
Sí, es cierto, este payaso, miedo la verdad es que no da, por eso dejo al final del artículo una galería de payasos que realmente pueden darlo. Y es que el tema de divertido no tiene nada, y si no, que se lo pregunten a quienes padecen de coulrofobia o miedo irracional a los payasos.
Sus orígenes
Hemos de remontarnos al antiguo Egipto para encontrar, a modo de los bufones medievales, enanos que divertían al faraón. Los dngn, pigmeos del centro de África, eran especialmente apreciados y tenemos constancia de un pigmeo bailarín que iba a ser entregado al todavía niño rey Pepi II (2216-2153 a. C.) para entretenerle en un viaje a bordo de una barca desde Nubia. Encontramos huellas de su existencia con los bufones calvos y bajitos que parodiaban a personajes serios, en ocasiones, arrojando nueces al público de la antigua Grecia, incluso contaban con una especie de «patrón» de los bufones: el dios Momo. Son citados por Séneca y Marcial en la antigua Roma, y en otras culturas tan distintas como en la China imperial y el Japón shogun.
Durante la Edad Media y Moderna los bufones ocuparon un lugar destacado y eran de las pocas personas que podían subir en la escala social en aquellos tiempos tan difíciles. Solían provenir de familias rurales pobres y el propio rey o los miembros de la Corte se topaban con ellos en sus viajes reclutándolos para su corte. Muchos quedaron inmortalizados en lienzos como los del pintor Diego Velázquez, como es el caso de El Enano Don Juan Calabazas, Barbarroja o el Bobo de Coria. Sabemos el nombre de otro bufón, Zerco, que siempre acompañaba a Bleda, hermano de Atila.
La palabra «clown» acuñada por Shakespeare aparece por primera vez en el siglo XVI para referirse a los personajes tontos de sus obras, y será en el siglo XIX cuando aparecen los payasos de circo tal como los reconocemos en la actualidad con sus caras pintadas, ropas extravagantes y pelucas llamativas.
¿Por qué nos dan miedo?
Estos enanos, bufones o payasos fueron objeto de burla, sátira y diversión para los más poderosos durante siglos. Sin embargo, será en tiempos más cercanos a nosotros que también comiencen a provocarnos un sentimiento de terror, acuñándose el término coulrofobia para referirnos a ese irracional miedo. El nombre se origina del prefijo coulro que viene del griego significando «aquél que va sobre zancos», ya que muchos bufones solían llevar zancos.
No sé si alguno de vosotros os fijasteis en el hecho de que en las áreas infantiles de los hospitales ya no quedan imágenes de payasos en sus paredes a modo de decoración. Y es que lejos de tranquilizar a los niños les crean sentimientos de antipatía e inquietud en muchos de ellos, tal como quedó demostrado en un estudio realizado a un grupo de 250 niños en el año 2008 por la Universidad de Sheffield, en el Reino Unido.
Esta fobia no es exclusiva de los niños, sino que adolescentes y adultos tampoco se libran de sufrirla, muchos arrastrándola desde la infancia, y será en el siglo XX que se extienda. Uno de los posibles desencadenantes lo encontramos en el Chicago de la década de los años 70 con el asesino en serie John Wayne Gacy, que presentándose vestido de payaso en fiestas de cumpleaños infantiles como «Pogo el payaso» asesinó a 33 personas, enterrándolas muchas de ellas en el sótano de su casa. Sin lugar a dudas, el cine, la televisión y la literatura se encargaron de difundir esa imagen de payaso aterrador. Incluso en los Estados Unidos surgió en agosto de 2016 un movimiento conocido como «creepy clowns» en los que sus integrantes se disfrazan de payaso y se distribuyeron por las ciudades quedándose inmóviles en la calle, sin hacer nada, para asustar a la gente que pasa a su alrededor, creando histeria colectiva y extendiéndose por muchos otros países.
En ocasiones esta fobia se manifiesta levemente, pero puede llegar a provocar ataques de ansiedad severos. A veces se relacionan con causas emocionales ocultas en el subconsciente de las personas, y muchos coinciden en decir que los disfraces y el maquillaje característico de los payasos, con sus vivos colores, sonrisas exageradas y la nariz roja, ocultan sus identidades y sentimientos generando desconfianza al ocultar la verdadera expresión facial, tal como explica uno de los principales investigadores del tema, Paul Salkovskis, Director Clínico del Centro de Trastornos de Ansiedad y Traumas del Instituto de Psiquiatría de la Universidad de Oxford. Nuestra mente interpreta que esa sonrisa permanente y extravagante no puede ser normal, en lo que en psicología se conoce como disonancia cognitiva, al ser la sonrisa algo positivo, pero también algo que puede ser interpretado como negativo. Parece que estos traviesos payasos están contentos, pero, ¿realmente lo están? Como en tantas otras fobias, el tratamiento se basa en técnicas de habituación progresiva a la misma, entrenando en técnicas de manejo de la ansiedad.
Antes de terminar quisiera decir que la risa es un elemento que ayuda en la curación de las enfermedades. En el caso de los niños y jóvenes se sabe que se recuperan más rápido, y ya son muchos los hospitales, especialmente en áreas de oncología, que contratan a payasos debidamente entrenados para hacer reír a los niños ingresados, quienes colaboran con el personal médico en la administración de sus tratamientos y sobre todo, ayudan a la hora de aceptar la enfermedad. ¡Bravo por ellos!
… pero si eres de los que creen no tener esta fobia os invito a echar un vistazo a la siguiente galería de payasos «terroríficos».
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