
El embarazo fantasma o imaginario (pseudociesis) se presenta cuando una mujer cree estar gestante sin estarlo y presenta muchos de los síntomas y signos del embarazo, incluso su barriga aumenta progresivamente como cualquier otra gestación. Se trata en realidad de un problema psicológico que afecta al 0.027 % de las mujeres embarazadas y encontramos un caso real (nunca mejor dicho) en el matrimonio entre Felipe II y María Tudor.
El contexto de la época
María nació en el palacio de Greenwich en 1516. Única hija de Enrique VIII de Inglaterra y Catalina de Aragón, era nieta de los Reyes Católicos y prima hermana de Carlos I de España. Su vida en la corte inglesa resultó difícil para ella y más desde que su regio padre se enamorara de la elegante, morena y guapa aristócrata Ana Bolena, dejando a su madre en la total indiferencia. El papa Clemente VII negó de forma reiterada el divorcio que le solicitó el monarca y finalmente el arzobispo de Canterbury anuló el matrimonio y lo casó con Ana Bolena. La respuesta papal fue la excomunión, a lo que Enrique VIII reaccionó dejando de reconocer la autoridad del Papa y se proclamó líder de la nueva Iglesia.
Desde el momento que Ana Bolena tuvo una niña, Isabel, el rey arremetió contra María Tudor, mermando su carácter que ya de por sí era reservado y muy introvertido. Después pasó lo que pasó, Ana Bolena murió decapitada y se declaró nulo el matrimonio para que en tan solo veinticuatro horas después se produjera el enlace entre Enrique VIII con Juana Seymour. Esta vez sí consiguió tener un descendiente varón, el enfermizo príncipe de Gales, futuro Eduardo VI, alejando aún más las opciones de María Tudor de convertirse en reina. Tras la muerte de Enrique VIII en 1547 el primero en acceder al trono fue Eduardo VI, pero murió a los quince años de edad de tuberculosis. Seis años después, María, con la ayuda de un fiel ejército, se hizo con el trono de Inglaterra a la edad de treinta y siete años.
María Tudor, reina de Inglaterra
Defensora acérrima del catolicismo y soltera como era, Carlos I de España vio en ella la mejor opción para el enlace con su hijo Felipe, una jugada política muy rentable para los dos países. Los allegados de Felipe II le indicaron que María era «fea, vieja, flaca y bastante rancia», por lo que veían esta alianza -y así se lo hicieron ver al monarca- como un gran sacrificio de Estado.
Los dos prometidos debían conocerse, pero la distancia que los separaba y las obligaciones políticas hacían inviable hacerlo a corto plazo, así que encargaron sendos retratos para poder verse. Felipe lo tenía más fácil al ser agraciado físicamente, un galán a gusto de las mujeres, y encargó su retrato al afamado Vecellio di Gregorio Tiziano, enviando a su tía María de Hungría a la corte inglesa para que se lo llevara personalmente a María. Esta, en cambio, era poco agraciada, de cuerpo rechoncho, poco pelo, le faltaban algunos dientes y sus ojos carentes de todo brillo. La corte inglesa encargó la difícil misión de retratar a la reina al también prestigioso pintor Antonio Moro que intentó disimular sus carencias como pudo para no asustar al príncipe español. Aquí os dejo los dos retratos…


Como era de esperar Felipe no se entusiasmó con el retrato de su futura mujer, pero no dejó de acatar lo ordenado por su padre. Se firmó un contrato previo al enlace en el que se estableció que el hijo que naciera de su unión heredaría la corona de Inglaterra y la de los Países Bajos, y en el caso de fallecimiento de su primogénito Carlos de Austria, fruto de su anterior enlace con María Manuela de Portugal, también la corona española.
La boda se celebró por poderes en Londres. Representando a Felipe, el conde de Egmont, que cumplió el estricto protocolo que le obligaba a tumbarse en el lecho nupcial junto a la novia, eso sí, vestido con su armadura. Medio año después, por fin, el príncipe partió hacia Inglaterra para conocer a María personalmente y cumplir con sus deberes maritales. A finales de 1554 María estaba embarazada, o al menos eso pensaba ella y toda la corte.
El «embarazo»de María
En una época donde no existían las ecografías ni ningún análisis de sangre que confirmara su estado de preñez, no quedaban muchas dudas de que las náuseas y los vómitos que sufría así como el aumento de volumen de su abdomen se debía a un embarazo. Se retiró a Hampton Court para reposar y según las crónicas en más de una ocasión manifestaba a sus damas de compañía los movimientos fetales que sentía dentro de su barriga. Los médicos calcularon que el parto se produciría a finales de mayo de 1555, pero transcurrido el mes comprobaron asombrados que el abdomen de la reina comenzaba a desinflarse sin parto alguno. Claro está que la noticia llegó a oídos de Felipe quien no daba crédito a lo ocurrido.
Fue entonces que Francia declaró la guerra -otra vez- a España, y Felipe para conseguir la ayuda de Inglaterra regresó brevemente con María en mayo de 1557. Su corta estancia fue suficiente para que poco tiempo después María le escribiera para comunicarle que volvía a estar embarazada. Presentaba los mismos síntomas que en la anterior ocasión, aunque esta vez se encontraba peor, perdió el hambre y aumentó su cansancio. Fue tal su empeoramiento físico que tuvo que abdicar en su hermanastra Isabel, falleciendo dos semanas después. No deja de ser curioso que en el mausoleo de Felipe II en el monasterio de El Escorial, se encuentra acompañado de tres de sus esposas, pero no de María de Tudor.
Posibles explicaciones a sus síntomas
Probablemente su supuesto embarazo se deba a su personalidad depresiva, introvertida, al sufrimiento vivido durante toda su vida por la situación que le tocó vivir en la corte inglesa y a la presión a la que se vio sometida para tener un hijo varón. Sin embargo, no podemos descartar que ese aumento de volumen de barriga y sus síntomas fueran ocasionados por una retención de líquido (hidropesía ovárica) secundaria a un quiste ovárico de gran tamaño o más probablemente a un macroprolactinoma, un tumor de la hipófisis que produce un exceso de la hormona prolactina que puede provocar infertilidad, falta de menstruación (amenorrea) y secreción de leche por las mamas (galactorrea), además de náuseas, vómitos y dolor de cabeza por la compresión de la glándula hipofisaria a las estructuras adyacentes en el interior del cráneo. Además, este tumor puede afectar la función del tiroides y ocasionar un hipertiroidismo que justificaría también la voz ronca, la pérdida de cabello, el engrosamiento de la piel, el aumento de peso y el estreñimiento, entre otros síntomas, que padeció María desde su adolescencia.
Bloody Mary

A María se la conoció como «la sangrienta María» porque durante el poco tiempo que reinó en Inglaterra se esforzó por erradicar la herejía de su país aboliendo las reformas religiosas introducidas por su padre Enrique VIII. Volvió a someterse a la autoridad papal con el apoyo del Cardenal Reginald Pole, primo de Enrique VIII, y subyugó a la población a una brutal persecución para condenar a la hoguera a todo aquél contrario a la restauración del catolicismo. Así, 273 personas, sobre todo de las clases bajas en el sureste de Inglaterra, fueron ejecutadas por orden del arzobispo Cranmer y, si bien no hay evidencia material de la participación de la reina, lo cierto es que no hizo nada para evitarlas.
Como curiosidad decir que el nombre del cóctel conocido como Bloody Mary que hoy podemos disfrutar en cualquier bar entre amigos, se tomó de la Reina María I de Inglaterra. Cosas de la historia 😉
Información basada en el libro Enfermedades que cambiaron la Historia, de Pedro Gargantilla.
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