
Los nostálgicos de la peseta, que los hay y muchos, recordamos con cariño a esta moneda. En España desde el 1 de Enero del 2002 se sustituyó por el actual euro, y así fue que con el paso del tiempo quedó relegada al (casi) olvido. Permitidme recuperarla de la memoria explicando el origen etimológico de su nombre, y para ello hemos de trasladarnos a la ciudad de Barcelona.
En la Ciudad Condal se acuñó moneda desde la época romana, pero fue a partir de la unión del Reino de Aragón y el Condado de Barcelona bajo una misma corona (la llamada «Corona de Aragón») que esta actividad adquirió verdadera importancia al posibilitar los intercambios comerciales catalano-aragoneses con el resto de las potencias del Mediterráneo. Los primeros documentos que tenemos del funcionamiento de esta actividad son de mediados del siglo XV, aunque es más que probable que ya antes podría estar activa.
Los encargados de acuñar moneda eran conocidos como monederos, un oficio privilegiado al que solo se podía acceder si tenías padres o abuelos monederos o por la concesión de una gracia real. Pues bien, la palabra peseta viene del catalán peceta, diminutivo de peça (‘pieza’), por lo que equivaldría a «piececita». A partir del siglo XV comenzaron a llamarse así por el reducido tamaño de algunas monedas de plata.

Esta actividad se mantuvo hasta la Guerra de Sucesión Española a principios del siglo XVIII, que retiró el privilegio de la acuñación de moneda propia. Un siglo después, durante la ocupación francesa en la Guerra del Francés, Barcelona volvió a acuñar moneda ya con el nombre peseta como leyenda. Esta denominación acabó imponiéndose en toda España como unidad monetaria nacional, sustituyendo al escudo, el 19 de octubre de 1868, por iniciativa del ministro de Hacienda del Gobierno provisional del general Serrano, Laureano Figuerola, y la primera peseta se acuñó unos meses después y pesaba 5 gramos de plata y equivalía a 4 reales.
Existen otras teorías sobre el nombre pero la que os acabo de explicar es probablemente la más fundamentada, y si un día os acercáis al barrio de La Ribera podréis pasar por la calle de la Seca, una curiosidad de tantas otras de las calles de este barrio medieval de Barcelona.
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