
Robert Hooke era el envidioso, el orgulloso, el resentido y el ruin, en cambio, Isaac Newton era el más grande entre los grandes. Así pasaron a la historia, el primero, olvidado, el segundo, como el científico más grande de todos los tiempos (con permiso de Einstein, claro). En vida, la rivalidad entre ambos fue más que manifiesta y como siempre hay un ganador y un perdedor, en esta ocasión, a Robert Hooke le tocó perder injustamente.
Su vida, sus logros
No tenemos ningún retrato de Hooke, de hecho, se cree que Newton ordenó quemar el único que existía de él, al menos no hizo nada para preservarlo, pero su legado científico es tan inmenso y diverso que bien merece el apodo que le dieron los historiadores en los últimos años «el Leonardo da Vinci inglés».
Nació en la Inglaterra de 1635, huérfano de padre a los 13 años, con una herencia de tan solo 40 libras fue capaz por méritos propios de ir a la escuela y llegar con becas a la universidad de Oxford a los 18 años de edad. Destacó en más de 13 especialidades que van desde la astronomía, hasta la arquitectura; desde la física, hasta la fisiología; desde la medicina, hasta la medicina… y es en la ciencia experimental donde consiguió sus mayores logros.
En enero de 1665 publica Micrographia, donde aparece por primera vez el nombre de «célula» como unidad básica de la vida, la designó así al observar las «celdillas» (las paredes celulares de las células vegetales muertas) de un corcho que colocó bajo su microscopio. El libro se convirtió en el primer best-seller de la historia en lo que a ciencia se refiere, por sus grabados de imágenes telescópicas y microscópicas de cosas cotidianas nunca vistos hasta entonces con tanto detalle, obtenidas con el microscopio que él mismo mejoró al añadirle un mecanismo de enfoque de tornillo y una fuente de luz con 30 aumentos. El hecho de escribirlo en inglés, en lugar del latín, ayudó a acercar la ciencia a la población en general.
Tras el Gran Incendio de Londres del 2 de septiembre de 1666, en el que perdieron su hogar más de 80.000 personas, ayudó a diseñar junto al profesor Cristopher Wren -que conoció en Oxford- y otros seis miembros elegidos por el rey, el Real Observatorio de Greenwich, El monumento (al Gran Incendio), la Catedral de San Pablo y el Real Colegio de Médicos, entre muchos otros edificios. Su labor como arquitecto pasó inadvertida por Wren.
Una ley lleva su nombre, la ley de elasticidad de Hooke, que establece que el alargamiento que experimenta un cuerpo elástico es directamente proporcional a la fuerza aplicada sobre el mismo, y aplicado en los resortes desarrollaría los primeros relojes precisos. Otro invento fue el diafragma que regula la apertura de las cámaras fotográficas. Afirmó que la luz era una onda, base de la física del siglo XX, comprendió que el aire que respiramos está formado por pequeñas partículas y fue uno de los primeros en decir que los fósiles eran restos de seres vivos. Inventó el primer higrómetro, anemómetro y el barómetro, con el que junto a Robert Boyle efectuó 43 experimentos. Tras publicar Boyle los resultados relativos a la elasticidad del aire no le dio el mérito que le correspondía a Hook.
Probablemente fue la astronomía donde realizó sus aportaciones más valiosas, destacando su intento de demostrar el movimiento de la Tierra según el modelo copernicano, sus opiniones, a pesar de ser acertadas, no pudo plasmarlas algebraicamente. Hizo la primera descripción conocida de Urano, descubrió la primera estrella binaria y sus observaciones de cometas le llevaron a formular ideas sobre la gravitación.
La afrenta de Newton
Robert Hooke participó en la fundación en el año 1660 de la Royal Society de Londres, la primera sociedad científica de la historia, siendo su miembro durante cuarenta años y nombrado director de experimentación dos años después, secretario en 1677 y bibliotecario. Su cargo le obligaba a realizar un experimento semanal ante la Sociedad que demostrara alguna de las hipótesis que se le formulaban.
En 1674 publicó un tratado en el que afirmaba que el movimiento orbital de la Luna era el resultado de la combinación de su propio movimiento en línea recta con la fuerza ejercida por la Tierra, algo que ya expuso ante la Royal Society años antes en su trabajo sobre “la inflexión de un movimiento directo en uno curvo por la intervención de un principio activo” donde exponía la que sería la futura primera ley de Newton.
En 1679 Hooke escribió una serie de cartas a Newton corrigiéndole un par de errores y en un párrafo expuso lo que después se convertiría en la disputa irreconciliable:
Mi suposición es que la atracción se halla siempre en una proporción doble a la distancia del centro recíproco, y en consecuencia que la velocidad se hallará en proporción subduplicada respecto a la atracción y por consiguiente, como supone Kepler, recíproca a la distancia.
Tras la publicación de Newton en 1687 de Philosophiæ Naturalis Principia, conocido como los Principia, donde recogía su ley de gravitación universal, Hook manifestó públicamente que la obra de Newton contenía sus ideas, aunque más desarrolladas incluyendo la prueba matemática que la demostraba, pero sin una sola referencia a su contribución. A partir de ese momento, la enemistad entre Newton y Hooke fue a más. Uno desacreditaba al otro, Hooke exigía su crédito y Newton se lo negaba.
Años después, la afrenta continuó con otras teorías. Los conocidos como «anillos de Newton» (patrón de interferencia causado por la reflexión de la luz entre dos superficies, una plana y la otra curva), fueron descritos en su segundo libro de la Óptica apoyados en un libro que Hooke escribió años antes donde ya los describía y sugería la periodicidad después demostrada por Newton. Otra gran polémica surgió con la teoría corpuscular de la luz, en la que Hook afirmaba haber descrito en su Micrographia.
Tras la muerte de Robert Hooke en 1703 Isaac Newton fue nombrado presidente de la Royal Society con todo el reconocimiento y admiración de la comunidad científica. Mientras, Hooke, ignorado, fue enterrado en una tumba cuya localización exacta se desconoce del cementerio de St. Helen´s Bishopsgate.
Es hora que la ciencia le reconozca sus méritos al ser una de las mentes más geniales que dio la ciencia. Lástima que coincidiera con el gran genio de Newton.
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