La Rosa de Tokio

En su último día en la Casa Blanca, el presidente Gerald Ford se disculpó en nombre de toda la nación y perdonó oficialmente a la única ciudadana estadounidense condenada (injustamente) por traición durante la Segunda Guerra Mundial, Iva Toguri D´Aquino, la «Rosa de Tokio», acusada de desmoralizar a las tropas aliadas.

El sitio menos indicado en el momento más inoportuno

Hija de inmigrantes japoneses, Iva Toguri nació en Los Ángeles en 1916, adoptó las costumbres estadounidenses y sus padres nunca le obligaron hablar japonés. Se graduó en ciencias en junio de 1941, y el 5 de julio de ese mismo año se embarcó en un viaje que terminó por marcarle el resto de su vida. El motivo era el de visitar en Japón a un familiar que enfermó gravemente, ella sería la representante de la familia. Las prisas le obligaron a embarcarse en el vapor «Arabia» con un simple Certificado de Identificación en el que se indicaba que era estudiante, mientras se tramitaba su pasaporte. Llegó a su destino el 25 de julio, sin saber el idioma e instalándose en casa de unos tíos. En noviembre venció su permiso y las autoridades niponas le negaron el regreso a los Estados Unidos por no disponer de suficientes indicios de que fuera realmente estadounidense. A la espera de recibir el pasaporte permaneció en allí hasta que cinco días después del ataque a Pearl Harbour quedó irremediablemente atrapada en suelo japonés.

Sobrevivió como podía y no tenía derecho ni a cartilla de racionamiento al no renunciar a su ciudadanía estadounidense. Fue tratada como enemiga por las autoridades del país y consciente de su precaria situación decidió aprender japonés, costeando las clases trabajando como mecanógrafa para la agencia de noticias «Domei Tsushin Sha». Fue entonces que conoció a su futuro marido, un joven de ascendencia portuguesa nacido en Japón, y al mayor Charles Cousens, un prisionero de guerra australiano capturado y obligado a trabajar en Radio Tokio en el programa Zero Hour («Hora Cero»)

La «Rosa de Tokio» de la radio

Dentro del programa propagandístico japonés encontramos desde marzo de 1943 el programa de radio Zero Hour, dirigido a las fuerzas aliadas y en el que mezclaban la música popular con seductoras llamadas en inglés de simpáticas mujeres que leían guiones para desmoralizar a los soldados. Dentro de esta guerra psicológica mucha de la información era suministrada por la policía militar japonesa que hacía públicos nombres y rangos de soldados aliados. A las fuerzas estadounidenses desplazadas en el Pacífico estas locutoras les parecían todas iguales, de aquí que las conocieran como «rosas de Tokio».

Iva Toguri participó como traductora, pero no tardó en ser fichada como locutora en unos 350 programas. Se la conocía en la radio como «Orphan Ann» y se convirtió en la locutora más destacada entre las fuerzas aliadas. El programa duraba veinte minutos y tuvo tanto éxito que se escuchaba en cualquier lugar, desde barcos de guerra, hasta en los bares, podríamos decir que en ese breve período de tiempo la guerra se paraba.

A la búsqueda de un chivo expiatorio

Tras la guerra, los americanos hicieron lo imposible para capturar a la «Rosa de Tokio». Le ofrecieron hacer una entrevista a cambio de 2000 dólares, y, tras aceptar, no solo no le pagaron, sino que le obligaron firmar un documento por el que reconocía ser la «Rosa de Tokio», cuando en realidad todas las locutoras que participaron en el programa lo eran. Todo resultó ser un engaño orquestado por la Inteligencia norteamericana y la arrestaron en Yokohama el 5 de septiembre de 1945. Tras pasar un año en prisión en condiciones sobrehumanas, fue liberada en octubre de 1946.

Los corresponsales americanos entrevistan a "Tokyo Rose" en Septiembre de 1945.
Los corresponsales americanos entrevistan a «Tokyo Rose» en Septiembre de 1945.

Tanto a Iva Toguri como al resto de locutoras del programa les propusieron renunciar a la ciudadanía americana. Todas aceptaron, menos ella, circunstancia que facilitó que la acusaran de traición a su país. Mientras, en los Estados Unidos crecían las voces que pedían su cabeza, causándole tal depresión que perdió el hijo que en ese momento esperaba. Nuevamente fue arrestada y ahora sí llevada a los Estados Unidos, sin su marido.

Un Jurado Federal de San Francisco la acusó en 1948 en un juicio con cuarenta y ocho testigos, a la vez que poco a poco la opinión pública comenzaba a considerarla inocente. Ciertamente, en el juicio nunca pudo probarse que fuera traidora, incluso ella argumentó que saboteaba sutilmente los mensajes que le obligaban transmitir. Finalmente, se le absolvió de siete cargos y se le consideró culpable de «hablar en la radio sobre el hundimiento de barcos estadounidenses», condenándola a diez años de prisión, una multa de 10 000 dólares y la retirada de la nacionalidad americana. Por buen comportamiento salió de la cárcel a los seis años, el 28 de enero de 1956, deportándola a Japón donde se reuniría con su marido.

El reconocimiento

El periodista del «Chicago Tribune», Ronald Yates, convencido de que sus acusadores durante el juicio se movieron presionados por los fiscales y el FBI, comenzó a investigar y destapó el 19 de enero de 1977 el falso testimonio de lo supervisores durante su juicio. Iva Toguri regresó a Chicago sin su marido, al que se le negó la entrada. Nunca más se vieron.

A los 90 años de edad se reconoció su labor otorgándole un premio del Comité de Veteranos de la Segunda Guerra Mundial y ese mismo año murió por causas naturales y olvidada por todos.

2 respuestas a “La Rosa de Tokio”

  1. Avatar de astolgus

    La calidad de la grabación (parece sobre vinilo) y su acento no me permiten entender todo lo que dice, pero el caso me parece tristísimo no menos que el de muchísimos ciudadanos americanos que siendo de origen y/o descendientes de Japón (unos 120.000) fueron encarcelados en aquella II Guerra Mundial

    1. Avatar de franciscojaviertostado

      Hola Astolgus,
      otra más de las muchas y tristes consecuencias de la Guerra Mundial. Hubo vencedores, vencidos y otros, que, además de vencedores fueron vencidos.
      Saludos

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