Es bien conocido que durante el embarazo se forma un vínculo muy especial entre la madre y su hijo. En los últimos años la ciencia nos demuestra además que esta unión es literal, tanto que encontramos células del feto en órganos de la madre que pueden llegar a permanecer durante toda su vida, y lo que es más sorprendente, influir en su salud y comportamiento. Este fenómeno se conoce como «microquimerismo fetal».
Una quimera no tan quimera
Las primeras descripciones de este hecho son de la década de los años 70 del siglo pasado y durante la década de los 90 se descubren los primeros indicios científicos de que las células de los fetos, niños y niñas, pueden escapar de la barrera placentaria y uterina para dirigirse a la circulación sanguínea de la madre, y viceversa, células de la madre pasar al feto.
Una quimera, según la mitología griega, era un monstruo híbrido, mezcla de varios animales, frecuentemente representado por un león, con dos cabezas adicionales, una saliendo del tronco (una cabeza de cabra o macho cabrío) y otra saliendo de la cola, convertida en cabeza de dragón o serpiente, a veces, con alas de águila saliendo por los costados, vaya, algo imposible, y la comunidad científica utiliza este nombre para referirse a determinados fenómenos, así, el microquimerismo sería la aparición de pequeñas poblaciones celulares genéticas dentro de un individuo diferente.
Un equipo de patólogos holandeses de la Universidad de Leyden estudiaron las necropsias de tejidos de 26 mujeres fallecidas durante la gestación o posparto, con hijos varones, descubriendo la presencia del cromosoma Y en todos los órganos estudiados. Esto no quiere decir que sea algo exclusivo de fetos varones, sino que, debido a la dificultad de diferenciar células provenientes de los fetos hembra de las de la madre, obliga a que estos estudios se realicen solo en casos de fetos masculinos con la presencia del cromosoma Y.
Estas células fetales se han llegado a detectar en etapas tan tempranas del embarazo como a las siete semanas de gestación. Con los años pueden ir desapareciendo, y en ocasiones quedar toda la vida. Un estudio realizado en el año 2012 por J. Lee Nelson y colaboradores en el que analizaron el cerebro de 59 mujeres mayores fallecidas, encontraron el cromosoma Y en el 63% de los casos. Otros estudios analizaron distintos órganos del cuerpo encontrando dicho cromosoma en todos ellos. Esto hace pensar que no se trata de un fenómeno raro, sino algo frecuente, puede que universal.
Más sorprendente aún si cabe es el hecho de que estos cromosomas Y fetales alojados en el cuerpo de la madre puedan influir en su propia salud. La «invasión» por parte de las células fetales puede afectar positiva o negativamente, según la capacidad del sistema inmunológico materno.
Hay evidencias científicas de que las células fetales alojadas en el corazón de la madre pasen a formar parte del propio tejido cardíaco e incluso latir, en el cerebro podrían influir en el comportamiento de la madre y ejercer algún efecto sobre la salud mental en el posparto, y en la mama influir negativamente en el cáncer, así como en múltiples enfermedades autoinmunes como la Esclerosis Múltiple, la artritis reumatoide y la tiroiditis de Hashimoto, entre otras.
Por otra parte, las células fetales pueden, en teoría, influir en el tiroides para que genere más calor que sin dichas células, algo necesario para que las madres cuiden a sus bebés con su calor corporal, y en la glándula mamaria aumentar la secreción de leche durante la lactancia. Es como si estas células fetales pudieran producir sustancias químicas que afectasen a los procesos biológicos de la madre para manipularla desde el interior, una forma de influir el feto para protegerse. Los estudios no han hecho más que empezar y algunos apuntan la posibilidad de que también puedan ayudar a la reparación del tejido materno durante el embarazo.
El presente, el futuro
Ya es una realidad disponible en más de 90 países de todo el mundo la utilidad práctica del estudio de ADN fetal circulante libre de células provenientes de la placenta, médula ósea materna y el feto (o fetos) con un simple análisis de sangre de una mujer embarazada, para diagnosticar alteraciones cromosómicas fetales, como una alternativa a las tradicionales pruebas prenatales invasivas de la amniocentesis o la biopsia corial. Un avance médico sin precedentes y una muestra de lo mucho que podemos avanzar en este campo de la medicina.
Existen muchas dudas y preguntas, quien sabe, puede que las respuestas nos sorprendan aún más, y es que la relación madre-hijo es mucho más intensa de lo que nos podamos imaginar.
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