
Aníbal Barca, ese genio de la estrategia militar que puso en jaque a la mismísima Roma cruzó con astucia y mucha osadía los Alpes con un ingente ejército de hombres, caballos y elefantes. A día de hoy sigue sorprendiendo su hazaña y a pesar del hambre, frío, cansancio y todo tipo de penalidades que sufrieron sus tropas, ninguna como el último contratiempo que tuvo que superar en su etapa final.
El contexto
Tras el asedio de los cartagineses a Sagunto, los romanos decidieron un contraataque en dos frentes: Hispania y África del Norte. Sin embargo, viéndose en inferioridad en el combate marítimo, Aníbal quiso llevar la guerra a la península itálica vía terrestre, algo que Roma no tardó en conocer gracias a la eficiente red de espías que tenía desplazados en Hispania. Según las fuentes históricas, Aníbal partió de Cartagena a finales de la primavera del 218 a. C. con 90.000 hombres a pie y 12.000 a caballo para dirigirse hacia los Pirineos, y tras dejar un destacamento que defendiera Hispania, llegó a la Galia con la mitad de los infantes. Las cifras exactas oscilan según los escritos, aunque bien se sabe que contó con animales y unos 38 elefantes de guerra. Mientras, en Roma, se preparaban para hacer frente a su ataque reclutando tropas y tomando el Senado las medidas necesarias para repelerlos. Los soldados romanos permanecían en tensa espera, sin embargo, tras un año esperando la confrontación, Aníbal no daba señales de vida, ni los espías aclaraban dónde se encontraba.
Los Alpes, una barrera casi infranqueable
Consciente de que el ejército romano podría interceptarles en el camino decidió cruzar pantanos, lagos, escarpadas montañas e interminables desfiladeros. Resulta difícil imaginar esa dura travesía, arrastrando todo el material, portando sus armas y lo más increíble ¿cómo pudieron los elefantes avanzar por esos angostos caminos?

Los historiadores Tito Livio y Polibio no dan datos precisos del lugar elegido por Aníbal para atravesar los Alpes. Un estudio realizado en 2016 liderado por Bill Mahaney de la Universidad de York parece dar respuesta al misterio y apunta al Col de la Traversette, al sureste de Grenoble y al suroeste de Turín, como el lugar elegido por Aníbal, situado a 2.950 metros sobre el nivel del mar. ¿Y cómo llegaron a esta conclusión? Detectaron en un lugar fangoso donde anteriormente correspondería a un lago, cercano al col de la Traversette, una enorme cantidad de deposiciones fecales de animales y humanos datados por radiocarbono alrededor del 200 a. C. Tras analizar genéticamente los microbios de los excrementos comprobaron la presencia de Clostridium, unos microbios presentes en las heces de los caballos en una proporción superior al 70%. La gran masa de excrementos encontrados indican la gran cantidad de animales y personas que pasaron por allí, algo que no explica la transhumancia normal en el área. Mientras, estamos esperando que la arqueología encuentre en esa zona armas, monedas y material utilizado por su ejército que confirme la sospecha.

El largo camino emprendido hizo mella en sus hombres y en los animales que les acompañaban, el propio Aníbal perdió su ojo derecho en una batalla menor. El hambre, el rigor del invierno y el cansancio desmoralizó a su ejército, pero habían llegado muy lejos y ya no había marcha atrás.
Y la ciencia salvó a su ejército
Como si de una maldición se tratara aún les faltaba superar un último obstáculo para salir de los Alpes, un precipicio de más de veinte metros imposible de superar. No podían regresar para buscar un camino alternativo así que tiraron de ingenio…
Disponían de más de 20.000 hombres y grandes cantidades de vino que por el tiempo y el contacto con el aire se había avinagrado, es decir, etanol que se volvió ácido acético. Las rocas de los Alpes, compuestas en su mayor parte por carbonatos de calcio, tras calentarlas con fuego y vertirles después vinagre, la reacción química que se produce las ablandan volviéndolas frágiles y quebradizas. Así comenzaron a construir una escalera a modo de rampas que les permitió superar el descenso.
Fue así que pudieron atravesar los Alpes en una de las más grandes gestas de la Antigüedad, recordada durante siglos. Lo que pasó a continuación es otra historia…
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