La catedral de Winchester, en el condado de Hampshire, al sudeste de Inglaterra, es una de las mayores catedrales del país. Construida sobre las ruinas de una iglesia cristiana, junto al río Itchen, no resultó ser el mejor lugar para levantarla. El paso de los siglos hizo que a principios del siglo XX sus inestables cimientos provocaran que el riesgo de derrumbe fuera una amenaza cada vez más real, hasta que, un hombre, con sus propias manos y en una tarea hercúlea, lo evitó. Su nombre, William Walker, exsubmarinista de la Marina.
Testigo de muchos acontecimientos importantes en la historia del país como el funeral del rey Canuto Hardeknut; la coronación de Enrique el Joven y su esposa, Margarita, en 1172; la segunda coronación de Ricardo I de Inglaterra, el matrimonio del rey Enrique IV de Inglaterra con Juana de Navarra, en 1403; y el enlace de la reina María I de Inglaterra con Felipe II de España, en 1554. En el coro de la catedral se encuentran unas urnas funerarias que contienen los restos de varios reyes de las primitivas dinastías reales de Inglaterra, y allí se celebró, en 1817, el funeral y entierro de la novelista británica Jane Austen.
La catedral comenzó a construirse en 1079, y tempranamente comenzó a ceder el suelo por el peso de los muros, cayendo en 1107 la torre central provocando una víctima mortal. Entre los siglos XIV y XV las grietas que aparecieron obligaron a remodelar la nave principal, sin embargo, no será hasta principios del siglo XX, que se efectuó un examen y una valoración pormenorizada del riesgo de derrumbe determinando que el riesgo de derrumbamiento era inminente ante la inclinación de los muros y el trascoro, así como las grietas que presentaban las paredes internas y los desprendimientos en la cripta. Los responsables del estudio fueron el ingeniero Francis Fox y el arquitecto T. G. Jackson, que determinaron que la responsable de todos estos daños era la capa de grava que formaba parte de la base del edificio original que se había desplazado en dirección al río.

La rehabilitación efectuada en el siglo XIII poniendo troncos de madera en los cimientos, resultó del todo insuficiente y se encontraron con la base de la estructura sumergida a más de seis metros de profundidad del lodo. Debía apuntalarse inmediatamente sustituyendo los cimientos medievales por hormigón y ladrillo por debajo de la capa de grava, labor que se inició en 1905. Se instalaron andamios en el interior que sujetaran la estructura y se revistió el exterior de madera, pero el trabajo más delicado y titánico debía realizarse en el subsuelo: perforar el suelo, extraer los troncos y la grava, y rellenar el hueco existente con materiales más sólidos inyectando cemento líquido en los muros, atravesando barras de acero para reforzarlos.
Sin embargo, todo el esfuerzo resultó inútil al estar los cimientos sumergidos en terreno húmedo, lo que enlentecía el trabajo considerablemente. Un año después, conscientes de que se alargarían durante decenios las obras, decidieron cambiar el método de trabajo: contrataron a dos submarinistas con gran experiencia en proyectos de rescate de la Marina, perteneciente a la empresa británica, la Siebe Gorman & Co., para que descendieran hasta los cimientos y así colocar más rápidamente el hormigón y el cemento.
Un trabajo hercúleo
En turnos de seis horas, cinco días a la semana, los dos submarinistas iniciaron su cometido, pero uno de ellos trabajaba más del doble que el otro y se decidió prescindir de él, dejando a cargo de la labor a William Walker, de 37 años.
Trabajó durante seis años bajo el agua, sumergido en el fango, sin visibilidad apenas, con un traje de buceo extremadamente pesado al ser metálico, aún así, en 1911, terminó de rellenar él solo los cimientos de todo el edificio. Para ello arrastró 25 000 sacos de cemento, 115 000 bloques de hormigón y 900 000 ladrillos.
La prensa de la época se hizo eco de la épica gesta y se convirtió en el héroe de todo un país. El mismo rey Jorge V le nombró miembro de la Real Orden Victoriana y dijo en su discurso que William Walker había «salvado la catedral con sus dos manos».
Desgraciadamente, prontamente la mal llamada gripe española se llevó la vida de este héroe, aunque en las visitas que se realizan en la actualidad a la catedral se le recuerda con agradecimiento infinito.
Para saber más:
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Información basada en el artículo publicado en el número 513 de la revista Historia y Vida.
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