¿Qué relación tiene el antiguo pueblo de Liqian, en China, con las legiones romanas? Puede que toda, puede que nada. Excavaciones arqueológicas, crónicas chinas e hipótesis de la ascendencia romana de sus actuales pobladores, hacen pensar que un grupo de prisioneros romanos deportados tras la derrota sufrida por los hombres de Marco Licino Craso en la batalla de Carras recorrieron una distancia de 6.000 kilómetros para acabar instalándose allí.
Los intereses personales de Craso
Marco Licino Craso fue el hombre más rico de Roma y pactó con Pompeyo repartirse el poder de Roma aliándose con el joven Julio César, es lo que se conoce como el Primer Triunvirato. Craso, con 60 años cumplidos, decidió conseguir el prestigio que tenían sus aliados y decidió iniciar una campaña militar en Siria y someter al pueblo de los partos (parnos) que formaban parte de una confederación de pueblos seminómadas de las estepas al este del mar Caspio.
Según Plutarco, en la primavera del 53 a. C. se dirigió hacia la capital del Imperio parto, Ctesifonte, en el actual Irak, al frente de siete legiones confiadas en su victoria, y no era para menos, su ejército lo componían 28.000 legionarios de infantería pesada, 4.000 soldados ligeros y 4.000 jinetes de caballería, ¡imposible perder! Con lo que no contaron los romanos fue con la lentitud y su vulnerabilidad en las grandes llanuras de la zona. En cambio, el ejército parto, liderado por el noble Surena, conocía muy bien a su enemigo y dispuso de 1.000 jinetes catafractos (caballería pesada armada de lanzas) y 9.000 veloces arqueros a caballos que hicieron caer en su trampa a Craso en un desierto cercano a la ciudad de Carras, actual Harran, en Turquía.
Tras un primer enfrentamiento que provocó numerosas bajas entre los romanos, durante la noche, mientras intentaban recuperarse de las heridas, sufrieron por sorpresa un ataque que resultaría fatal para los romanos. Dión Casio cuenta que mientras Craso intentaba negociar una tregua y sabedores de su sed de riqueza, le introdujeron oro líquido por la garganta, muriendo, y cortaron después su cabeza y manos para enviárselas al rey parto.
La batalla de Carras, significaría uno de los mayores desastres militares de Roma, junto con las batallas de Alia, Cannas, Teutoburgo y Adrianópolis. 20.000 soldados de la Legio II Augusta murieron y 10.000 hechos prisioneros. La derrota provocó una guerra civil entre Pompeyo y Julio César, y años después, Marco Antonio, quiso vengarle en su expedición contra el rey Fraates, sin éxito y con otros 10.000 muertos más. Posteriormente, Augusto, más diplomático, solo conseguiría un intercambio de prisioneros en su intento de recuperar la águilas.
Plutarco cuenta que los prisioneros tras la batalla de Carras fueron llevados a Seleucia del Tigris, cerca de Ctesifonte, y las últimas noticias que se tienen de ellos la aporta Plinio el Viejo, situándolos a 2.500 kilómetros, en la ciudad de Alejandría en Margiana (actual Merv).
¿Cuál fue su destino?
Para dar respuesta -o al menos intentarlo- debemos retroceder cincuenta años. En una conferencia impartida en Londres por el historiador y sinólogo norteamericano Homeer Hasenpflug Dubs Una ciudad romana en la antigua China afirmó haber encontrado, tras el estudio de las fuentes históricas chinas, su destino final en la ciudad conocida como Liquian.
El topónimo está documentado desde el año 5 d. C. una variante china de la palabra «Legión» y en las crónicas de la dinastía Han, en el año 36 a. C. se describe una batalla en la capital xiongnu con un contingente constituido por unos cien soldados de infantería muy disciplinados que entraban en combate «perfectamente organizados, alineados y desplegados en una formación como de escamas de pez», protegidos en una fortaleza de madera cuadricular que resguardaba su asentamiento. Esta formación hace referencia a la famosa formación en tortuga típica de las legiones romanas, y las dobles empalizadas, al recurso defensivo propio de los romanos. El valor demostrado por estos soldados hizo que los chinos les enviaran a defender sus fronteras en el asentamiento de Liquian, cerca de la actual Zhelaizhai.
Liquian fue destruida en el siglo VIII tras un ataque tibetano. Hoy es un pueblo con casas de adobe donde viven trescientas personas. El único vestigio de aquellos tiempos que queda en Zhelaizhai es un muro de arcilla prensada de treinta metros de largo por metro y medio de alto, confirmando los arqueólogos en 1993 que correspondía a la época de la dinastía Han. La excavación sacó a la luz trozos de cerámica y metal de esa época y una gran piedra de granito, grabada con motivos de apariencia occidental, probablemente restos de una antigua guarnición romana, y casi un centenar de esqueletos humanos datados en el año 180 d. C. muchos de ellos con una altura de 1,80 metros. ¿Acaso corresponden con los legionarios perdidos de Craso? Para reforzar la hipótesis, en el año 2001, el diario Los Angeles Times publicó que el 46% de los habitantes de Zhelaizhai presentaban un fenotipo muy similar al europeo «ojos azules y verdes, pelo rizado y de color castaño y pelirrojo, así como la nariz aguileña».
El estudio genético de la población indicó que ciertamente tienen ancestros caucásicos, algo que podría justificarse por el hecho que también habitó ese lugar paleoeuropeos y que la Ruta de la Seda provocaría un intercambio genético por el gran flujo comercial y cultural. En la actualidad, la hipótesis planteada por Dubs no es aceptada por todos los estudiosos, justificando que faltan pruebas y que los indicios son indirectos y circunstanciales. Aunque, por mucho que no se confirme a día de hoy, a pesar de que el misterio continúa, los habitantes de Liqian celebran cada año un desfile ataviados como soldados romanos.
Una novela:
La legión perdida, de Santiago Posteguillo.
Para saber más:
Vidas paralelas. Vol V. Plutarco.
Links fotos:
Interesantísimo post. Soy muy fan de los libros de Posteguillo. Saludos.
Hola Sabiusblog,
sí, ciertamente sus libros te transportan a épocas pasadas y siempre se agradece esa historia contada con rigor y objetividad.
Saludos
Ya somos dos…por lo menos
Hola Roque,
¡ja, ja, ja! Y muchos más…
Un saludo