
Sí, lo habéis leído bien. Se trata de la receta del Dr. Pickhardt en la que prescribe 250 cc de alcohol diarios para tratar la dolencia del futuro Primer Ministro del Reino Unido, Winston Churchill. ¡Todo un figura, tanto el médico, como Churchill!
Se certifica que la convalecencia post-accidente del Honorable Winston Churchill requiere la ingesta de bebidas alcohólicas, especialmente con las comidas. La cantidad es, naturalmente, indefinida, pero el requirimiento mínimo es de 250 cc
Otto C. Pickhardt, M. D.
Se fecha en el Nueva York de 1932, con la «Ley seca» en Estados Unidos vigente, así pues, el tratamiento es aún si cabe más sorprendente.
El accidente
En realidad no se trató de ninguna enfermedad, sino de un accidente automovilístico. Poco después de las 10:30 pm del 13 de diciembre de 1931, Churchill descendía de un taxi en la Quinta Avenida en Manhattan, entre las calles 76 y 77, buscando la casa del financiero Bernard Baruch. Por no mirar fue atropellado y desplazado varios metros por otro coche que circulaba y conducía Mario Contasino. La culpa fue de Churchill (él mismo lo reconoció) al olvidar que en los Estados Unidos, el tráfico se mantiene a la derecha mientras que en Reino Unido se mantiene a la izquierda. Tras ser atendido en el lugar del accidente se decidió ingresarle en el Hospital Lenox Hill, con una herida grave en el cuero cabelludo, dos costillas rotas y un esguince en el hombro derecho.
Winston comunicó a la policía que la culpa fue exclusivamente suya, pero Contasino, sintiéndose culpable, no dejó de llamar los días siguientes al hospital preguntando por su evolución. Churchill, preocupado para que no tuviera problemas para encontrar trabajo, decidió encontrarse con él en el hotel Waldorf-Astoria y clarificarlo todo delante de la prensa. Por cierto, mientras tomaban un té, Churchill le regaló un ejemplar firmado de su libro «La guerra desconocida».
Otras curiosidades muy «curiosas» de Churchill
La vida de este político y estadista británico es apasionante. Estudiante mediocre en su juventud, es considerado uno de los grandes líderes de la historia y un gran orador, aunque tenía problemas para pronunciar la letra «s». Fue oficial del Ejército, corresponsal de guerra entre 1895 y 1900, escritor y artista.
Sorprende saber que la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura en 1953 habiendo escrito solo una obra sobre la Segunda Guerra Mundial y un trabajo sobre extraterrestres, pero es que el Premio Nobel de la Paz no podían dárselo. Como pintor realizó más de 600 obras, algunas de gran calidad como View of Tinherir que se vendió por más de 600 000 libras esterlinas.

Amante de la siesta, hábito que adquirió durante su estancia en Cuba, solía recibir a sus asesores militares en pijama tras echar una cabezadita, y es de todos conocido su afición a la bebida, especialmente tras la Segunda Guerra Mundial. Habitualmente se levantaba no antes de las 9:30 h y desayunaba acompañado de un whisky con soda. A la hora de comer no faltaba una pinta de champagne y un vaso de coñac, y para cenar bebía otra pinta de champagne y varios vasos de vino con la comida. Además, en momentos especiales consumía una botella de brandy.
A lo largo de su vida estuvo al borde de la muerte en múltiples ocasiones, no tanto por problemas con el alcohol, sino porque era propenso a sufrir accidentes. De niño se cayó de un puente y estuvo tres meses en cama a consecuencia de una lesión en el riñón; durante unas vacaciones en Suiza estuvo a punto de ahogarse en un lago; se cayó en diversas ocasiones mientras montaba a caballo; se dislocó un hombro durante un desembarco en India; se estrelló su avión cuando aprendía a pilotar; su guardaespaldas, Walter Thompson, le salvó la vida en los más de veinte atentados que sufrió; y no nos olvidemos del accidente automovilístico que tuvo en Manhattan.
¿Y qué fue de Contasino?
La historia pasó al olvido hasta hace pocos años. Se sabe que en realidad el nombre real del conductor era Edward F. Cantasano, y tenía 26 años en el momento del accidente. Mecánico de profesión, vivía en Westchester, Nueva York, se alistó en el Ejército en 1942 y murió en 1989, siendo enterrado en Long Island.
Se abren muchos interrogantes al pensar qué hubiera ocurrido en lo que se refiere al transcurso de los acontecimientos históricos sucedidos en los años posteriores al atropello de sir Winston Churchill si hubiera fallecido ese día, puede que el desenlace final de la Segunda Guerra Mundial hubiera sido muy distinto. Toda historia no es otra cosa que una infinita catástrofe de la cual intentamos salir lo mejor posible y muchas veces pequeños actos o determinadas circunstancias o hechos, hacen equilibrar la balanza hacia uno u otro lado.
Alguien dijo en una ocasión que cualquiera puede hacer historia; pero sólo un gran hombre puede escribirla, Churchill es uno de ellos, y no puedo terminar sin antes advertir de los peligros que tiene el consumo de alcohol. Lo que acabo de explicaros es solo es una curiosidad histórica.
😉
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