Beatriz Galindo, mucho más que la Camarera Mayor de la reina Isabel

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La Latina, uno de los barrios más castizos de Madrid, debe su nombre a una de las mujeres más cultas de la Castilla de la época de Isabel la Católica, me refiero a Beatriz Galindo, conocida como “la Latina” por su dominio del latín.

De Salamanca a la Corte

Tuvo la suerte de nacer en Salamanca, se cree que hacia 1465, en tiempos en los que el Aula Salmantina, la Universidad fundada por el rey Alfonso IX de León, era uno de los centros de la cultura y del saber en Europa.

Provenía de una familia muy numerosa, hidalga, pero venida a menos. Sus padres observaron que de niña presentaba facilidad para los estudios y decidieron que debía ingresar en el Claustro Conventual para ser monja. A los 16 años ya era experta en los textos clásicos, admiraba especialmente a Aristóteles y dejaba en evidencia a catedráticos y eruditos de la Universidad cuando hablaba y se expresaba en latín. Entre sus profesores se piensa que contó con el autor de la primera gramática castellana, Antonio de Nebrija. Su fama sobrepasó la ciudad de Salamanca para extenderse a todo el reino.

Eran tiempos difíciles. Tiempos de guerra. Tiempos de hambruna. Las arcas de Castilla y Aragón estaban vacías y emergía la idea del Estado moderno. Los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, necesitaban rodearse y asesorarse con las personas más cultas de la época y educar a sus hijos, futuros reyes y reinas. Fue entonces que la reina Isabel hizo llamar a la Corte a la joven Beatriz cuando contaba tan solo 21 años de edad, justo antes de ingresar en el Convento. Allí, Beatriz Galindo recibió el tratamiento y sueldo de Camarera Mayor, pero fue mucho más…

Una mujer sobresaliente

En la Corte instruyó a la propia reina Isabel y a sus cuatro hijas: Juana, Catalina, Isabel y María, futuras reinas de Castilla, Inglaterra y Portugal, respectivamente. Además, entre sus discípulas se cuenta a la primera profesora de una universidad hispánica, Luisa de Medrano; la catedrática de retórica, Francisca de Nebrija, y a María Pacheco, entre muchas otras ilustres personalidades.

Amiga personal de la reina y consejera fiel, rezaban juntas. Físicamente destacaba por su belleza y pretendientes no le faltaban, aunque ella no mostró interés alguno. Solo el deseo de la propia reina de casarla hizo que conociera a Francisco Ramírez de Oreña, un oficial de artillería que gozaba con la total confianza de los monarcas. Días después de la toma de Granada se casó felizmente con él, teniendo dos hijos en los siguientes diez años que duró el matrimonio, hasta que enviudó tras morir su marido en las revueltas de Las Alpujarras, en 1501.

Una mujer querida y dedicada a los demás

Tras el fallecimiento de su marido se instaló en el Palacio de Viana, en el actual barrio madrileño La Latina, entregada a obras de Caridad y sobreviviendo a sus hijos que fallecerían muy jóvenes. Será con la muerte de la reina Isabel en 1504 que abandone su retiro voluntario, pero nunca dejó de estar al corriente de lo que ocurría en Palacio.

Fundó el actual Hospital de Santa Cruz, el primer Hospital para pobres de Madrid, de donde salían todos alimentados o con trabajo asegurado, y los conventos o monasterios de la Concepción Jerónima y la Concepción Francisca. En su Testamento dejó toda su fortuna, medio millón de maravedíes, a los pobres.

Murió en 1534, con 69 años de edad, siendo enterrada bajo el altar del coro alto en la iglesia del primer Monasterio de la Concepción Jerónima, encontrándose actualmente sus restos en la cripta de la iglesia del cuarto monasterio de la Concepción Jerónima, en el Goloso. Para sorpresa de todos, en uno de los traslados de su cuerpo se comprobó que permanecía intacto, incorrupto.

Escultura yacente, de alabastro, de Beatriz Galindo, actualmente en el Museo de los Orígenes, de Madrid. Esta escultura forma parte del cenotafio que la propia Beatriz Galindo, en 1531, encargó para el convento de la Concepción Francisca (de la calle de Toledo, de Madrid). No fue enterrada aquí, sino en el coro del convento de la Concepción Jerónima.

No se conservan sus escritos, por otra parte fueron escasos, algunos poemas y comentarios sobre escritos clásicos, sin embargo, Beatriz Galindo se instruyó en todo el saber del humanismo, estudió teología, medicina, dominaba el griego, y por supuesto, el latín. En la actualidad, Madrid le honra merecido homenaje no solo en el barrio de La Latina, sino poniendo su nombre a una calle, un distrito y diversos centros de enseñanza.

Un video:

Mujeres en la historia Beatriz Galindo (rtve)

Link foto:

Carlos Teixidor Cadenas

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