Así lo afirmaría Voltaire doscientos años después de la defensa de las islas contra los turcos otomanos, y así lo siguen afirmando los propios malteses en la actualidad. Los Caballeros de San Juan, tras la caída de Acre, en 1291, fueron expulsados de Tierra Santa y tras unos años sin rumbo fijo, el rey Carlos I de España les entregaría Malta.
El archipiélago deseado por todos
Situadas en el mismo centro del Mediterráneo, el archipiélago lo forman tres islas (Malta, Gozo y Comino) y otros islotes inhabitados. Alrededor del año 4000 a. C. un grupo de familias de campesinos sicilianos se asentarían en ellas llevando animales, cerámica y semillas. Estos primeros malteses fueron invadidos alrededor del 1800 a. C. por otros pobladores de la península itálica, que a su vez sucumbieron a soldados armados con bronce alrededor del año 1200 a. C.

La privilegiada localización geográfica de las islas hizo que comerciantes fenicios desembarcaran alrededor del año 800 a. C. entremezclándose con la población local, coexistiendo en ella griegos, fenicios y cartagineses. Los romanos llegaron a ellas sin apenas resistencia y trataron a los malteses como aliados, respetando sus tradiciones. Según cuenta la Biblia, el apóstol San Pablo naufragaría en el año 60 d. C. en su traslado hacia Roma para ser juzgado por el César al ser ciudadano romano. Acompañado por el médico San Lucas, que escribiría posteriormente sobre lo ocurrido, los tres meses que permaneció en las islas sembró el cristianismo en la población para siempre. Este hecho histórico parece confirmarse tras las excavaciones del yacimiento de San Pawl Milqi. Cerca de su naufragio se encontraba la villa del dirigente romano Publio, en donde se recuperaron, y tras la curación de unas fiebres del padre de Publio en su palacio por mediación de San Pablo, Publio se convertiría al cristianismo, convirtiéndose en el primer obispo de Malta. Hoy encontramos la Catedral de San Pablo en el lugar de la milagrosa curación.
Los árabes conquistaron el archipiélago en el año 870, comenzaron a fortificarlo e introdujeron la noria y el cultivo de lo que se convertiría durante siglos en la base de su economía: el algodón.
En 1090 el conde normando Roger I de Altavilla las invadiría, y tras liberar a los esclavos cristianos de los árabes, les permitió seguir sus costumbres. El último rey normando murió sin herederos, así llegaron los suabos, los angevinos, los aragoneses y los castellanos, sucesivamente.
Tras los normandos, Malta fue entregada a sus leales servidores de la Corona de Sicilia, que la vieron como una fuente de ingresos para sus intereses. Tras una revuelta, fueron expulsados de las islas y comenzaron a instalarse en las islas distintas órdenes religiosas: franciscanos, carmelitas, agustinos, dominicanos y Frailes Menores.
Los Caballeros de San Juan
La Orden de Malta la conformaba laicos, aunque también habían sacerdotes, realizaba actividades médicas y de hospitalidad (Orden hospitalaria); con espíritu caballeroso hacia los más débiles (Orden de caballería); y tradicionalmente militar, reconocimiento del papa Alejandro VI en 1258, en su deber de defensa de los peregrinos en Tierra Santa y posteriormente en el Mediterráneo. Esta función militar hizo que tradicionalmente la conformaran nobles, ya que durante la Edad Media la nobleza monopolizaba la función militar.
Los Caballeros participaron en las Cruzadas y tras su expulsión de Tierra Santa pasaron brevemente por Chipre y ocuparon Rodas, donde vivieron doscientos años hasta que el Sultán Solimán los expulsara. Durante siete años dieron vueltas sin rumbo fijo hasta que por orden del rey Carlos I de España les fue entregada Malta, donde se reorganizarían. En esos momentos la Orden la conformaban distintas casas: Castilla, Aragón, Provenza, Francia, Inglaterra, Alemania… formando cada una de ellas su propia sede encargándose de la defensa de una determinada posición.
En los primeros años los ataques de los turcos pusieron a prueba las defensas de los Caballeros, comprobando que necesitaban mejorarlas. Inicialmente, quisieron construir fortificar la ciudad, idea convertida en obsesión para el Gran maestre de la Orden de Malta desde 1557, Jean Parisot de La Valette, sin embargo, no llegaron a tiempo y se limitaron a construir un fuerte en la parte más alta del monte Sciberras, el fuerte de San Telmo. El Gran Asedio ocurriría el 18 de mayo de 1565.
48.000 turcos otomanos y sus aliados decidieron invadir las islas con la intención de penetrar en Europa posteriormente a través de Sicilia y la península itálica. Para defenderlas 8.000 hombres, entre ellos 4.000 malteses y mercenarios españoles e italianos y 540 caballeros. Tras un mes resistiendo los bombardeos de los turcos, sucumbieron. Posteriormente, llegarían de Sicilia 8.000 hombres de refuerzo con los que pudieron rechazar a los turcos. Las bajas turcas oscilaron según las fuentes entre 35.000 y 25.000, mientras que Malta perdió un tercio de sus caballeros y un tercio de sus habitantes.
Tras el asedio entró el dinero a la isla, en parte a la gratitud de Europa para con la heroica defensa de la Orden de Malta, se reconstruyó el fuerte y se planificó la nueva ciudad que terminaría por conocerse como Ciudad de La Valette, en honor al Gran maestre que la defendió. El sitio de Malta frenó el auge otomano en el Mediterráneo y permitió a los Habsburgo y a toda la Europa cristiana, frenar el avance del sultán Solimán hacia el oeste.

A partir de entonces Malta siguió estando en el punto de mira de las potencias europeas. Napoleón la tomó en junio de 1798, y un año después, el oficial británico Horatio Nelson asedió La Valette obligando la retirada de los franceses. Tras el Tratado de Amiens (1802) se decidió que debía ser devuelta a la Orden de San Juan, bajo la protección del Reino de las Dos Sicilias. El hecho de que Gran Bretaña pasara a convertirse en dueña de los mares, las islas maltesas eran puerto comercial obligado y con el Tratado de París (1814) Malta pasaría oficialmente al dominio británico.
Nuevamente su lugar estratégico durante la Segunda Guerra Mundial, hizo que entre 1940 y 1943 fuera una de las áreas más intensamente bombardeadas de la guerra. Su heroica defensa por parte de la población sería reconocida tras la guerra y el gobierno británico les concedió el autogobierno. Desde 1964 Malta es una república independiente, y en 1979, los últimos oficiales británicos, abandonaron las islas.
Por Malta pasaron fenicios, griegos, romanos, turcos, Caballeros, franceses y británicos, y encontramos templos megalíticos, hipogeos, fortalezas, iglesias, catedrales e innumerables testimonios de todos ellos, haciendo que hoy, la República de Malta, sea destino preferido de muchos viajeros, y eso que no hablamos de sus playas y su naturaleza…
Una novela:
Corsarios de Levante, de Arturo Pérez-Reverte
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