Una de las mayores amenazas para la salud pública que el mundo ha tenido que hacer frente no es ninguna infección producida por un virus, ni bacteria, ni cualquier otro «bicho», sino que es el tabaco, que mata a la mitad de sus consumidores, y esto no lo digo para asustar a nadie, sino que es un dato objetivo. En España una de cada cinco embarazadas fuma y los efectos nocivos en el feto son bien conocidos.
Un poco de historia y algo más
El hombre fumaba tabaco mucho antes de la llegada de Colón a América, donde se cosechaban dos tipos de planta de tabaco, una, más amarga y con un elevado contenido de nicotina, la Nicotiana Rústica (América del Norte), la otra, más suave, la Nicotiana Tabacum (América Central y del Sur). Las crónicas afirman que fueron los marineros que acompañaban a Colón los primeros en observar que la población nativa hacían uso de la aromática de la hoja del tabaco. Rodrigo de Jerez regresó a España a bordo de la carabela La Niña con el hábito de fumar. Al llegar a su pueblo sus vecinos le acusaron de ser el diablo al verle sacar humo por la boca, algo que no pasó inadvertido por la Inquisición que lo encarceló durante siete años.
Utilizadas en rituales religiosos y con poderes mágicos, fue el médico sevillano Nicolás Monardes quien divulgaría sus propiedades curativas en su obra «La Historia Medicinal» de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales (1565-1574). El rey Felipe II envió al médico de la corte, Francisco Hernández al Nuevo Mundo para estudiar las distintas plantas de tabaco con propiedades terapéuticas, y este, tras regresar a España, las sembró por primera vez en Europa en unas tierras conocidas como cigarrales cerca de Toledo, el nombre viene porque las cigarras solían invadirlas.
Catalina de Médicis contribuyó a aumentar el uso del tabaco al consumirlo en forma de rapé para aliviar sus migrañas, el cardenal Próspero lo introdujo en la península italiana en 1561, y tres años después, sir John Dawkins, capitán de la Armada Real Inglesa, lo llevó a Inglaterra.
Las primeras prohibiciones
Durante el siglo XVII se incrementó su consumo y comenzó a fabricarse a escala industrial, tanto el tabaco en polvo, como los cigarrillos después. Aparecieron fábricas de tabaco, siendo la de Sevilla la primera de Europa, donde llegaba la hoja de esta planta directamente de América transportada en barcos por el río Guadalquivir hasta la misma ciudad hispalense.
A principios del siglo XVII encontramos al rey Jaime I de Inglaterra como el primer gran opositor a su consumo. Para ello creó un impuesto, elevó las tasas para su importación un 4000 %, y finalmente lo prohibió en todo el país, prohibición que en realidad duró poco debido a las pérdidas económicas que ocasionó.
Los religiosos de la diócesis de Sevilla solían aspirar el rapé durante los oficios y en una Bula de 1642, el Papa Urbano VIII, lo prohibió bajo pena de excomunión. Otro Papa, Benedicto XIII, en el año 1732 anuló dicha Bula, ya que era fumador.
En Rusia no se andaban con chiquitas y al que usaba el rapé le cortaban la nariz, sin más, y en China, podían condenarte a pena de muerte.
… y aparecieron las máquinas automáticas
El «culpable» en fabricar miles de cigarrillos al día fue James Albert Bonsack, un estudiante universitario que dejó sus estudios para inventar en 1880 una máquina capaz de fabricar de forma automatizada los cigarrillos de tabaco, invento que adquirió el empresario James Buchanan Duke, verdadero precursor de la comercialización y propaganda de su consumo por todo el mundo.
Tabaco y gestación
No hay duda del conflicto existente entre la industria tabacalera y los intereses de salud pública. Es bien sabido que la prohibición de la publicidad, junto con los impuestos al tabaco, reducen su consumo de forma significativa, en especial entre los jóvenes y la población con bajos ingresos. No olvidemos que casi el 80 % de todos los fumadores del mundo viven en países con ingresos bajos o medianos, sin embargo, solo 48 países han prohibido por completo la promoción del tabaco, representando solo el 18 % de la población.
Las embarazadas representan una población especialmente sensible a la toxicidad del tabaco. El monóxido de carbono y la nicotina del humo interfieren con el suministro del oxígeno al feto, y si a esto añadimos el hecho de que encontramos en el feto hasta un 15 % más de concentraciones de nicotina que en la propia madre, el problema es también ético.
Entre los problemas fetales secundarios al hecho de fumar durante el embarazo están los abortos espontáneos, el parto prematuro, el retraso en el crecimiento fetal y bajo peso al nacer, los defectos congénitos, el síndrome de muerte súbita del lactante, eso sin olvidarnos de que fumar puede hacer disminuir la cantidad de leche para amamantar.
No se quedan aquí los efectos nocivos del tabaco en lo que a la gestación se refiere. Antes ya puede afectar a la fertilidad de la pareja que busca un embarazo y los hijos de madres que han fumado durante su gestación presentarán más riesgo de padecer asma y otros problemas respiratorios durante la infancia, trastornos de conducta y problemas en la escuela.

Para terminar, una curiosidad. Para concienciar en el Reino Unido de la toxicidad del tabaco a las mujeres embarazadas, podía comprarse (aún puede hacerse) una muñeca conocida como «Smokey Susan» a la que podía colocarse un cigarrillo encendido en la boca. El humo se canaliza en el recipiente que contiene agua y un modelo de feto -lo cierto, es que da un poco de yuyu-. Mientras el cigarrillo se consume, el agua adquiere un color marrón oscuro quedando el alquitrán acumulado en la línea de flotación.
Quisiera dejaros una reflexión dirigida especialmente a los fumadores: los beneficios de dejar de fumar empiezan desde el primer día y el riesgo de morir por un cáncer de pulmón se reduce al 50 % a los 10 años. Si se deja el tabaco antes de los 40 años se reduce un 90% la probabilidad de morir por enfermedades relacionadas con el tabaco. Ya no hay excusa, todo son beneficios para la salud.
Links fotos:
tabacopedia.com; internistaenfemenino.blogspot.com; Alexisrael
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