Sí, las mujeres también llegaron a América (y una de ellas introdujo el trigo)

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Fotograma de la serie ‘El corazón del océano’, en la que representan la expedición de Mencía Calderón.

No sé si alguno de vosotros lo había pensado, pero sí, las mujeres también llegaron a América y es justo reconocerles su importancia en la colonización del Nuevo Mundo. Como suele pasar en la Historia, poco se ha hablado y se ha escrito sobre ellas en este acontecimiento en particular, pero sí, las mujeres también llegaron a América y a muchas de ellas les ponemos nombres y apellidos.

María Escobar -después hablaré de ella-, Beatriz de la Cueva, Inés Suárez, Isabel de Guevara, y muchas otras aventureras viajaron a América. Religiosas, maestras, prostitutas, enfermeras, empresarias… inundaron el continente y contribuyeron sin lugar a duda a su colonización.

La emigración en el siglo XVI

Los que entienden y han estudiado el tema en cuestión dicen que en el segundo viaje de Colón ya viajaron en los barcos mujeres hacia América. En 1580 existía en América unas doscientas veinticinco ciudades castellanas, y esta expansión necesitaba de nuevos colonos, hombres y mujeres. Se calcula que en el período de tiempo comprendido entre 1493 y 1600, la cifra total de emigración rondaría a la baja los 200 000 españoles, claro está, estas cifras no reflejan la numerosa emigración clandestina que hubo. De ellos, el 16 % corresponde a mujeres, es decir, unas 33 000, de las que 19 000 fueron andaluzas, especialmente de las actuales provincias de Sevilla y Huelva.

En los primeros años, la mayoría de esas mujeres viajaban acompañadas de sus maridos u otros familiares o tenían a sus esposos en América, otras, las menos, eran solteras sevillanas con el rol de «criadas», que entonces significaba que ejercerían la prostitución. Sabemos que en la expedición del hijo del Almirante Cristóbal Colón, Diego, en el año 1509, llevó muchas mujeres solteras a la isla de La Española para casarlas con los hombres solteros de allí. A partir de 1540 se invertía esta proporción y aumentaba la proporción de mujeres solteras (no necesariamente «criadas»), favorecido sobre todo por la misma Corona, que en algunos casos se ofreció a pagar el viaje completo a las familias de los conquistadores instalados en Cuba mediante una Cédula Real. El mismo emperador Carlos I de España dictó en 1530 la prohibición de viajar a los castellanos casados sin su mujer, ordenanza que también se incluyó a los virreyes. A finales del siglo XVI casi un 60 % de mujeres que iban a América eran solteras.

En cuanto a dónde se dirigían, México y Santo Domingo fueron desplazados con los años hacia Perú y Nueva España, aumentando a finales de siglo la proporción de mujeres al 28 % del total de emigrantes.

En muchos de los casos eran los propios maridos que se encontraban en América los que escribían una carta reclamando que su mujer viniera, para ello, solían enviar dinero a su mujer para afrontar los gastos, que eran muchos. No es que el conquistador español tuviera reparos en mantener relaciones sexuales con indígenas en América, pero evitaban casarse con ellas al tener muy presente la «limpieza de sangre». Es probable que sus mujeres no tuvieran muy claro lo de dejar España e irse a ese desconocido y peligroso Nuevo Mundo, sus maridos, conscientes de ello, manifestaban en la carta el gran amor que les tenían, probablemente fingido en más de una ocasión. Debemos pensar que muchas de estas mujeres no tenían noticias de ellos durante años y pensaban que estaban muertos, así se convertían en lo que se conocía como «viudas de Indias», viudas que no podían volver a casarse, viendo en este viaje una oportunidad para reencontrarse con su marido y cambiar su fatal destino en España.

Un viaje peligroso

La mujer, una vez decidía irse a América, debía afrontar un viaje muy, pero que muy peligroso. Como partían de Sevilla, debían trasladarse a esa ciudad por caminos en los que una mujer sola era presa fácil para truhanes, bandidos e indeseables. Una vez en la ciudad hispalense, la estancia podía prolongarse varios meses hasta conseguir toda la documentación que le permitiera partir. Entre los papeles, necesitaba un certificado de buena conducta, un certificado de cristiano viejo, otro de soltería o el permiso para viajar sola de su marido o de sus padres, que debían residir en América, además de un certificado de su creencia religiosa y raza. Si esto no fuera suficiente, debía negociar el precio del pasaje con el capitán y reunir toda la comida y bebida que pudieran necesitar para el viaje.

Una vez en el barco el viaje resultaba increíblemente peligroso. Las que tenían más suerte (y recursos económicos) podían permitirse un espacio privado de no más de dos metros de largo por medio metro de ancho, el resto dormía al raso en la cubierta, junto con los demás, marineros incluidos. Podemos imaginarnos a estas personas conviviendo con pulgas, cucarachas y ratas, con ropa que no se lavaba en meses y conviviendo con los olores nauseabundos que se acumulaban, además, los viajes solían comenzar en los meses de verano para aprovechar mejor los vientos, aumentando el calor, las enfermedades y el agobio dentro de la nave.

María de Escobar

Entre las mujeres que fueron a América me gustaría destacar a una, María de Escobar. Sabemos de ella por el cronista Inca Garcilaso de la Vega que la nombra en sus Comentarios Reales. Nacida a principios del siglo XVI en el palacio que tenían próximo a la iglesia de san Andrés, en la localidad de Trujillo (por cierto, tiene una calle con su nombre en la ciudad), partió desde Sanlúcar de Barrameda junto a su marido a América, en 1534, en la expedición de Pedro de Alvarado. Llegó a la Gobernación de Nueva Castilla y según el mismo cronista, introdujo el cultivo del trigo y la cebada en Perú. Existen diversas hipótesis al respecto, puede que la que tenga más peso es la que dice que en el viaje llevó consigo medio almud de trigo, y una vez allí repartió entre los agricultores de Lima y Cañete de 20 a 40 granos a cada uno. Para poder propagar la gramínea en la Indias se prohibió su consumo durante tres años y cuando hubo suficiente cultivo empezó a hacerse harina de trigo. También se cuenta que María Escobar fue la primera mujer europea casada que llegó a ese lugar, y que, junto a Isabel de Rodríguez, recogió el cadáver de Francisco Pizarro tras su asesinato.

Como entenderéis la colonización no hubiera sido posible sin las mujeres. No aparecen en los libros de Historia y es justo reconocer tanto a las que conocemos sus nombres, como a tantas otras valientes aventureras desconocidas.

Información basada en la comunicación El viaje femenino a América (1493-1600), por Julián Córdoba Toro, en el X Congreso virtual sobre Historia de las Mujeres (15 al 31 de octubre de 2018)

7 comentarios

    1. Hola libreoyente,
      así es, y esa era la intención de este artículo. Si uno se para a pensar lo duro que debió resultarles irse de España, realizar la travesía por el océano y adentrarse en unas tierras desconocidas para el resto de sus vidas, se hace difícil explicar que en los libros de Historia prácticamente ni se las nombre.
      Saludos

  1. Women typically are left out of the histories of this period or minimized as significant participants. Thanks for an interesting history of where they made major contributions to this process!

  2. Hola, hace muchos años tantos que no recuerdo bien, estaba viendo una película donde en una oficina se ponían en una pared fotos de hombres solteros que estaban colonizando américa y estaban buscando esposas (ellas debían escoger una foto y estar listas para viajar)para formar sus familias en América, tristemente no puede ver más, y no recuerdo el nombre de la película. mujeres muy valientes.

    1. Hola Sandra,
      muestra de lo difíciles que eran aquellos tiempos. No obstante, eso mismo se ha ido repitiendo a lo largo de los tiempos, incluso en épocas más cercanas a la nuestra como bien dices.
      Saludos y gracias por comentar.

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