
De Miguel Ángel poco hablaré, de Freud tampoco explicaré mucho, lo que sí me gustaría acercaros es el intento de psicoanálisis que hizo el neurólogo austriaco a una de las obras maestras del genial artista renacentista, el Moisés. Miguel Ángel la consideró su obra más realista y cuando la finalizó golpeó la rodilla derecha de la estatua y le dijo: ¿por qué no me hablas? Os descubriré también un detalle increíble de su anatomía, puede que pase inadvertido a ojos de muchos, pero es una muestra más de la perfección en su obra.
La admiración de Freud
«Parece increíble que no haya venido antes aquí» «Es la ciudad más bella y eterna, de una belleza sin igual» «Lástima que no se pueda vivir siempre aquí» Estas son algunas de las confesiones por carta que escribió Sigmund Freud a su familia al referirse a la ciudad de Roma. Llegó allí en 1901, y como cualquier otro visitó la Capilla Sixtina, el Panteón, el Palatino, la fontana de Trevi… Tanto le gustó que regresó en seis ocasiones más. Pero si había un lugar en la Ciudad Eterna que le tenía ensimismado ese era la iglesia de San Pietro in Vincoli, concretamente el Moisés que esculpió Miguel Ángel y que se encuentra en su interior.
Forma parte del monumento fúnebre que el papa Julio II le encargó. Esculpido en 1513, fue completado tras la muerte del papa, quien fue enterrado finalmente en la basílica de San Pedro en el Vaticano. Moisés es la figura principal del mausoleo y seguro que os llamaron la atención los dos cuernos que presenta en su testa, que derivan de una mala traducción del Libro del Éxodo en el que se narra que a Moisés, mientras descendía del Sinaí, le salían dos rayos de su frente. En hebreo Karan (rayo) puede confundirse con keren (cuerno).
La figura del Moisés «histórico» nos ha llegado como un personaje traicionado por su pueblo y dominado por la ira, que en un arrebato destrozó las Tablas de la Ley para salvar al pueblo judío, aún inmaduro y no preparado para cumplir el Pacto con Yahveh. De esta forma se le ha representado en infinidad de cuadros y esculturas, como la pintura de Rembrandt Moisés rompiendo las Tablas de la Ley.
El Moisés esculpido por Miguel Ángel siempre ejerció una fuerte impresión en Freud, de hecho, cuando lo observaba no lograba mantenerle la mirada en su primera visita. En su segunda estancia en Roma pasó tres semanas, y cada día pasaba por la iglesia de San Pietro in Vincoli a observarlo. Dejó escrito que ninguna otra escultura había ejercido un efecto tan fuerte sobre él, no tanto desde el punto de vista de la belleza, sino del psicoanalítico. Así publicó su teoría sobre esta figura, interpretando que Miguel Ángel quiso representarlo en el momento en que recupera la compostura, reteniendo su pasión y sus emociones, salvando las Tablas de la Ley. Analizando ciertos indicios de la escultura llega a la conclusión de que el Moisés que mencionan los registros y comentaristas fue más reflexivo y menos colérico.
El dedo de Moisés
Más del 90 % de lo que transmitimos en una conversación lo hacemos con la comunicación no verbal, y es que el lenguaje corporal es más importante de lo que pensamos, un espejo de nuestras emociones que en ocasiones nos delata. Nuestro rostro, nuestro tono de voz, el contacto visual y hasta nuestras manos hablan por nosotros. En lo que respecta al lenguaje de los dedos, concretamente al levantar el meñique, según las distintas culturas y países puede tener significados muy diversos.
En la Inglaterra victoriana levantar el dedo meñique al coger una taza de té era considerado algo vulgar, a diferencia de lo que hoy entendemos; en Japón, tenerlo levantado al hablar sobre dos personas significa que están vinculadas sentimentalmente; en China, levantarlo y enseñarlo es algo grosero, del mismo modo que en la cultura occidental al mostrar el dedo medio; en Indonesia, al señalar hacia abajo con el dedo meñique, se expresa la necesidad de miccionar; en el judaísmo, mientras se lee en la sinagoga es tradición alzar un brazo y el dejo meñique ante el Torah…

Para levantarlo necesitamos que el músculo extensor propio del meñique se contraiga. Este es un músculo situado en la región posterior del antebrazo que se origina en el epicóndilo lateral del húmero (externamente al codo), y se inserta en la primera falange del dedo meñique. Puede pasar inadvertido, pero no para el genio de Michelangelo Buonarroti. Fijaros en la imagen de abajo, donde señalo con un círculo dicho músculo contraído al levantar el dedo meñique. Un detalle increíble, una muestra más del genio incomparable del maestro.

Para saber más:
El cuerpo humano en el «Moisés» de Miguel Ángel, Rev. méd. Chile vol.141 no.10 Santiago oct. 2013
Links fotos:
Jörg Bittner Unna; Westerdam; Benjamín Núñez González; Luciano Tronati
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