Mesalina, emperatriz y mujer fatal

Mesalina, Eugène Cyrille Brunet (1884), Museo de Bellas Artes de Rennes.
Imagen de Caroline Léna Becker

Mesalina se desliza por los pasillos del palacio en la penumbra de la noche. Sus pasos son apenas susurros sobre el mármol mientras se dirige hacia los aposentos de su amante. Al abrir la puerta, sus miradas se encuentran y el aire se carga de una electricidad palpable. El aroma embriagador de las rosas en plena floración impregna la estancia, mezclándose con el sutil perfume que le envuelve. Con un gesto apenas perceptible, Mesalina invita a su amante a acercarse, atrayéndolo hacia ella como un imán irresistible. Las chispas de deseo bailan en el aire, mientras se enredan en un abrazo que desafía al tiempo y al espacio, consumiendo todo a su alrededor en el fuego de su pasión clandestina. Las velas parpadean en silenciosa complicidad, arrojando sombras danzantes sobre los amantes que se entregan al éxtasis prohibido de su amorío. El mundo desaparece, dejando únicamente a Mesalina y a su amante envueltos en un universo de puro deleite y rendición. Sí, estoy hablando de Valeria Mesalina, la tercera esposa del emperador romano Claudio.

Los rumores sobre la supuesta ninfomanía de Mesalina son una leyenda que ha perdurado a lo largo del tiempo, aunque su historicidad no está del todo clara. Tenía treinta años menos que Claudio. Además, el emperador, a pesar de ser culto e inteligente, cojeaba y tartamudeaba, por lo que no tenía mucho atractivo físico. Ella tampoco optó por encarnar las virtudes de las matronas republicanas, fue una mujer con pocos escrúpulos y, consciente de la fragilidad de su posición en la corte, cultivó sus propios contactos para mantener e incrementar su poder.

A pesar de que sus adversarios exageraron sus excesos, no todos los rumores resultaron infundados. Se vio envuelta en intrigas, adulterios y venganzas, y tras su fallecimiento fue carne de cañón entre los escritores romanos. Según el poeta Juvenal, Mesalina estuvo involucrada en actos de prostitución en el barrio de Subura, situado en el valle entre los montes Viminal y Esquilino, una de las regiones más antiguas y humildes de la ciudad de Roma.

Orgullosa de su legendaria lascivia, lanzó un desafío al gremio de prostitutas de Roma. Les instó a participar en una competición que organizaría en el palacio, aprovechando la ausencia de su esposo en Bretaña. El reto consistía en determinar quién podía atender a más hombres en una noche. El certamen comenzaría al anochecer, y asistirían muchos hombres importantes de la corte, así como otras damas a las que Mesalina había convencido de participar. Las prostitutas aceptaron el desafío y enviaron a una representante, la prostituta más famosa de Roma, una siciliana llamada Escila. Esa noche, después de haber sido poseída por 25 hombres, Escila se rindió, y Mesalina salió victoriosa, superando la cifra al llegar el amanecer y continuar compitiendo. Se dice que, incluso después de haber atendido a 70 hombres, Mesalina no se sintió satisfecha, llegando al increíble número de 200 hombres. Cuando Mesalina pidió a Escila que regresara, ella se retiró diciendo: «Esta desdichada tiene las entrañas de acero».

Plinio el Viejo

El fin de Mesalina

El emperador Augusto, conocido por su papel en la transformación de la República Romana en el Imperio Romano, tomó medidas drásticas con la promulgación de la Lex Iulia de Adulteriis Coercendis en el año 18 a. C. Esta ley imponía el destierro de por vida a una isla a cualquier esposa que cometiera adulterio, junto con su amante. Este castigo llevó a numerosas mujeres de la aristocracia a concluir sus días en un islote volcánico de aproximadamente un kilómetro y medio de extensión, ubicado frente a las costas de Nápoles, en el archipiélago de las islas Pontinas. Pero este no fue el fin de nuestra emperatriz.

Mientras Claudio se encontraba fuera de Roma, Mesalina aprovechó la oportunidad para contraer matrimonio con su amante, el cónsul Cayo Silio. Informado por su liberto Narciso, Claudio descubrió la bigamia de su esposa lo que llevó a la condena de Mesalina y Silio a suicidarse. Sin embargo, al no lograr hacerlo y solamente logrando herirse ligeramente con el puñal, Mesalina fue decapitada con espada por el centurión que aguardaba para presenciar su fallecimiento.

Claudio, debido a la humillación que había sufrido, decretó su damnatio memoriae. Así, eliminó todos los honores y reconocimientos que recibió Mesalina, sus estatuas fueron derribadas, sus nombres borrados de inscripciones y registros, y cualquier referencia fue prohibida.

Libros

La saga de Marco Lemurio, editada por La Esfera de los Libros y compuesta por Oscura Roma y La sangre de Baco, de Luis Manuel López Román.

Para saber más

La concepción jurídica y moral del adulterio en Roma, fuentes para su estudio, por Belinda Rodríguez Arrocha. Anales de la Facultad de Derecho, Nº 27, 2010, págs. 127-138.

2 respuestas a “Mesalina, emperatriz y mujer fatal”

  1. Avatar de excusatio

    «Están locos estos romanos», dijeron Asterix y Obelix. Admiro lo bien escrito, bien documentado e interesante de principio a fin. Pobre mujer, qué trato tan injusto. Aplausos.

  2. Avatar de franciscojaviertostado

    Hola excusatio,

    en la antigua Roma, el sexo era visto como algo totalmente natural. La sexualidad se consideraba un aspecto integrante de la sociedad y la cultura romana, y se vivía con mucha más normalidad que en algunas sociedades de la actualidad, desde las prácticas sexuales en los hogares hasta las representaciones en el arte y la literatura.

    Muchas gracias por tu amable comentario

    Saludos

    😉

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