
Dicen que la medida de lo que somos es lo que hacemos con lo que tenemos, y existen historias de superación que lo demuestran. Frente a las adversidades, el coraje, la mente y el corazón son suficientes para superarlas y salir adelante. Os mostraré un personaje de esos que pasan al olvido en la historia, pero que bien merece ser recordado. Me refiero al doctor Jacob Bolotin, el primer médico ciego de nacimiento licenciado en medicina en todo el mundo.
Hijo de inmigrantes judíos, nació en 1888 en la ciudad de Chicago. Su ceguera congénita le agudizó el resto de sus sentidos, leyendo Braille a través de tres pañuelos y reconociendo a la gente por su olor. Asistió de niño al colegio de ciegos de IIIionis y con catorce años ya tenía claro que su discapacidad no le impediría ser en la vida lo que realmente quisiera ser, dejándolo bien claro en su discurso de graduación en la escuela. Sin embargo, no lo tuvo nada fácil.
Trabajó vendiendo cepillos y máquinas de escribir en la red de tranvías en Chicago, y lo hizo tan bien que poco antes de cumplir 18 años fue considerado uno de los mejores vendedores del país, aunque en realidad su sueño era otro, ser médico.
Al principio le pusieron toda serie de obstáculos para ingresar en la Facultad de Medicina, y una vez aceptado, su perseverancia, capacidad de sacrificio y sus habilidades consiguieron lo imposible. Tras licenciarse con honores tampoco lo tuvo fácil para ejercer y trabajó durante meses en un consultorio donde los pacientes no confiaban en que les visitara un médico invidente.
Siendo interno del Frances Willard Hospital demostró en más de una ocasión su valía y su capacidad por ver cosas que a otros les pasaban inadvertidas:
En una ocasión examinó a una niña ingresada en el hospital. Su piel estaba húmeda y sudorosa al tacto y tras auscultar su corazón le diagnosticó un sordo e inconfundible murmullo de la válvula mitral que correspondía a una estenosis mitral, algo que pasó inadvertido a la exploración de otros tres médicos que pensaban que su enfermedad tenía una base psicológica y simplemente sufría de neurastenia.
Con el tiempo sus diagnósticos le convirtieron en un reconocido especialista del corazón y los pulmones en todo el mundo, siendo invitado a participar en congresos internacionales, discursos que, por otra parte, cautivaban al público.
Desgraciadamente la muerte le sobrevino de muy joven, con 36 años, pero su actividad profesional tanto asistencial como de docencia fue realmente intensa, manifestando siempre que le dieran una oportunidad sin prejuicios, para demostrar su valía.
La Federación Nacional de Ciegos creó los Premios Dr. Jacob Bolotin que cada año se otorgan a personas innovadoras que trabajan en el campo de la ceguera, conocido en muchos círculos como «el Premio Nobel de los Ciegos».
Un libro:
The blind doctor: the Jacob Bolotin Story (2007), por Rosalind Perlman
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