
Cada año se celebran las Fiestas de San Fermín, popularmente conocidas como Sanfermines, en Pamplona, capital de la provincia de Navarra, y son conocidas universalmente en parte gracias al escritor Ernest Hemingway. Tras el Chupinazo desde el balcón del Ayuntamiento, la señal que todo el mundo espera para anudarse el pañuelo al cuello, se da inicio a nueve intensos días de fiesta ininterrumpida, y aunque reconozco que nunca me pondría delante de un toro (o quizá sí, desvelaré la incógnita al final), ¿por qué no ir a esa maravillosa ciudad en cualquier otra época distinta a la de las fiestas y descubrir los tesoros históricos que esconde?
Pamplona es Murallas, con más de cinco kilómetros de extensión albergando su ciudad medieval; Pamplona es Camino, con la primera Catedral en el Camino de Santiago por la entrada de Roncesvalles a la península; Pamplona es Gastronomía, con sus pinchos, platos, asadores, sidrerías y bodegas. En fin, Pamplona es un sinfín de inolvidables experiencias que desde aquí os recomiendo disfrutar, pero como aquí se trata de hablar de Historia hablemos de su catedral y del Sepulcro real que se encuentra en su interior.
Pamplona y su Catedral
Encontramos sus orígenes en un asentamiento vascón del siglo VIII a. C. y será el general romano Pompeyo quien funde la ciudad de Pompaelo en el año 74 a. C. Según la tradición oral el primer obispo de la ciudad fue San Fermín de Amiens, sin embargo, no hay constancia documental de ello. Visigodos en el siglo V y musulmanes a partir del siglo VIII se hacen con la ciudad, hasta que, a principios del siglo XI, el rey de Navarra Sancho III el Mayor, conocido con el apodo de «cuatro manos» por su habilidad con la espada, unió bajo su corona a los reinos cristianos convirtiendo al pequeño reino de Pamplona en la potencia de la España cristiana de la época.
Se tiene constancia de la iglesia de Pamplona en un documento del año 589 en el que se menciona al obispo de la ciudad en el Concilio III de Toledo. En el punto más alto y antiguo de Pamplona se erigió la catedral románica en la que intervino el maestro Esteban, que también trabajó en la catedral de Santiago de Compostela, y tras la destrucción de gran parte de su estructura por parte de las tropas francesas durante la guerra Navarrería de 1276, se reedificó en estilo gótico a partir del año 1394 gracias a la aportación económica de los reyes navarros Carlos III el Noble y su esposa Leonor de Trastámara.
La actual fachada de la Catedral de Santa María la Real se construyó en estilo neoclásico a finales del siglo XVIII, y en su interior, las naves se dividen en seis tramos con las bóvedas de crucería sencilla y las capillas abiertas a los laterales y en los brazos del crucero. En la actualidad, tanto la catedral como su magnífico claustro, levantado en los siglos XIII y XIV y considerado uno de los mejores ejemplos de claustro gótico de toda Europa, pueden admirarse con todo su esplendor gracias a la restauración efectuada en 1992.
El Sepulcro real
Una de las piezas más relevantes de la Catedral es el Sepulcro real, realizado por Jehan Lome de Tournay entre 1413 y 1419, en vida del monarca, así que, el retrato de Carlos III es fiel a la realidad, no así el de la reina Leonor de Trastámara, que se cree murió en 1416.


Realizado en alabastro y mármol negro encontramos las figuras yacentes de los reyes recostados sobre cojines. El rey, representado en edad madura y con las manos sobre el pecho en posición orante, con la figura de un león a sus pies, símbolo de poder y fortaleza.



El rostro de la reina, fino y delicado, deja entrever una leve sonrisa. Unos perros, símbolo de fidelidad, representan la subyugación de la reina a su esposo, el rey.

Originalmente policromado, el sepulcro aún conserva parte de los colores. Debajo de los reyes encontramos 28 figuras de plorantes, magistralmente realizados también en alabastro. Vestidos con ropajes tallados con gran realismo representando a obispos, clérigos y ciudadanos de distintos status.
Leonor, hija del rey Enrique II de Castilla, a pesar de sus reticencias iniciales a casarse, terminó por involucrarse en la vida política de Navarra, siendo la relación con su esposo buena con el paso de los años. Su matrimonio puso fin a los conflictos entre ambos reinos y Leonor contribuyó al entendimiento entre el reino de Navarra y la Corona de Castilla, además, en más de una ocasión asumió el papel de regente durante las ausencias de Carlos que le reclamaban en Francia.
Pamplona es mucho más que su Catedral. Perderse por el trazado medieval de su casco histórico es viajar al pasado rodeado por murallas, almenas y portales, donde la famosa calle Estafeta de los encierros de San Fermín invita a tomar unas cañas y unos pinchos, donde la Plaza del Castillo, rodeada con coloridas casas del siglo XVIII, se convierte en el centro neurálgico de la vida social y donde La Ciudadela, una fortaleza catalogada como una de los mejores ejemplos de arquitectura militar del Renacimiento español, hoy es lugar público de cultura y ocio en sus fosos, baluartes y pabellones.
Sí, Pamplona es mucho más que los Sanfermines, sin embargo… la fiesta es la fiesta.
«Uno de enero, 2 de Febrero, 3 de Marzo, 4 de Abril, 5 de Mayo, 6 de Junio, 7 de Julio San Fermín. A Pamplona hemos de ir, con una media, con una media. A Pamplona hemos de ir con una media y un calcetín».

Para saber más:
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Muy buen articulo sobre Pamplona, afortunadamente no es lo encierros de San Fermin, la Historia y los monumentos que hay detras de ella, muchas gracias
Hola Jose,
gracias por leerlo y comentar.
Saludos
Muy interesante e instructivo. Someramente conocía algo de Pamplona. Será cuestión de ponerla en la agenda para un próximo viaje.
Hola Santiago,
no dudes en ir cuando el coronavirus te lo permita. Si me permites otra recomendación, muy cerquita de Pamplona, a unos cuarenta kilómetros, se encuentra la ciudad de Olite con un castillo/palacio de esos de cuento de hadas y con mucha historia entre sus muros.
Foto de Luis Tormo
Saludos