Las «muertes por compasión» de Hitler

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Karl Brandt durante el juicio de los doctores en Núremberg

Adolf Hitler, en el capítulo once de su libro Mein Kampf, confirma su teoría sobre los peligros del mestizaje y entre las prioridades que tenía su descontrolada mente destacaba el concepto de raza aria y su superioridad frente al resto. Con esta premisa no debían permitirse las enfermedades genéticas hereditarias, y apenas seis meses después de llegar los nazis al poder promulgaron una ley que pretendía proteger al pueblo alemán de ellas, convirtiéndose en la base legal para perseguir a enfermos mentales, marginados, gitanos y judíos.

Los inicios de su macabro plan

El concepto de eugenesia arraigó a principios del siglo XX en la sociedad y entre muchos destacados científicos desde que Francis Galton lo definiera como el único medio para mejorar la calidad genética de la especie humana. Países democráticos como los Estados Unidos aprobaron leyes restrictivas para los portadores de enfermedades hereditarias como la esterilización y en Alemania se crearon instituciones para la Higiene Racial en 1904. El 14 de julio de 1933 se promulgó la ley para la Protección de la Salud Hereditaria para esterilizar forzosamente no solo a dementes y esquizofrénicos, sino a personas con epilepsia hereditaria y alcohólicos, sometiéndose a ella hasta 1945 a unos 400 000 alemanes con el veredicto de los especialistas en tribunales especiales que otorgaban una falsa legalidad al mismo.

El Estado popular tiene que velar por que solo aquellos que estén sanos puedan procrear hijos; que no hay mayor vergüenza que aquella de que a pesar de las enfermedades y las taras propias se traigan hijos al mundo.

Adolfo Hitler, “Mi lucha”, 1924. P. 446

Pero Hitler consideró esto insuficiente y quiso ir más allá extendiendo su plan a todas las «personas no productivas». Concertó una reunión secreta en pleno centro de Berlín, en el número 4 de la calle de Tiergarten, en la que acudirían su médico de cabecera, Karl Brandt y el director del partido Nazi, Philipp Bohler para convencer a médicos y psiquiatras de la necesidad de tener un programa de eutanasia a gran escala y así ofrecer una muerte digna a enfermos incurables, o, según palabras de los propios nazis personas con «vidas indignas de ser vividas».

En dicha reunión se concluyó que gran parte de la población no entendería que se implantara, así que, decidieron tomar medidas discretamente obligando primero al personal sanitario a registrar a los recién nacidos con deficiencias, para después aplicarlo a los adultos que sufrieran de esquizofrenia, epilepsia, demencia senil, sífilis, ceguera o simplemente inadaptados sociales.

A Hitler le obsesionaba la idea de que las camas de algunos hospitales estuvieran ocupadas durante la guerra por enfermos «incurables» y tras la invasión de Polonia vio el momento propicio para poner en marcha su programa de eutanasia pensando que la población no le prestaría tanta atención. Se conoció como «Operación T4», aludiendo al lugar donde tuvo lugar la reunión, .

Autorización de Adolf Hitler para el programa de «eutanasia», firmada en octubre pero fechada el 1 de septiembre de 1939

Está claro que la maquinaria de propaganda a favor de este programa convenció a la población. Libros, folletos y películas convencieron a la sociedad alemana del desgaste económico y social que representaba mantener con vida a estas personas, y en los colegios planteaban a los niños cuestiones como «Si mantener un manicomio para enfermos mentales incurables cuesta 500 000 marcos al año y construir una vivienda para una familia trabajadora vale 10 000, ¿cuántas casas familiares se podrían construir al año en lo que se dilapida en el manicomio?».

«Muertes por compasión»

Unidades de las SS y del ejército alemán ocuparon muchos de los hospitales y sanatorios mentales del país obligando al personal sanitario a informar al Reich de cualquier enfermo considerado incurable. En el caso de los niños nacidos prematuramente se decía que se trasladaban a una incubadora especialmente desarrollada para ellos, aunque en realidad eran enviados directamente a la muerte.

Habrá que reconocer que es más humano liberar a los niños idiotas de su desgracia que permitir que vegeten para suplicio de sus familiares

Der Spiegel 8/1964, pp. 41-47

El expediente del paciente era enviado al Ministerio de Interior tras ser revisado por tres médicos, Werner Catel, Hans Heinze y Ernst Wentzler, junto a los colegas de las unidades especializadas en niños de algunos hospitales, que marcaban en un recuadro con una marca azul, mantenerlo con vida; con una marca roja, su muerte; y en los casos dudosos se ponía un interrogante para ser revisado más adelante. Los que tenían la marca roja eran trasladados por miembros de la SS vestidos con batas blancas en autobuses grises del servicio de correos, con los cristales de las ventanillas tintados en negro, a uno de los seis centros, uno en Austria y cinco en Alemania donde se procedería a asesinarlos con gas, y a los niños pequeños, con inyecciones de morfina, barbitúricos, escopolamina e inyecciones de aire, aunque el método más habitual en el cénit de la «Operación T4» era la privación de alimentos.

Para su traslado se necesitaba la aprobación familiar y para conseguirla se les engañaba diciendo que les enviaban a centros «especializados» donde recibirían un correcto tratamiento. Poco tiempo después recibían una carta donde se les notificaba su muerte por alguna supuesta complicación y la incineración del cadáver por motivos de salud pública, evitando así el poder reclamar hacer ninguna autopsia por parte de la familia.

En algunos casos las cartas eran confusas y equivocadas, confundiendo la edad y el sexo del niño, y el número de notificaciones tan alto que alertó a las familias, generando sospechas en la sociedad. Fue entonces que el obispo de Münster, Clemens August von Galen, en su homilía del 3 de agosto de 1941 puso voz a la desconfianza:

Se ha extendido la sospecha, que raya en la certeza, de que tantas muertes inesperadas entre los pacientes mentales no se deben a causas naturales, sino que han estado deliberadamente programadas, y que los oficiales, siguiendo el precepto según el cual está permitido destruir ‘vidas que no merecen ser vividas’, matan a personas inocentes si se decide que estas vidas no tienen valor para el Pueblo y para el Estado. Es una doctrina terrible que justifica el asesinato de gente inocente, que da carta blanca para matar a inválidos, deformes, enfermos crónicos, ancianos que no pueden ejercer un trabajo y los enfermos que sufren una enfermedad incurable.

Las protestas aumentaron y obligaron a suspender el programa el 24 de agosto de 1941 cuando llevaban más de 70 000 víctimas, sin embargo, continuó en secreto como «operación 14f13» y parte del personal sanitario encargado fue trasladado al este de Europa empleado en los campos de concentración exterminando a los judíos. Para no llamar tanto la atención dejaron de realizarse traslados y sustituyeron la muerte por gas por una inyección mortal o por simple inanición. Está claro que sin la participación activa de la profesión médica alemana el Holocausto no hubiera ocurrido.

Finalizada la guerra, durante el Juicio de los médicos  en Nuremberg (oficialmente, United States of America v. Karl Brandt, et al.) se citó a 23 acusados, veinte eran médicos entre ellos Brack, Rudolf Brandt y Sievers, acusándoles de los cargos de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad, genocidio y guerra de agresión, estimándose que solo bajo el programa de eutanasia murieron unas 275 000 personas. Durante el juicio la defensa argumentó que no existía una ley internacional para distinguir entre la experimentación humana legal e ilegal, lo que llevó a crear el Código de Nuremberg.

11 comentarios

    1. Hola Wichiluca,
      el psicólogo estadounidense Marshall Rosenberg dijo en una ocasión que toda violencia es el resultado de personas engañándose para creer que su dolor es provocado por otra gente, pensando por tanto que merecen ser castigadas. No sé si Hitler y los nazis hicieron estas barbaridades por este motivo, pero seguro que fue uno de ellos.
      Saludos

    2. Gracias. Impresionante trabajo de investigación. Ya falta menos para que aquí,muy adornadito primero y justificado después, terminemos de alguna que de otra manera haciendo lo mismo, he oído decir » gracias al coronavirus hemos recuperado pensiones» y ¿los que vivían por esas pensiones, que ya no tiene abu, madre, padre,empleo ni familia, que les vamos hacer, también la eutanasia? Tiempo al tiempo, si no aparecerá otro coronachisme. Gracias⚘🙏

      1. Hola Mar,
        aunque es duro pensarlo y decirlo, tenemos muestras en la Historia de epidemias que han diezmado a la población, nada más lejos que las epidemias de Peste Negra del siglo XIV y que en parte cambiaron el modelo de la sociedad de entonces. No sé si la actual pandemia de coronavirus, que está aún muy lejos de concluir y de la que todavía no se atisba su fin en el horizonte, provocará cambios en nuestra sociedad, pero de lo que no hay lugar a dudas es que este tipo de adversidades nos hace ver lo susceptibles que somos los seres humanos.
        Abrazos

  1. Actualmente tenemos el Diagnóstico Genético Preimplantatorio que deja en mantillas todo esto. Hay más muertes por descarte que las que produce el Covid19. Y los padres tan contentos con los ‘certificados de calidad’ de sus hijos, sin que nadie los saque de su ignorancia.
    Ojalá esta pandemia sirva para valorar la vida humana y respetar a todos.

    1. Hola mac,
      un debate siempre vivo. Lo que no hay duda es de que esta técnica evita la transmisión de enfermedades tan severas e invalidantes como la Talasemia, la Distrofia Muscular y la Fibrosis Quística entre muchas otras, usando células embrionarias en estadio de blastocisto (6-8 células). El debate está en si considerar estas células como un embrión o no, y en este sentido el debate está abierto. Por otra parte, es innegable el avance de la ciencia y la investigación médica en mejorar la calidad de vida y dar años a los años, entonces, ¿debemos cerrar los ojos a estos avances? Sin duda, la ética médica tiene mucho que decir y deben ponerse límites, pero no ignorar las posibilidades que nos ofrecen.
      Saludos

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