quino, dijo en una ocasión que no es necesario decir todo lo que se piensa, lo que sí es necesario es pensar todo lo que se dice. Y es que para hablar por hablar, sin razonar, es mejor callar, y si no, que se lo pregunten a ellos…
En una ocasión preguntaron a la escritora francesa Madame de Staël: ¿por qué las mujeres bonitas tienen más éxito entre los hombres que las inteligentes? Muy sencillo -respondió ella-, hay muy pocos hombres ciegos, pero abundan mucho los tontos.
La misma Madame de Staël, en una cena de gala, se encontraba sentada al lado de un joven dandi y al otro lado, su gran amiga la bella madame Récamier. El chico, haciéndose el cortés e ingenioso, dijo: aquí estoy, sentado entre la sabiduría y la belleza. Exacto -replicó cortante Madame de Staël-, y sin poseer ninguna de las dos.
La mujer del escritor y crítico británico John Dryden se quejaba de verle todo el día rodeado de libros y absorto en su trabajo. Mira, John -decía la pobre mujer-, me gustaría convertirme en libro para que al menos me hicieses un poco de caso. Si decides convertirte en libro, hija mía- contestó Dryden enfadado-, procura que sea en almanaque. Así tendré la oportunidad de cambiarte cada año.
El cardenal Richelieu, hombre de pocas palabras, en una de las fiestas a la que acudió obligado a participar, permaneció apartado del resto de los invitados observando todo lo que sucedía a su alrededor. Notando su soledad, un duque se le acercó y le dijo: ¿Se aburre, su eminencia? No -contestó lacónicamente el cardenal- ¿De veras no se aburre, su eminencia? -insistió el duque-. No, estimado; no me aburro jamás, a no ser que los demás insistan en aburrirme.
Un libro:
El pequeño libro de las grandes anédoctas, de Gregorio Doval
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