
El Castillo de Peñíscola es de esos lugares de nuestra geografía que hacen volar la imaginación como pocos otros lo consiguen. Los árabes llegaron allí en el siglo VIII, los templarios construyeron esta fortaleza en el siglo XIII soportando numerosos asedios, y en su interior, algún que otro ilustre personaje sufrió el rigor del encarcelamiento, pero me gustaría acercaros alguna de sus dependencias, concretamente las estancias privadas de su más ilustre morador, el «Papa Luna».
Fue en 1233 que mediante pacto a poder del rey Jaime I Peñíscola dejó de estar ocupada por los árabes, y seis décadas después pasó a la Orden del Temple levantando allí su última gran fortaleza. En 1411 el «Papa Luna», Benedicto XIII, transformó el castillo en sede pontificia en la lucha por su legitimidad tras el Cisma de Occidente que le llevó a aislarse en él hasta el final de sus días, superado por su tiempo.
Cisma de Occidente
Su nombre antes de acceder al papado era Pedro Martínez de Luna, de ahí el sobrenombre. Nació en 1328 en un pueblecito de Zaragoza, hijo de una familia noble aragonesa, tomó primero el camino de las armas. Estudió derecho y se doctoró en la Universidad de Montpellier, impartiendo clases en ella posteriormente. Obtuvo cargos eclesiásticos en la Corona de Aragón y en 1375 es nombrado cardenal. Tres años después viajó a Roma acompañando al papa Gregorio XI, donde este muere, nombrándose sucesor bajo presión del pueblo romano a Urbano VI. Los cardenales, entre ellos Pedro Martínez de Luna, se vuelven a reunir en Anagni para elegir un nuevo papa, Clemente VII, iniciando el Cisma de Occidente.
Elección de Pedro de Luna como papa
El nuevo papa se establece con su curia en Aviñón y Pedro Martínez de Luna es nombrado, en 1379, legado papal para los reinos de la península ibérica y subsidiariamente para Europa, con la difícil misión de conseguir la obediencia al papa de Aviñón, cargo que mantuvo durante 16 años. Tras la muerte de Clemente VII, en 1394, Pedro de Luna fue elegido pontífice por amplia mayoría, tomó el nombre de Benedicto XIII, sin embargo, por motivos políticos Francia se opuso y cuatro años después retiró el apoyo político y financiero a la sede papal de Aviñón, presionando a Benedicto XIII para que renunciara. Este se negó alegando que era el legítimo papa y en 1403 tuvo que huir de la ciudad.
Benedicto XIII estableció una curia itinerante y en 1408 convoca el Concilio de Perpiñán, que le declarará como el papa legítimo, pero un año después, en el Concilio de Pisa, no se reconoce a ninguno de los dos y se nombra a un tercero, Alejandro V, complicando aún más el cisma.
Su obligado retiro
El rey de Aragón, Martín I «el Humano» sigue siendo fiel a Benedicto XIII, declarándole intocable en sus reinos, pero tras su muerte en 1410 se desata el problema por su sucesión. En 1411 Benedicto XIII se establece en el castillo templario de Peñíscola creando aquí la sede pontificia, y un año después participa en el Compromiso de Caspe donde se nombra sucesor de la Corona de Aragón al castellano Fernando I El de Antequera.
En 1414 se convoca el Concilio de Constanza con el objetivo de resolver el cisma y al año siguiente es depuesto el papa de Roma. Desde la sede de Peñíscola emitió bulas, escribió tratados, dirigió los trabajos y la administración del Castillo y defendió sus derechos incluso cuando el monarca Fernando I y Vicente Ferrer, su confesor, retiraron su obediencia. Tras la muerte del rey, su sucesor, Alfonso V «el Magnánimo» firma una orden en 1416 autorizando la permanencia del personal del papa en Peñíscola.



En estas estancias Benedicto XIII se entregó a las tareas diarias, rodeado de alguno de los libros que trajo consigo de Aviñón y otros que adquirió por su cuenta, libros de cuentas, planos desplegados… Así, despachaba con maestros de obras, recibía a canteros, se ocupaba de los alimentos necesarios para el personal del castillo y daba instrucciones a sus sobrinos, especialmente a Rodrigo de Luna, responsable de la guardia y los ballesteros.
El papa es condenado como cismático
El Concilio de Constanza termina en 1417 nombrando papa a Martín V y condenando definitivamente a Benedicto XIII, hecho que hizo que muchos cardenales y obispos le abandonaran, quedando con él en Peñíscola unos pocos fieles.

El papa solía alimentarse de comidas sobrias y frugales, deleitándose con pequeños dulces. Una tarde de julio de 1418 dos sirvientes que habían sido corrompidos por dinero le sirvieron dulces con arsénico. Se sospechó que el culpable era el cardenal Adimari, legado del papa Martín V.
La actuación de su médico personal, Jerónimo de Santa Fe, le salvó la vida. Tras ayudarle a vomitar inmediatamente le preparó unos polvos hechos con hinojo, semillas de anís, comino, coriandro, raíces de díctamo, regaliz, canela y azúcar, fórmula magistral conocida hoy en día como «Tisana del Papa Luna». En los cuatro meses siguientes padeció dolores y desde entonces empeoró su salud. En 1422 nombra a sus últimos cuatro cardenales y el 23 de mayo de 1423 fallece a la longeva edad de 95 años.

Sin duda, en el Castillo de Peñíscola se respira la Historia con mayúsculas y quien lo visita tiene la sensación de dar saltos en el tiempo. Al traspasar los muros del castillo medieval comprobamos la ingeniería y arquitectura militar construida en el siglo XVI bajo el reinado de Carlos I y su hijo Felipe II. Pero esto es otra historia…
Un video de la Diputació de Castelló
Información extraída del fondo documental del Castillo de Peñíscola
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