
Alguien dijo en una ocasión que el valor de un amigo no es tanto qué puede hacer por uno mismo, sino cuánto le importa a la otra persona. Qué mejor ejemplo de ello que el caso de Muhammad y Samir. Ahora entenderéis el porqué.
Encontré por las redes la imagen que os muestro arriba y la historia que hay detrás de ella, ciertamente no hay mucha información sobre sus protagonistas, aunque la imagen es verídica. Sabemos que el hombre de la derecha es Samir, un enano probablemente tetrapléjico que podía hablar, y el de la izquierda, Muhammad, ciego, quizá de nacimiento. Ambos se encontraron por casualidad en la ciudad Siria de Damasco a finales del siglo XIX y aunque profesaban religiones distintas, Samir era cristiano y Muhammad, musulmán, esto no impidió que sus vidas terminaran por unirse para siempre.
Está claro que sus discapacidades físicas hicieron que se complementaran el uno con el otro. Samir no podía desplazarse y Muhammad, al no poder ver tampoco podía caminar por las estrechas y desordenadas calles de la ciudad. Ambos eran huérfanos y vivían en la miseria y tras su primer encuentro ya no se separarían nunca más. Malvivían como podían, Samir contaba historias para entretener a los clientes de un café en Damasco y Muhammad vendía dulces muy cerca de allí. Inseparables, literalmente, Muhammad cargaba a sus espaldas a su amigo, quien le guiaba por la ciudad.
Su vínculo fue tan fuerte que tras la muerte de Samir, Muhammad moriría días después, dicen que por tristeza por la muerte de su amigo. Según también se cuenta, en una ocasión les preguntaron cómo dos personas de distintas religiones se llevaban tan bien, a lo que contestaron señalando su propio corazón: «Aquí somos iguales».
Decía al principio que la imagen es real y fue realizada por el fotógrafo Tancrède Dumas, un italiano que que abrió su estudio fotográfico en Beirut y fue contratado por la Sociedad Estadounidense para la Exploración de Palestina para documentar las regiones al este del Río Jordán. Su trabajo hizo que con el tiempo se convirtiera en el Fotógrafo de la Corte Imperial y Real de Prusia, pero esta fotografía muestra como pocas que la amistad no conoce fronteras ni religiones.
Preciosa historia
Hola libreoyente,
realmente que lo es.
Saludos
Qué historia tan hermosa. Ciertamente, la amistad no conoce de prejuicios ni distancias. He aquí, yo te he admirado y apreciado por muchos años y nunca la distancia ha sido razón para no hacerlo. Un abrazo querido amigo desde el otro lado del mar.
Hola Melbag,
gracias por tus hermosas palabras también.
Otro gran abrazo para ti 😉
Hermoso canto a la amistad, la historia de estos dos amigos.
Saludos!
Hola bisílaba,
sí, la amistad es la más valiosa de todas las posesiones que podamos tener.
Saludos