
¿Por qué la orina tiene ese característico color amarillo claro y no es rojo, marrón o negro? Bueno, puede que nunca os hayáis hecho esta pregunta, pero os diré que es amarilla debido a la mezcla del agua con la urobilina, un producto del metabolismo de la bilirrubina que a su vez se produce por degradación de la hemoglobina. Pues bien, la orina es mucho más que un simple producto de desecho de nuestro cuerpo y a lo largo de la Historia ha tenido gran importancia a la hora de diagnosticar y tratar enfermedades. Os invito a seguir leyendo, seguro que os sorprenderéis.
Durante la Primera Guerra Mundial, Ypres, un oficial médico canadiense, recomendaba encarecidamente a los soldados que se taparan la boca y nariz con un trozo de tela sobre el que orinaron previamente (imagino que cada uno el suyo). No se trataba de ninguna broma ni nada parecido, este gesto podría salvarles la vida. La introducción del temible gas venenoso como arma cogió desprevenidos a todos y no disponían de máscaras eficaces para evitar sus efectos. Así, Ypres, que era químico, pensó que el ácido úrico de la orina cristalizaría al cloro, mitigando sus efectos.
Lejos de esta anécdota (cierta, por otra parte), encontramos en la antigua Roma a Tito, hijo del emperador Vespasiano, culpando a su padre por poner un impuesto a sus ciudadanos por la… ¡orina! El emperador le contestó dándole una moneda para olerla. ¿Huele de alguna forma en particular? Le preguntó. Tito respondió que no, a lo que el emperador le respondió que esa moneda provenía de la orina.
Los romanos valoraban la orina por su contenido en amoníaco, que resultaba muy útil para lavar la ropa, y mezclado con cenizas y cal se utilizaba como blanqueante, extrayendo las manchas de la ropa. Las lavanderías y tintorerías resultaban ser un negocio muy lucrativo que llegó a sobrevivir a la caída del Imperio Romano de Occidente. Más adelante en el tiempo y en otro lugar, en la Inglaterra del siglo XV, la orina se convirtió también en algo tan importante que enviaban ingentes cantidades de orina de todo el país hacia la ciudad de Yorkshire donde había una potente industria textil.
Plinio el Viejo recopiló el uso de la orina para tratar quemaduras, úlceras y picaduras de escorpiones, pero antes, mucho antes, los Babilonios y los Sumerios ya la utilizaban para dichos fines. Mezclada con cenizas se utilizaba para tratar las irritaciones de los bebés ocasionadas por los pañales y para… ¡cepillarse los dientes! Algo que los celtíberos y los cántabros y astures hacían a diario.
Grandes médicos como Ambroise Paré aconsejaban usarla para tratar la conjuntivitis; otros, como tratamiento de las heridas por arma blanca; y los hay que incluso la utilizaron para volver en sí a las personas que sufrían un desmayo.
Dejo para el final el uso que para mí es más curioso. La orina se utilizó para hacer…¡pólvora!
Esta se obtiene de la mezcla de azufre, nitrato de potasio y carbón. Para obtener el nitrato de potasio se utilizaba la orina mezclada con cenizas y hojas, dejándola en un pozo donde cada semana se añadía un poco más de orina, hasta que el líquido se evaporaba quedando en la superficie el nitrato, ya que el amonio de la orina reaccionaba con el oxígeno formando esta sal. ¡Cosas de la ciencia! 😉
Para saber más:
Deja una respuesta