
Salvando las diferencias con la recientemente fallecida reina Isabel II, permitidme que os presente el «cuadro médico» de otra reina, la reina Isabel la Católica. Ya entonces sus Majestades disponían de una serie de galenos en nómina que cuidaban de su salud, y sus acciones, acertadas o fallidas, influyeron en el curso de la Historia de una forma u otra.
La medicina en el siglo XV
Para empezar, decir que a los médicos de la Edad Media se les conocía como «físicos», cuidado, no confundirlos con los actuales científicos que se dedican a la física. En tiempos de los Reyes Católicos la medicina que se practicaba en las zonas rurales, más supersticiosa, no tenía nada que ver con la medicina oficiosa de la Corte, que bebía de la Escuela Médica de Montpellier, en Salerno por Constantino el Africano, o en las Escuelas de Medicina de las universidades de Salamanca, Valladolid y la del Monasterio Jerónimo de Guadalupe, en la provincia de Cáceres, este último con un hospital al que su fama le precedió, atendido por hermanos legos y que contaba también con otro hospital para mujeres que eran atendidas por las llamadas beatas. La reina Isabel tenía en alta estima a este monasterio y pasó largas temporadas allí con sus hijas, tras su muerte, donó parte de su testamento al mismo.
En Castilla, el saber de los médicos reales se sustentaba por los textos de Avicena, Hipócrates, Aristóteles y Galeno, traducidos en la Escuela de Traductores de Toledo. En aquellos tiempos las epidemias eran una constante con la lepra, las pestes, la viruela y otras «pestilencias». Con el descubrimiento de América por parte de los europeos aparece el escorbuto y la sífilis, aunque hay que decir que disponemos de pruebas de la existencia de la sífilis en el continente europeo de mucho antes.
La medicina la practicaban cirujanos y físicos, pero también «ensalmadores, boticarios, especieros, barberos, parteras, hernistas y flebotomianos», entre muchos otros, nombres, todos ellos, que hacen referencia a la especialidad a la que se dedicaban, algunos dentro del curanderismo. Por cierto, los ensalmadores eran clérigos o seglares que pretendía curar enfermedades espirituales o corporales mediante oraciones, ensalmos y hechizos, y es que la religión estuvo muy presente a la hora de practicar curaciones durante todo el Medievo.
La caridad de las instituciones religiosas veló por los peregrinos, enfermos graves y otros, mediante una red de hospitales que podían encontrarse a lo largo de rutas de peregrinación o en hospitales de pobres como los de Guadalupe, el de San Antón de Castrojeriz y el Hospital de Santa Cruz en Santiago de Compostela, este último fundado por los Reyes Católicos.
Los médicos más apreciados eran los judíos sefardíes y mudéjares (ex musulmanes convertidos tras el edicto de conversión forzosa dictado por los Reyes Católicos en 1502, para que no fueran expulsados), que aprendieron la profesión en la madrasa Yusufiyya (una especie de universidad) y donde el maristán de Granada hacía la labor de hospital en el reino nazarí de Granada hasta 1492. Comenzaron a exigirse certificados de limpieza de sangre para que pudieran atender a los cristianos viejos (vamos, los de toda la vida). Para aprender medicina durante el siglo XV lo habitual en el medio rural era que se enseñara de maestros a aprendices, otros, iban a escuelas privadas y la tercera vía era acudir a las Escuelas médicas o universidades, los que podían permitírselo.
La medicina fue evolucionando y con el tiempo se volvió más como una ciencia empírica, encontrando a los más afamados médicos en la Corte. Con el padre de Isabel I de Castilla, Juan II, e incluso ya antes, hubo un intento para regular la profesión médica y existían unos «médicos examinadores» que evaluaban la aptitud de los galenos que ejercían su profesión, aunque tengo que decir que resultaron ineficaces a la hora de examinar, además de ser fácilmente corruptibles, lo que hizo que se decidieran sustituir por los Alcaldes Examinadores Mayores y, en 1477, bajo el reinado de Isabel la Católica, se estableció el Real Tribunal del Proto Medicato. Este último se componía de «físicos» de reconocido prestigio, así como los propios médicos de la Corte, muchas veces catedráticos de las Escuelas Médicas, que realizaban un examen que debía ser aprobado par poder ejercer.
Los médicos de la Reina
Quedan bien documentados los numerosos médicos que en un momento u otro de su reinado la atendieron (también a otros miembros de la Corte), ya fuera en los partos o en alguna enfermedad.
Lorenzo Badoz
Lo vimos en plena acción en uno de los capítulos de la serie Isabel y hasta 1494 fue el más destacado de los médicos judeo-conversos que la trataron. Formó parte del Protomedicato. Aragonés de origen, procedía de una tradicional saga de médicos judíos, expertos en ginecología, y se convirtió en el médico personal de la reina Isabel. Tras siete años de esterilidad, consiguió -o al menos así lo pensaba Fernando el Católico- que Isabel se quedara encinta del príncipe Juan. El parto lo asistió una partera sevillana conocida por «la Herradera». Desde entonces permaneció en nómina de la Corte y ayudó a concebir a las tres hijas de Isabel: Juana, María y Catalina. Este médico es el mejor ejemplo para demostrar que los Reyes Católicos NO odiaban a los judíos.
Los «Doctores de la Reina»
Se conocen con el apelativo ilustre «De la Reina» a tres médicos que vivieron en Salamanca (actualmente puede verse en la ciudad salmantina el palacio de los Abarca). La familia Abarca era de origen navarro, y su linaje nació a mediados del siglo IX. Parecen descender de un caballero que combatió en la batalla de las Navas de Tolosa con las tropas del rey de Navarra.
Fernán Álvarez Abarca, profesor de medicina en la Universidad de Salamanca entre 1438 y 1469, sirvió a la Casa Real. Eran frecuentes sus ausencias en la universidad (imagino que también por estar requerido en la Corte) y en 1469 es jubilado a petición propia. Se le conoce como «El doctor de la Reina el Viejo» para diferenciarlo de sus hijos: Gabriel, bachiller, licenciado y doctor entre 1438 y 1508, que sustituyó a su padre en la docencia y ejerció como médico de cámara de los reyes desde 1494, hasta su muerte en 1508; y Fernando, que desempeñó el cargo de médico de los monarcas a partir de 1498, con un salario de 90 000 maravedís, y ejerció algunos años como «Físico principal» de los Reyes. Fue uno de los médicos que informó al rey del estado en que se encontraba su hija Juana y su médico personal desde 1507. Esta familia de galenos continuó sirviendo a la Corte hasta 1575.
Juan Texén
Atendió a los Reyes Católicos desde 1467 hasta 1494, siendo confirmado como Alcalde Examinador Mayor en 1477.
Doctor Polonio
Nombrado médico de los Reyes Católicos en 1479. Poco más se sabe de él.
Nicolás de Soto
Nació en Madrigal de las Altas Torres, al igual que la reina Isabel la Católica. Aún podemos ver la fachada de su palacio en dicha villa, conocida como «El Arco de Piedra». Prestó servicios en el Monasterio de Guadalupe de 1478 a 1483 e ingresó en el Protomedicato de los monarcas a instancia de la reina Isabel. Siguió de cerca la enfermedad del príncipe Juan hasta su muerte y fue médico de los Reyes Católicos desde 1487 hasta al menos 1498. Tras la muerte de Isabel continuó en la Corte a cargo de los cuidados de doña Juana hasta su fallecimiento en 1524.
Juan de Ribas Altas
De origen judío trabajó en el entorno del Fernando el Católico y formó parte del Tribunal del Protomedicato en Castilla.
Juan Rodríguez de Toledo
Posiblemente converso, se dedicó desde 1475 hasta su fallecimiento al cuidado de los reyes, tras dejar su cargo de Catedrático de Medicina en el Estudio General de la Universidad de Valladolid por orden de la misma Reina, para que pudiera dedicarse íntegramente a su servicio. Era «físico de Sus Altezas» y nombrado Alcalde Examinador Mayor y miembro del Primer Tribunal del Protomedicato. Algunos lo identifican como el autor principal del «Cronicón de Valladolid» y como el médico que atendió a la madre de la reina Isabel la Católica, Isabel de Portugal, puede que junto a su padre, Diego, médico también.
Encontramos citas de otros miembros de la familia Rodríguez de Toledo como médicos al servicio de la Casa Real, pero no queda muy clara la atención que dieron.
Pedro Azlor
Médico e inventor, fue en 1478 el primer solicitante de patente de inventos.
Juan de Guadalupe
Perteneció a una saga familiar de médicos de orígenes judíos conversos que atendió en la Corte en el período de tiempo desde Enrique IV hasta la época de Carlos I de España. En concreto, Juan, era Examinador Mayor de los médicos de los lazaretos de Castilla y médico personal de los Reyes Católicos desde 1483, atendiendo al rey Fernando en el atentado que sufrió en Barcelona, curando la profunda herida que recibió y atendiendo a la reina de la ansiedad que le provocó, con agua fría.
Julián Gutiérrez de Toledo
Posiblemente también converso, formó parte de uno de los Tribunales del Protomedicato y desde 1491 es médico de palacio con un sueldo de 90 000 maravedís. Fue uno de los médicos que informó al rey Fernando el Católico del precario estado de salud emocional de doña Juana. Atendió al Cardenal Mendoza afecto de un «apostema renal», es decir, un absceso renal, y estuvo presente en Medina del Campo en el fallecimiento de la Reina Isabel.
Ibrahim Xarafí
Alcalde Examinador Mayor desde 1475, no fue médico oficial de la Corte, pero se cree que pudo tratar a Isabel como princesa y después como reina.
Fray Luis de Madrid
Se formó y gozó de gran popularidad como «gran cirujano» en el Monasterio de Guadalupe. Isabel le mandó venir en 1503 para tratar unas jaquecas de la infanta María, reina de Portugal.
Juan de la Parra
Alumno y médico también en el Monasterio de Guadalupe de 1480 a 1488, estuvo muy vinculado a la Corte al estar presente en la muerte del príncipe Juan y ser médico personal de la reina Isabel pocos meses antes de su muerte. En 1506 redacta una carta acerca de la precipitada muerte de Felipe el Hermoso y poco después se traslada a Flandes como médico personal del infante Fernando. Formó parte del Tribunal del Protomedicato
Gerónimo Bustamante
Uno de los médicos que atendió a Isabel en su lecho de muerte.
Francisco López de Villalobos
Médico de los Duques de Alba hasta 1509, tras la muerte de la reina Isabel se encargó de cuidar la salud de Fernando el Católico.
Ya dediqué un artículo en el blog sobre la causa de la muerte de la reina Isabel la Católica. Ese día, el 26 de noviembre de 1504, se encontraron presentes en Medina del Campo acompañándola, los médicos Julián Gutiérrez de Toledo, Juan de Guadalupe, Gabriel Álvarez Abarca, Nicolás de Soto, Gerónimo Bustamante y Juan de la Parra, entre otros.
Información basada en el artículo Los médicos de la reina Isabel y doña Juana, por Mabel Villagra
Toda una tesis doctoral!!!
Hola Alfonso,
ciertamente, el trabajo de Mabel Villagra, que es con el que me basé para este post, me pareció de lo más interesante. Además, si nos paramos a pensar en la importancia que tuvieron los tratamientos de estos médicos, fallidos o exitosos, en el curso de la Historia, aumenta aún más el interés de su estudio.
Saludos