Considerado como el padre de la Historia en el mundo occidental dedicó gran parte de su vida a viajar para recopilar información y escribir sus libros. Mucha de la información que nos ha llegado del mundo antiguo es gracias a sus escritos, bueno, en realidad a su obra Las Historiae o Nueve libros de historia.
Su pasión: escribir la Historia
Nació en la población de Halicarnaso, en la costa suroeste de la actual Turquía, en el año 484 a. C. y es probable que su aficción por la escritura proviniera de su tío (o primo) Paniasis, quien también escribía. Vivió la mitad de su vida en el contexto de las guerras médicas, entre persas y griegos, y tras abandonar su ciudad natal se dedicó a viajar por distintos puntos del mediterráneo. Es probable que no estuviera en todos los lugares que describe, pero sus fuentes fueron fiables.
Era costumbre en la antigua Grecia presentarse a los concursos literarios que se celebraban aprovechando las fiestas religiosas, así, los distintos autores leían delante del público sus obras. En el caso de Heródoto, se sabe que en el año 456 a. c., durante la celebración de los Juegos Olímpicos de la LXXXI Olimpiada, leyó todo su texto ante el público que allí se concentraba. Entre ellos se encontraba un joven Tucídides, quien, según el escritor Luciano de Samosata, lloró de emoción. Tuvo tanto éxito que para le publicaron su Historiae en rollos de papiro. Los fragmentos más antiguos que se conservan en la actualidad pertenecen al siglo II d. C.
Escrito en prosa griega, recibió numerosas críticas de sus contemporáneos por incluir en su obra anécdotas y disgresiones, no obstante, la información que detalla es fiel a la realidad. Los griegos tenían a Egipto como una de las naciones más sabias y no fueron pocos los que allí acudieron a aprender en las escuelas de los templos a orillas del Nilo, entre ellos encontramos a Tales de Mileto, que se formó como matemático; Platón, que compartió casa con el matemático Eudoxo; el escultor Telecles, el Político Solón y Pitágoras. Así pues, no es de extrañar que Heródoto comenzara su aventura por Egipto.
Una curiosa costumbre egipcia
Para todos su pobladores, ricos y pobres, la muerte representaba el paso que conducía a la auténtica vida eterna. Esto no quería decir que quisieran morir, todo lo contrario, se veía como algo muy lejano, pero debían estar preparados. El Nilo regía la vida y la muerte de Egipto, y en la otra orilla del Nilo se encontraba el reposo eterno, el inframundo esperaba en la tierra del sueño . Mucha de la documentación que tenemos en la actualidad sobre el duelo, la momificación y los funerales en el antiguo Egipto procede del segundo libro «Euterpe» de las Historiae de Herodoto y de la Bibliotheca Historica, del historiador griego Diodoro Sículo.
La manifestación del dolor era igual en las clases sociales altas que inferiores, aunque en estas era menos ostentoso al no poder permitirse un simple campesino los gastos de la ceremonia. Las mujeres manifestaban el duelo más intensamente que los hombres, exteriorizando su luto mediante golpes en el pecho, mientras lo hombres se mantenían en un segundo plano para llorar al difunto. Este duelo afectaba a todos los miembros de la casa, familiares, pero también sirvientes. Todos estaban obligados a manifestar su aflicción públicamente y el cadáver permanecía en su casa a la espera de llevarlo a la «Casa de la Muerte», donde le momificarían.
Cuando (…) muere un personaje importante, las mujeres de la casa se emplastan de lodo la cabeza y el rostro. Luego dejan en casa al difunto, (…) recorren la ciudad, golpeándose, ceñida la ropa a la cintura y mostrando los pechos, en compañía de sus parientes. En otras partes plañen los hombres, (…) ceñida la ropa a la cintura. Concluido esto, llevan el cadáver para embalsamarlo (Heródoto, II, 5)
La documentación que aporta Heródoto sobre el duelo es más abundante y precisa cuando se trata de la clase social alta, aunque aporta otras costumbres curiosas justificadas por la gran antigüedad de los egipcios.
Los hombres se deja crecer el cabello y la barba cuando estan de duelo, las mujeres orinan de pie y los hombres sentados, comen en la calle, hacen sus necesidades en casa, alegando que las necesidades poco decorosas son ineludibles, hay que hacerlas a solas, y a la luz pública las que no lo son.
Respecto a las mascotas, Heródoto pudo comprobar el respeto y cariño que les tenían. Los egipcios fueron de los primeros en tener animales de compañía en sus casas, los preferidos los gatos, perros y monos, en algunos casos tratados como un miembro más de la familia. En el caso que falleciera un gato se depilaban las cejas, si el que moría era el perro se afeitaban todo el cuerpo, incluso se rapaban la cabeza, como signo de aflicción.
Un libro:
La vida cotidiana en el antiguo Egipto, de Jose miguel Parra
Información basada en diversas fuentes, destacando el artículo El país del Nilo visto por un griego. Heródoto en Egipto, del egiptólogo José Miguel Parra NG Historia nº 196
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