Los «polvos de los jesuitas» (me refiero a la Quina)

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Billete de 2000 pesetas de 1992

Puede que los más nostálgicos recordemos este antiguo billete de 2000 pesetas, codiciado por muchos antes de que apareciera el euro. Es más que probable que no reparáramos en el personaje que vemos impreso en él y que también apareció en los billetes de 200 pesos colombianos emitidos entre 1983 a 1992. Se trata del español José Celestino Mutis y Bosio, un jesuita que puso su granito de arena para cambiar el mundo luchando contra las epidemias de su época.

Entre todas las epidemias si hay una que ha dejado un gran impacto en la historia de la humanidad a lo largo de los tiempos es la malaria, que pudo haber causado la muerte de la mitad de la población que ha habitado el planeta. La aparición de la quina para tratarla resulto ser de vital importancia, y aunque se desconoce realmente como se introdujo esta sustancia en Europa, uno de los relatos más populares es el de la milagrosa curación en 1629 de la condesa de Chinchón:

Los monjes utilizaron este remedio para salvar de la muerte a la condesa de Chinchón, Ana de Osorio, esposa del virrey de Perú, aquejada de lo que por entonces denominaban ‘fiebre de los pantanos’.

La quinina es el más fuerte de los cuatro alcaloides que se encuentran en la corteza de los árboles del género Cinchona. De estos árboles existen aproximadamente 23 especies, todas oriundas de América del Sur, y crecen a lo largo de la cordillera oriental de los Andes. Su descubrimiento se remonta a una de las grandes expediciones científicas en el Nuevo Mundo y financiadas por la Corona Española durante los siglos XVII y XVIII, y aunque algunas referencias indican que es la condesa de Chinchón quien la trajo a Europa, otras aseguran que fueron los Jesuitas. Entre los naturalistas que describieron las distintas especies de quina destacan Hipólito Ruiz, José Pavón y nuestro Celestino Mutis.

Corteza Cinchona

José Celestino Mutis

Nació en 1732 en Cádiz y tras ser ordenado sacerdote estudió Cirugía y Medicina y marchó a Madrid donde ocupó la cátedra de anatomía en el Hospital de Madrid. Con 25 años fue nombrado médico de la Casa Real de Fernando VI. A pesar de su meteórica carrera partió en 1760 a América como médico de Don Pedro Messía de la Cerda, virrey de Nueva Granada, estableciéndose en Bogotá. Fascinado por la flora y la fauna de la zona lideró una de las expediciones botánicas más importantes organizadas hasta entonces.

Debo decir que Mutis no descubrió la corteza de quina, la primera descripción se la debemos al militar y científico Miguel de Santisteban durante una expedición a Loja y sur de Quito en el Reino de Nueva Granada. En este viaje hizo amistad con Mutis al que regaló varios ejemplares de quinas, y uno de los exploradores de la expedición, Sebastián López Ruiz, natural de Panamá, mandó al virrey un buen número de muestras de quina, quien a su vez se las envió a Mutis para que procediera a analizarlas. Su investigación dio sus frutos y cuando redactó su informe se adjudicó el hallazgo lo que originó un enfrentamiento con López Ruiz sobre la importancia de la planta y la autoría del descubrimiento.

En Europa pensaban que se trataba de una sola planta, mientras que Mutis descubrió hasta siete especies del género Cinchona, de las que cuatro de ellas tenían valor terapéutico. Los resultados los mostró en su celebrada obra «Arcano de la Quina» y publicó otras obras monumentales donde describía y mostraba gran número de datos y dibujos, muchos conservados en el Jardín Botánico de Madrid.

Hábil a la hora de buscar financiamiento para sus proyectos y gran defensor de la vacunación de Jenner, durante la gran epidemia de viruela de 1782 y a pesar de la reticencia de los gobernantes, promovió las campañas de inmunización contra la viruela. Investigó el uso de cepas debilitadas de la enfermedad inoculadas en personas sanas y se autoinoculó a través de una pequeña incisión una muestra purulenta de un enfermo. Después, hizo lo mismo con algunos de sus alumnos y a 36 niños enfermos de un orfanato. Al cabo de unos días nadie enfermó y los niños enfermos mejoraron. La población, esta vez convencida de la eficacia, accedieron a ella salvándose miles de vidas.

A partir de entonces el virrey sistematizó las vacunaciones en situaciones de epidemia. Recordemos que Edward Jenner puso en marcha su sistema de vacunación en Europa en 1796 y en 1803 salió de España Francisco Javier Balmis en «La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna”.

Mutis estudió y aplicó en medicina la Ipecacuana, el té de Bogotá, el bálsamo de Tolú… pero su saber no se limitó a la botánica, la farmacia y la medicina, sino que también fue un apasionado y célebre astrónomo que apoyó la teoría sobre el sistema heliocéntrico de Copérnico e hizo contribuciones a otras ciencias como la minería de la plata y recopiló el vocabulario y la gramática indígena.

Falleció de una apoplejía el 11 de septiembre de 1808 en Santa Fe (actual Bogotá) y sus restos se encuentran en la Universidad de Rosario de dicha ciudad. Tras su muerte fue elegido miembro de la Real Academia Sueca de Ciencias y como decía al principio su imagen se imprimió en billetes de España y Colombia en reconocimiento a su contribución.

Para terminar explicar el porqué del título de este post. La quina como tratamiento fue conocida a través de los tiempos con distintos nombres: «cascarilla», «polvos de Loja», «polvos de la condesa» y «polvos de los jesuitas». Esta última denominación no gustó a los protestantes ingleses que se negaban a tomarlo y se decidió cambiar el nombre por el de «el remedio inglés». Después, tras aislar la quinina, responsable de su acción antimalárica, el joyero y empresario alemán Jacob Schweppes (sí, el de los refrescos), ideó el procedimiento industrial para la elaboración de bebidas carbonatadas en 1792, y años después elaboró un agua carbonatada a la que añadiría quinina, dando origen a la conocida Tónica, muy consumida después para prevenir la malaria a las tropas británicas destinadas en la India. Como su sabor era muy amargo y algunos soldados se las ingeniaban para poner cualquier excusa y evitar el mal trago, decidieron añadir limón y ginebra creando sin saberlo el Gin-Tonic. Por supuesto, ningún soldado quiso saltarse desde entonces su ración de quinina.

Puede que José Celestino Mutis no fuera el descubridor ni el introductor de la quina en Europa, pero nadie puede negar que como botánico diferenció las distintas especies de quinas, las estudió y las empleó para tratar una de las enfermedades más impactantes de la Historia, convirtiendo la Real Botica española en el centro receptor de esta planta y en uno de los centros científicos más importantes de Europa.

Para saber más:

Historia de la Quina: de contra la malaria a la aparición de la tónica, de Patricia Jimenez-Alfaro, Facultad de Farmacia

Links imágenes:

lu96; Amazon.com

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