
Uno de los mayores logros de la medicina en los últimos años ha sido el de los trasplantes de órganos y como en tantos otros avances de la ciencia son posibles gracias a la investigación realizada por hombres y mujeres que en muchos casos el tiempo los condenaron injustamente al olvido. Uno de estos científicos fue Sergei S. Brukhonenko, un científico ruso brillante, aunque muchos podrían considerarlo loco y poco ético.
Desde que el cirujano sudafricano Christiaan Barnard y su equipo realizaran en el Hospital Groote Schuur en Ciudad del Cabo (Sudáfrica) el 3 de diciembre de 1967 el primer trasplante de corazón de humano a humano con éxito -el paciente, Louis Washkansky, vivió 18 días antes de morir de neumonía-, se han realizado más de 8 000 trasplantes de este órgano solo en España. Podéis imaginaros la complejidad de un trasplante, pero en el caso del corazón se añade el hecho de que es un órgano en continuo movimiento.
Los inicios de la circulación extracorpórea
Todo comenzó en 1813 cuando el médico y fisiólogo francés César Julien Jean Legallois sugirió la posibilidad de mantener con vida una parte del cuerpo perfundiendo sangre oxigenada (circulación artificial). Otras investigaciones como las del reconocido investigador Brown-Séquard en 1858 demostraron que la actividad nerviosa refleja de una parte del cuerpo se podía mantener si se administraba sangre oxigenada, y a finales del siglo XIX ya se idearon sistemas primitivos para oxigenar la sangre sin interrumpir el flujo sanguíneo.
El 6 de mayo de 1953 el cirujano estadounidense John Heysham Gibbon realizó la primera operación a corazón abierto con éxito utilizando circulación extracorpórea, algo que hubiera sido imposible sin el trabajo previo del ruso Sergei S. Brukhonenko.
El «autoeyector» de Brukhonenko
Nació en 1890 en Kozlov, una pequeña ciudad rusa, hijo de un ingeniero civil. Su primer invento lo hizo de adolescente, él solo diseñó y fabricó una bicicleta. Pasó a estudiar medicina en Moscú y tras licenciarse estuvo en primera línea de batalla durante la Primera Guerra Mundial atendiendo las lesiones de soldados, muchos mutilados y con traumatismos que afectaban a los pulmones y al corazón. Sagaz e inteligente como era pensó que había que buscar la manera de mantener con vida a los heridos mientras se reparaban los traumatismos, y tras regresar a Moscú diseñó en 1926, junto con el Dr. Tchechulin, el denominado «autoeyector», un aparato para la «circulación artificial con sangre de animal de sangre caliente, que consistía en extirpar los pulmones de un animal donante (oxigenador) y dos bombas de diafragma operadas mecánicamente con un sistema de válvulas, una suministraba la sangre venosa al oxigenador y esta se bombeaba a los pulmones del donante a la circulación sistémica del animal perfundido.
El 1 de noviembre de 1926 mantuvo con vida a un perro durante dos horas con este primitivo sistema de circulación extracorpórea, y en 1936 diseñó un oxigenador de burbujas que llamó «pulmones artificiales». De esta forma completó su máquina corazón-pulmón emitiéndose la patente el 31 de mayo de 1942.
En 1943 presentó durante una reunión científica en los Estados Unidos en el hotel Waldorf Astoria (Nueva York) la película Los experimentos en el renacimiento de los organismos (si sois muy sensibles os aconsejo que no lo miréis) en la que dejaba constancia de sus éxitos a la vez que se convertía en propaganda de los logros científicos soviéticos ante el asombro del mundo.
En los años sucesivos el autoinyector se utilizó en operaciones a corazón abierto en perros con excelentes resultados y tras Brukhonenko, el científico Vladímir Démijov fue un poco más allá (éticamente hablando) y realizó el primer trasplante del mundo que involucraba a todo un sistema con distintos órganos al trasplantar en el lomo de un pastor alemán la cabeza de un cachorro, sobrevivieron seis días. Siguió realizando trasplantes similares y en 1959 consiguió una supervivencia de casi un mes.

Tras la Segunda Guerra Mundial siguió trabajando en Moscú y aunque fue el primero en sugerir que la circulación extracorpórea podría utilizarse en la cirugía cardíaca, murió el 20 de abril de 1960 sin poder ver cómo se aplicaba clínicamente a un paciente con el éxito del primer trasplante de corazón del Dr. Christiaan Barnard y su equipo en 1967. Desgraciadamente, a pesar del reconocimiento que tuvo en su país, Brukhonenko quedó eclipsado por los éxitos de Gibbon y otros colegas, siendo escasos los reconocimientos en las publicaciones científicas del momento.
El trabajo de Brukhonenko demostró las dificultades de la perfusión total y contribuyó en gran medida a resolverlas
Probert y Melrose
Aquí os dejo un video de sus experimentos, no quise insertarlo en el blog porque puede herir la sensibilidad de más de uno
Para saber más:
Fundación Española del Corazón
Información basada en el artículo Sergei S. Brukhonenko: el desarrollo de la primera máquina cardiopulmonar para la perfusión corporal total, de Igor E Konstantinov y Vladimir V Alexi-Meskishvili The Annals of Thoracic Surgery