
Sobre modas todo está escrito, aunque puede que todo, todo, como que no. Han habido, siguen habiendo y habrán, modas raras, muy raras, como el de implantarse joyas dentro de los ojos, sacar a pasear en China lechugas como si de perros se tratara o perforarse la espalda con sus correspondientes piercings para luego pasar un lazo a través de ellos simulando un corsé, pero para modas extrañas la de finales del siglo XIX: usar largartos vivos como joyas.
El New York Times en 1894 informó de esta práctica en los Estados Unidos entre sus páginas…

El motivo de dicha moda era que los lagartos en cuestión, comprados como si fueran camaleones cuando en realidad no lo eran, cambiarían de color para asemejarse a su ropa, vaya, todo un toque de distinción. Se pusieron tan de moda que en ocasiones los ataban con cadenas a la ropa o al cuerpo, de hecho, si acudías a un baile corrías el riesgo de susurrarle algo al oído a tu chica y acabar con un lagarto dentro de tu boca.
La organización más antigua para bienestar animal en los Estados Unidos, la American Society for the Prevention of Cruelty to Animals (ASPCA) fundada en 1866 en Nueva York por Henry Bergh, no tardó en hacerse eco de esta moda al considerarla un maltrato animal, además, muchos de los clientes no tenían ni idea de cómo cuidar a los estos pobres animalitos. Finalmente se prohibió su práctica en la ciudad de Nueva York, aunque se tardó un tiempo más en vetarla en otras ciudades.

No penséis que esta moda de llevar lagartos era algo nuevo, en el siglo IV a. C. los etruscos utilizaron unos «sacos de medicina» a modo de protección en los que podían llenarse con amuletos o incluso también lagartos pequeñitos. Y si nos desplazamos algo más hacia nuestros tiempos, en la cultura maya, se usaron escarabajos a modo de joyas, algo que en la década de los años 80 del siglo pasado se puso de moda entre las mujeres de Yucatán que portaban un escarabajo sobre sus corazones con la creencia que así encontrarían a su amor, ya que, según la leyenda…
Una princesa maya que amaba a un príncipe del clan rival, tuvo prohibido casarse con él y prefirió morir de hambre y sed a estar sin su amado. Un curandero con poderes mágicos se compadeció de ella y la convirtió en un escarabajo para que pudiera vivir siembre sobre el pecho, cerca del corazón de su amado.
Por cierto, lo de pasear lechugas por la calle no es ninguna broma, y si no, entrad en este enlace 😉
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