
En el pasado prehispánico buena parte de la superficie del valle de México estaba cubierto por el gran lago de Texcoco, formado a su vez por un sistema de lagos más pequeños y numerosos islotes. Quizá el más grande fue el islote de Tenochtitlan, donde en la actualidad se encuentra el Centro Histórico de la ciudad de México. Allí fundaron los aztecas México-Tenochtitlan, una de las mayores ciudades de su época en todo el mundo y capital del Imperio mexica, gracias a la ampliación de la extensión de tierra disponible mediante una innovación hidráulica conocida como chinampas, que multiplicó por diez el terreno y proporcionó comida a sus más de 200 000 habitantes. Cuando llegaron los españoles en el siglo XVI vieron sorprendidos esa ciudad flotante y dieron a las chinampas el nombre de «jardines flotantes».
Se piensa que fue la llegada de los pueblos chichimecas al lago de Texcoco en el siglo IX d. C. quienes inventaron esta novedosa y sostenible forma de cultivo, gracias a que el lago era poco profundo y cenagoso. La hambruna que azotó a la población hacia el año 1265 fue lo que motivó al gobernante de la ciudad, Acatonalli, proponer al consejo de los ancianos esa innovadora técnica y ganar terrenos al lago con rellenos de limo y varas para cultivar maíz y otros productos. El zenit de este método de cultivo se adquirió a principios del siglo XVI.
La palabra «chinampa» proviene del náhuatl chinampan, que significa «en la cerca de cañas», al construirse con cañas, troncos y varas entretejidas formando un armazón que se cubrían con tierra y material biodegradable con pasto, cáscaras vegetales e incluso lodo del fondo del lago. Se sembraba un sauce cuyas raíces ascendían desde el agua hasta tierra firme, así se podía empezar a sembrar. Normalmente se cultivaba lechuga, espinaca, kale, quelite o ayocote, permitiendo realizar tres cosechas al año. Se calcula que una superficie de 1000 m² de chinampa cultivada satisfacía todas las necesidades alimentarias de una familia.
Declaradas Patrimonio de la Humanidad en 1987, actualmente sobrevive esta forma de cultivo en las delegaciones de Xochimilco, Milpa Alta y Tláhuacla gracias también al reconocimiento por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura que, al considerarla zona protegida por decreto oficial, se frenó la presión de reconvertir esos espacios de la Ciudad de México.
Quizá, en los tiempos que corren, deberíamos echar la vista atrás y recuperar este antiguo sistema de cultivo, ejemplo de uno de los mejores sistemas sustentables logrados.
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