
Solo dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana, y no estoy muy seguro por lo que al universo se refiere
Albert Einstein
Ciertamente, Einstein tenía razón, otra vez. Y es que lo de la estupidez humana no es algo de nuestro tiempo, estúpidos han habido, y muchos. El escritor español del Siglo de Oro Francisco Quevedo ya lo decía «Todos los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que no lo parecen». Muchos siglos antes, Marco Tulio Cicerón sentenció «Humano es errar; pero sólo los estúpidos perseveran en el error», así pues, comprobamos que lo de ser estúpidos nos viene de lejos.
Lo que os voy a explicar a continuación va un paso más allá de lo que podemos considerar como estúpido. A alguien se le ocurrió un día otorgar un premio a la estupidez humana basándose en la idea de que la humanidad mejora genéticamente cuando ciertas personas sufren muertes, accidentes o esterilizaciones por un descuido o un absurdo. Irónicamente le pusieron el nombre de Premio Darwin (no confundirlo con los premios que se otorgan en España a los Promotores de la Excelencia en la gestión empresarial, los Darwin Bioprospecting Excellence) 😉
Circulan desde 1985 en los Estados Unidos y se otorgan de forma póstuma al protagonista en cuestión, con la excepción de que si el individuo no muere en el estúpido acto pero queda esteril, puede recibir el «premio honorífico» en vida.
Requisitos
No todos pueden optar a este premio, sino que se deben cumplir cinco requisitos: no poder repetirlo, o sea, el candidato debe morir o quedar estéril; cumplir la excelencia, demostrando una asombrosa falta de sensatez; la autoselección, causar la muerte de uno mismo; estar en su sano juicio; y ser un hecho verificado.
Algunos ganadores
- Un pescador de 43 años pensó que si conectaba unos cables al suministro de electricidad de su casa y llevaba el extremo del cable al río, mataría a los peces de un shock eléctrico y así se ahorraría horas y horas de aburrida pesca. Realmente tuvo razón, pero, al ver tanto sabroso pez a mano, se tiró al agua sin quitarse de encima el cable sufriendo la misma suerte que los peces (Ucrania, 1999)
- Un hombre estaba de visita en Windy Point, en lo alto de un gran peñasco del monte Lemmon. Por seguridad había instalada una baranda de seguridad para que nadie cayera al vacío. Ese día una tormenta de verano hizo que la gente corriera a refugiarse y al hombre en cuestión le vinieron unas ganas locas de orinar. Quedándose solo delante de la barandilla pensó en hacerlo entre las barras de la baranda. Mientras miccionaba, un rayo cayó en la barandilla y la carga eléctrica se transmitió por toda ella y por el arco de la orina de sujeto hasta dar de lleno contra su pene y hacerlo estallar (Arizona, Estados Unidos,1998).
- Dos amigos de esos de toda la vida de más de cuarenta años, decidieron representar la escena en la que el famoso arquero Guillermo Tell se ve forzado a demostrar su puntería disparando una flecha a una manzana colocada sobre la cabeza de su propio hijo. Estos dos lumbreras, en lugar de una manzana utilizaron una lata de cerveza (probablemente iban bebidos y la tenían a mano). Uno se ofreció a ponérsela encima de la cabeza confiando en la puntería de su amigo, pero no acertó y le hirió mortalmente (Kentucky, Estados Unidos, 2000)
- Un fontanero de 46 años en busca de trabajo en Forest Park, vio en la calle una alcantarilla atascada. Ni corto ni perezoso se dispuso a arreglarla. Levantó la tapa con la ayuda de una pala y se metió dentro. Tanta fue su prisa por repararla que no se fijó en los conos de aviso color naranja que había en torno a la boca de acceso. Al salir de la alcantarilla le golpeó el chasis de un coche que pasaba por allí, muriendo en el acto (California, Estados Unidos, 1999).
Podría seguir pero os dejo estas otras breves muestras de estupidez: desde el tipo que saltó de un avión para grabar a paracaidistas sin haberse puesto el paracaídas (Estados Unidos, 1987), hasta el inconsciente que iluminó un depósito de combustible usando un mechero para comprobar si contiene algún elemento inflamable (Brasil, 2003); desde el malabarista con granadas de mano (Croacia, 2001), hasta el borracho que murió por intoxicación etílica después de haberse introducido dos botellas de 1,5 litros de jerez vía anal.
Si os gustó el post os invito a seguir leyendo este otro artículo del blog Los premios Ig Nobel (no os defraudará)
Para saber más
Un libro
Los Premios Darwin, de Wendy Northcutt
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