La Gran Bombarda, el cañón que derribó las murallas de Constantinopla

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El Cañón de los Dardanelos, empleado por los turcos en Constantinopla.

La conquista de Granada por los Reyes Católicos, el descubrimiento de América por Colón y la caída del Imperio romano de Occidente son algunos de los acontecimientos que cambiaron el mundo. Pero si hay un hecho histórico que cambió la historia como ninguno fue la caída de Constantinopla por los turcos otomanos, que, según algunos historiadores, representó el fin de la Edad Media en Europa y el final del Imperio Bizantino.

Muchos fueron los intentos previos de conquista de la ciudad, todos inútiles ante la solidez y magnificencia de sus murallas, sin embargo, un cañón construido en 1453 por un traidor cristiano consiguió que lo imposible se convirtiera en posible.

La ciudad de Constantinopla fue construida en tiempos del emperador Constantino el Grande en el año 330 d. C. como capital del Imperio romano de Oriente y sus murallas la protegieron contra ataques terrestres y marítimos. Un siglo después, con el emperador Teodosio II se reforzaron en la que sería una obra de ingeniería colosal e inexpugnable durante mil años a los veintidós asedios a que se vio sometida por germanos, hunos, ávaros, búlgaros y rusos. Solo en una ocasión, en el asedio de los cruzados y venecianos durante la IV Cruzada en 1204, se logró abrir una brecha en ella en el barrio de Blanquerna y la ciudad fue tomada y saqueada durante varios días. A mediados del siglo XV, Mehmed II, séptimo sultán de la dinastía osmaní, se propuso conquistarla al precio que fuera.

Orbón, un traidor para el mejor postor

Las murallas de Constantinopla constaban a lo largo de un perímetro de seis kilómetros de un triple sistema defensivo amurallado: la primera línea de muralla contaba con unos muros de 8 metros de altura y 2 metros de grosor. Tras un pasillo de 18 metros de anchura, la segunda línea amurallada llegaba a una altura de 13 metros y 5 metros de ancho. A ellas hay que añadir 13 kilómetros de una muralla costera con 300 torres de defensa y una cadena de hierro que cerraba el Cuerno de Oro, el estuario a la entrada del estrecho del Bósforo, impidiendo el paso de las naves enemigas al interior de la bahía.

Mehmed II lo tenía claro. Solo podría conquistar la ciudad abriendo un agujero en la muralla con artillería. Esta ya se utilizaba cien años antes y desde principios del siglo XV se difundió el uso de bombardas de asedio, aunque no eran lo suficientemente potentes como para echar abajo la muralla. Fue entonces que apareció en escena el ingeniero y fundidor Orbón.

Mucho no se sabe de su vida, se le supone nacido en Transilvania. Viendo la proximidad del enfrentamiento entre otomanos y binzantinos ofreció sus servicios a Constantino XI Paleólogo, quien no quiso darle el dinero que exigía. Fue entonces, que, a pesar de ser cristiano y convertirse después al islam -en realidad, se desconoce el momento de su conversión-, ofreció sus conocimientos en la fabricación de artillería a Mehmed II prometiéndole que sería capaz de construir un arma tan poderosa que ni los muros de Constantinopla se le resistirían. Como el dinero no era un problema para el sultán otomano le pagó cuatro veces más de lo que exigía, y Orbón comenzó a trabajar para él.

Inicialmente construyó varios cañones antes de fundir en bronce en Adrianópolis otro mayor. Para comprobar su correcto funcionamiento, el 25 de noviembre de 1452, lo dispararon contra un navío veneciano que intentaba llegar a Constantinopla, hundiéndolo al instante. Ante el éxito obtenido el sultán le mandó construir la que sería su obra maestra, la Gran Bombarda, que en enero de 1453 ya estaría terminada.

La Gran Bombarda y el asedio a Constantinopla

Modelo del asedio de Constantinopla en 1453, Museo Militar de Estambul, vista desde Galata

De 18 toneladas de peso, constaba de dos piezas unidas con una longitud de 9 metros aproximadamente. Su grosor de 20 centímetros y su circunferencia oscilaba de los 80 a los 240 centímetros. Los proyectiles utilizados pesaban 680 kilogramos y su alcance superaba el kilómetro y medio. Para moverlo era necesaria la ayuda de 200 hombres y como al menos se necesitaban 3 horas para recargar el cañón, solo podían realizarse 7 u 8 disparos diarios.

El lugar más propicio para colocar la Gran Bombarda era uno de los escasos puntos débiles de las murallas, el sector de Mesotelchion, y durante la semana que tardaron en trasladar y preparar los cañones, los apenas 7000 efectivos que se preparaban para defender Constantinopla comprobaron que los otomanos les superaban en número por diez (algunos dicen que por veinte), así como en el asedio marítimo, sin embargo, esperaban la ayuda de los reinos de Europa occidental, de los venecianos y de la misma Roma.

El 7 de abril de 1453 comenzó el asedio. Día tras día los disparos fueron continuos, dirigidos primero a la base de la muralla para provocar una grieta suficientemente grande como para después disparar en línea vertical sobre dicha base. Cuando cesaban los disparos los bizantinos se apresuraban a reparar las murallas con el material que tenían a mano. En otras ocasiones, los disparos otomanos se dirigían directamente al interior de la ciudad provocando incendios y bajas enemigas. Por otro lado, el 21 de abril, el sultán tenía otro frente que superar: sus 70 barcos de guerra debían pasar el estrecho de los Dardanelos en el interior del Cuerno de Oro y para ello ordenó construir una obra faraónica, un camino de madera en tierra de 12 kilómetros de longitud con un desnivel de 75 metros.

Mapa de las fuerzas otomanas y bizantinas durante el asedio de Constantinopla, del 6 de abril de 1453 al 29 de mayo de 1453

El 23 de mayo se confirmaron las sospechas de Constantino y un barco le trajo la temida noticia: nadie vendría en auxilio de Constantinopla. Seis días después, Mehmed  II lanzaría su definitivo ataque logrando abrirse paso a través de la Kerkaporta, que se encontraba «sospechosamente» mal cerrada, y donde cayó el comandante en jefe de la defensa, el genovés Giovanni Giustiniani. Sin duda, la Gran Bombarda fue determinante para la victoria otomana, pero también lo sería el asalto de la numerosa infantería otomana. Se piensa que el propio Constantino XI murió en su intento de huida en barco y el artillero Orbón falleció en la explosión de uno de sus cañones, algo que, por otra parte, era algo muy habitual entonces.

El destino final de la Gran Bombarda

Tras el asedio no pudo volver a utilizarse y se decidió fundir para fabricar 42 cañones que sirvieron posteriormente al ejército de Mehmed II. Algunos de ellos se siguieron utilizando funcionando a la perfección siglos después por la fuerza británica de la Royal Navy, en 1807, en la guerra entre los imperios Otomano y Británico. En 1866, el sultán Abdülaziz I regaló el cañón a la reina Victoria que exhibió en la Torre de Londres hasta que fue trasladada a Fort Nelson, Portsmouth (Inglaterra).

 Vista frontal del cañón en Fort Nelson, Hampshire, Inglaterra

Links imágenes:

Mustafa-trit20; Mustafa-trit20 (I); Simon Cope; Rowanwindwhistler

Información basada en el artículo de armas.es

5 comentarios

      1. La Gran Bombarda disparó sólo 3 o 5 veces y al segundo día reventó matando a Orban….

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